Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 4-5

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3. La contribución de Vernadsky

En “Vernadsky y el principio de Dirichlet” señalé aquellos rasgos característicos de las presentaciones de V.I. Vernadsky de la biosfera y la noosfera que nos mueven a redefinir de forma radical las nociones de economía política, para que se ajusten al significado de esas pruebas.9 Como ya había hecho desde 1953, definí las facultades productivas del trabajo en términos del rendimiento físico per cápita de la producción total de una sociedad, per cápita y por kilómetro cuadrado. Este enfoque recalcaba la relación funcional que tienen los componentes categóricos del volumen total de material elaborado, con el acento principal en la distinción fundamental entre la infraestructura económica básica, la cual define la condición física de una región, y la producción propia del conjunto de relaciones características del llamado “sector privado”. La norma que le adjudiqué a este proceso fue la densidad relativa potencial de población. Aún hoy vengo empleando esa norma. A últimas fechas, la formulación original que divulgué en 1953 ha asimilado, como es debido, los descubrimientos de Vernadsky.

Vladimir I. Vernadsky (1863–1945) nos brindó, con su definición de la biosfera y la noosfera, el punto de partida para crear nuevos modos exitosos de administración físico–económica.

Al considerar lo que hoy ha de ser la apreciación pertinente de las implicaciones físico–económicas de las contribuciones señaladas de Vernadsky a los conceptos de biosfera y noosfera, entra en juego una mejora crítica significativa de nuestra capacidad de tratar la economía en tanto proceso social. Dicha mejora no sólo es una ventaja a la que los acontecimientos del siglo 20 en la ciencia física le han dado acceso a una práctica adecuada; el ritmo combinado del volumen de material elaborado y el tamaño de la población mundial actual hacen necesarios estos refinamientos para ver la clase de economía que debemos tener allende las próximas dos generaciones, de 25 años cada una.

No repetiré aquí cuál es el alcance cabal de lo que ya he abordado en “Vernadsky y el principio de Dirichlet”. Ese documento se dio a la imprenta, y puede tratarse como parte integral del razonamiento aquí expuesto. No obstante, ciertas conclusiones no están sino implícitas en lo que escribí ahí con un propósito diferente. En el mundo actual, tenemos que tomar en cuenta esas consideraciones especiales, que tienen una importancia indispensable para cualquier programa capaz de rescatar a la humanidad del desastre en el que se ha convertido a todo este planeta, un desastre en aumento durante las últimas cuatro décadas del camino a la clase de “agujero infernal” que representaría una sociedad “posindustrial” “librecambista” “globalizada”.

Por las amplias razones que acabo de señalar, los cambios recientes en el carácter de toda la situación mundial exigen que ahora abandonemos toda la enseñanza en general aceptada y vigente entre la mayoría de los gobiernos, a fin de entender las relaciones dinámicas que en realidad encierran la factibilidad de rescatar al planeta del desbarajuste terrible que estamos armando hoy. El significado de mi informe en cuanto a los descubrimientos de Vernadsky y su relación con los temas que abordaron los capítulos anteriores, se aclarará con la ayuda de algunas interpolaciones necesarias conforme avancemos en este capítulo.

Para responder a las preguntas implícitas en las nociones de biosfera y noosfera, define la relación físico–económica del hombre con su medio ambiente conforme a cuatro clasificaciones de principios físicos universales, mismos que corresponden a clases de fases aproximadas de las condiciones asociadas con esa relación. Conforme examinamos estas cuatro clases de condiciones de la Tierra en las que nos enfocaremos en este capítulo, ten en cuenta las ideas comparables que vienen a la mente cuando atendemos el desafío de “terraformar”, de forma aproximada, ciertos lugares selectos para la actividad humana en Marte o, en el futuro más distante, la posibilidad de “terraformar” en las presentes condiciones atroces que imperan en Titán, una luna de Saturno casi del tamaño de la Tierra. Tenemos que emplear el concepto general de “terraformar” que implican estos casos, para interiorizar la importancia de aplicar ese concepto así generalizado a nuestra situación inmediata aquí en la Tierra.

Entre tanto, de regreso en la Tierra: aún nos falta saber lo necesario sobre la tolerancia del sistema humano a estirar las condiciones ambientales de la vida al grado que rebasen lo que pudieran ser los límites de lo tolerable. Empero, por ahora, podemos dejar que tales especulaciones sobre las condiciones necesarias para que la vida humana visite otros planetas nos ayuden a mejorar nuestra forma de pensar sobre las condiciones que la Tierra requiere, no sólo para su mera existencia, sino también para los requisitos productivos de una población humana en aumento. Pensar en tales cosas aguza el enfoque de nuestra atención hacia desafíos mucho más modestos, relativamente, que la exploración interplanetaria: las formas de pensar importantes en lo inmediato sobre la relación económica del hombre con el modo en que ha de desarrollarse o no su medio ambiente. Llámalo, si quieres, “la terraformación del planeta Tierra”. Nada menos drástico que eso implica el reto que nos plantea tomar en cuenta los antedichos descubrimientos de Vernadsky como es debido.

Los cuatro estados señalados de la relación del hombre con el medio ambiente son, en aproximación, los siguientes. A cada uno de los tres primeros de estos estados lo define un estadio de organización entre los elementos de esa categoría gobernada por un principio ordenador que no está entre dichos elementos, pero que es un principio que comprende la existencia organizada e interdependiente de todos estos elementos supeditados. A cada uno de estos tres estados relativamente inferiores lo define un principio experimental abarcador que presupone la existencia de la condición de la característica de los elementos de ese estado.

La noción del principio abarcador le es ajena, como se reconoce, a quienes han condicionado la conducta de su mente a entregarse a los caprichos del método deductivo–inductivo. Ninguno de los estados que he señalado está implícito estadísticamente en el conjunto de los términos abarcados; más bien los define la manifestación eficiente de una singularidad que representa una excepción a cualquier afirmación inductiva posible del principio que define esa fase como distinta de las demás. Es un principio físico universal cuya autoridad se superpone a la serie de datos del caso, en vez de ser una suerte de expresión mecánica formal congruente de la acción en ese dominio.

El inferior de estos estados representa material que el principio aplicable de diseño experimental supone fue generado como inerte en su origen. Como ponen de relieve mis citas de la obra de Vernadsky, los procesos vivos toman materia del dominio abiótico de forma selectiva, la procesan de modos que por lo común no ocurren en ese dominio, y terminarán por arrojar casi todos los productos de las primeras fases de dicho proceso viviente de vuelta a ese dominio abiótico.10 Es así que extraemos los minerales que requerimos principalmente de las concentraciones que la biosfera deja en tanto excreciones o sedimentos de procesos vivos. Aunque los elementos químicos así “reciclados” vienen del dominio abiótico, ahora cobran una forma alterada de existencia en la que ya no son parte del dominio prebiótico, sino un aspecto integral (o sea, los fósiles) de la biosfera, con características que son una expresión de esa historia.

Lo que esto representa es lo que se produce a consecuencia del proceso previo inmediato. De no tomar en cuenta dicho “historial”, cualquier definición es un error imprudente por omisión. De modo que, tú también eres una expresión de tus ancestros, y del proceso de desarrollo de esa cultura ancestral.

Así, el siguiente estado en jerarquía, el segundo superior, la biosfera de Vernadsky, es el de los procesos vivos y sus fósiles.

Y el siguiente, aun superior, ése cuyo origen es específico de los procesos cognoscitivos humanos y sus fósiles, es el que Vernadsky clasificó como la noosfera.

El cuarto dominio es el principio unificador que engloba la existencia de la humanidad como una clase de seres creativos, y que ordena tanto las potencialidades existentes de esa clase de seres como a sus fósiles específicos.

Tanto los poderes característicos de ese dominio, del modo que he identificado los poderes en los capítulos anteriores de este informe, como los poderes que actúan sobre el mismo desde el dominio superior, que incluyen, por supuesto, lo que he denominado el cuarto dominio, tratan a la clase que expresa cada estado y a las relaciones entre los respectivos estados como algo organizado. La interacción entre estos poderes en y entre sus respectivos estados es, como Vernadsky lo especificó para la biosfera, dinámica, en vez de mecánica (por ejemplo, más bien que cartesiana, newtoniana o euclidiana).11

Para ilustrar lo que acabo de escribir aquí, considera la siguiente muestra reveladora de la historia físico–económica reciente de EUA.

¡Ve cómo ha decaído EUA!

En el último año mi organización ha estado produciendo resúmenes animados de la información físico–económica a mano, condado por condado, sobre los cambios decisivos en las condiciones físicas del territorio de EUA. Las animaciones computarizadas de las muestras pertinentes de estos datos se han presentado a través de varios sitios electrónicos y discursos públicos, y en informes directos a los funcionarios particulares del caso y a otros. Aunque hasta ahora se han publicado algunos estudios de esta clase de más largo plazo, se ha concentrado la atención en la creciente decadencia de la economía física de EUA en general desde 1971–1972. Dos aspectos de este cuadro general tienen que ver directamente con las implicaciones de la aplicación de las categorías de Vernadsky a la decadencia y el deterioro económico neto en la práctica económica nacional de EU, medida per cápita y por kilómetro cuadrado, en el intervalo que abarca el período que va de 1971–1972 a la fecha (ver mapas 1–6)

Las animaciones

que ilustran esta sección

están disponibles en

www.larouchepac.com

MAPAS 1a y 1b

Pérdida de empleos manufactureros en el medio oeste de EU en tanto porcentaje de la fuerza laboral, por condado, de 1975 a 2000

Fuentes: Oficina de Estadísticas Laborales de EU; mapas generados por Mapinfo.

Esta región de nueve estados, desde Nueva York hasta Wisconsin e Illinois, ha sufrido una grave desindustrialización en el período de 1975–2000. Esta decadencia aceleró de 2001 a 2005 con George W. Bush, y ahora la crisis del sector automotriz amenaza con desaparecer a la región. Centros otrora industriales, como Búfalo, Cleveland, Detroit, etc., han perdido casi la mitad de su población, junto con su base económica, y sufren una grave crisis financiera aun para mantener andando los servicios públicos urbanos mínimos de policía, bomberos, agua y salubridad.

MAPAS 2a y 2b

Aumento de los empleos de servicios en el medio oeste de EU en tanto porcentaje de la fuerza laboral, de 1975 a 2000

Fuentes: Oficina de Estadísticas Laborales de EU; mapas generados por Mapinfo.

MAPA 3

Condados (en color sombreado) que han perdido población en Pensilvania, Ohio e Indiana entre 2000 y 2004

Fuentes: Negociado de Censos de EU; EIR.

El estado de Ohio sufrió una pérdida poblacional de 2,8% entre 2000 y 2004, pasando de 11.353.140 residentes a 11.050.605. Con la globalización, la población de esta región (que abarca tres estados) se desplomó, de 29,715 millones en 2000, a 29,692 millones en 2004, sufriendo una pérdida poblacional en 84 de sus condados, de un total de 246. Toda la zona rural de Pensilvania está despoblándose, así como las concentraciones industriales del oeste.

MAPAS 4a y 4b

Caída en la proporción de empleos manufactureros del total de la fuerza laboral en Pensilvania, Ohio e Indiana, por condado, a lo largo de dos corredores ferroviarios tradicionales; desplome del cinturón acerero de Pittsburgh a Warren, de 1975 a 2005

Fuentes: EIR 2005; mapas originales generados por Mapinfo.

Los mapas muestran la grave pérdida de empleos manufactureros en esta otrora región de la industria pesada a lo largo de dos de los principales corredores ferroviarios este–oeste, que han decaído sobremanera por el descuido de la infraestructura en los últimos 30 años. El corredor acerero de Pittsburgh a Cleveland, que antes fuera de clase mundial, se ha reducido a casi nada.

MAPA 5

Rutas ferroviarias de Ohio, tanto existentes como abandonadas desde 1970 (líneas oscuras)

Fuentes: Negociado de Censos de EU; EIR.

El estado de Ohio sufrió una pérdida poblacional de 2,8% entre 2000 y 2004, pasando de 11.353.140 residentes a 11.050.605. Con la globalización, la población de esta región (que abarca tres estados) se desplomó, de 29,715 millones en 2000, a 29,692 millones en 2004, sufriendo una pérdida poblacional en 84 de sus condados, de un total de 246. Toda la zona rural de Pensilvania está despoblándose, así como las concentraciones industriales del oeste.

MAPAS 6a y 6b

Caída en el número de condados de Pensilvania que cumplen con la norma Hill-Burton de camas de hospital por cada 1.000 habitantes

Fuente: Departamento de Salud de Pensilvania.

En 1980, 27 de los 67 condados de Pensilvania cumplían o excedían el número de camas de hospital por cada mil habitantes de la norma federal que estableció el principio de la ley Hill–Burton en 1946, de brindar infraestructura médica en base a la densidad poblacional. Pero, para 2002 ninguno de sus condados —excepto el de Montour, que alberga al sistema hospitalario Geisinger, el cual está bien financiado por intereses privados— satisfizo esa norma. El caso de Pensilvania caracteriza el desmantelamiento de la infraestructura de salud de EU. En Ohio, por ejemplo, había 3,4 camas de hospital público por cada 1.000 habitantes en 1958, proporción que cayó a 2,9 en 2001.

El deterioro de la región de Luisiana alrededor de Nueva Orleáns, que fue azotada hace poco por el huracán Katrina, es un ejemplo notable de la destrucción de los últimos cuarenta años que, a pesar del ímpetu maravillosamente exitoso que tuvo el programa de alunizaje de Kennedy por derecho propio, el resto de las políticas económicas del Gobierno de EU le han impuesto al país entero en las últimas cuatro décadas.

Mira la historia de esta región de Nueva Orleáns desde que Betsy, por ejemplo, la golpeó. Las reparaciones y mejoras especificadas que ordenó el presidente Lyndon Johnson en ese entonces nunca se llevaron a cabo, ¡hasta la fecha! No obstante, los peores efectos que sufrió esa región vinieron a consecuencia de las tendencias continuas en la orientación práctica de EU en el período desde 1971–1972, y bajo los asesores de seguridad nacional Henry A. Kissinger y Zbigniew Brzezinski, por ejemplo. La intervención de Kissinger en la política exterior de EU le causó, de forma indirecta, un daño terrible a la economía del país; pero, el peor perjuicio directo infligido al interior de EU vino por directrices de Brzezinski en 1977–1981. Son esos cambios, a cargo de Brzezinski, a los que tenemos que darle marcha atrás rápido, si es que ha de salvarse la economía nacional.

Sin embargo, pese a la culpabilidad de Brzezinski en particular, hay una cuestión más profunda de perspectiva política envuelta: la intención que compartían ciertas redes financieras internacionales privadas utopistas perversas, que motivaron esa destrucción deliberada de la economía bajo Brzezinski. Es esa intención la que hay que eliminar, si es que han de tener éxito las medidas prácticas para darle marcha atrás a esos cambios políticos de 1977–1981.

De hecho, esta historia terrible de EU y otras degeneraciones económicas desde 1972 no reflejan ninguna tendencia natural, sino que son producto de la intención de las poderosas redes financieras utopistas de transformar al planeta, de un sistema de Estados nacionales cada vez más prósperos, en una suerte de imperio muy menguado ahora llamado “globalización”. Su intención expresa es que en ese arreglo, en el que al Estado nacional pudiera permitírsele, como excepción, existir, tales gobiernos serían meros lacayos de un sistema imperial mundial ultramontano de corte veneciano, un sistema al que el ideólogo ligado a Henry A. Kissinger, Michael Ledeen, y sus compinches fascistas a veces llaman “fascismo universal”.

Este objetivo vigente de dicho interés financiero neoveneciano ha de reconocerse y entenderse como una excrecencia moderna de la misma intención que expresaba la propuesta final del lacayo de lord Shelburne, Gibbon: instaurar una nueva versión liberal angloholandesa del imperialismo ultramontano de esa oligarquía financiera estilo veneciano que imperó en la Europa medieval gracias a la alianza entre Venecia y la brutal caballería normanda.

Por desgracia, muchos aún cometen el mismo error que V.I. Lenin y la mayoría de la élite intelectual socialdemócrata de principios del siglo 20, quienes entendieron el imperialismo como un producto del colonialismo de la sociedad industrial moderna, en vez de —como bien insistía Rosa Luxemburgo, y luego reseñó en tanto parte de la historia moderna Herbert Feis de EU— la resurrección de un modo precapitalista de gobierno oligárquico–financiero de corte veneciano, como lo ilustra la histeria antiindustrial del moho lamoso financiero puramente parasitario hoy conocido como el cáncer de los “fondos especulativos”.

Tal era la intención, el ímpetu que animaba las reformas destructivas emprendidas bajo la dirección de leporellos modernos de alto rango como George Shultz, Henry Kissinger y Brzezinski durante el período de 1971–1981.

El impulso inmediato de Brzezinski en su destrucción traumática de la economía estadounidense fue fruto de su participación en el diseño y conducción de la Comisión Trilateral, y de la política de “desintegración controlada de la economía de EU” de su “Proyecto de los 1980”. Un vuelco al abandono del mantenimiento de la infraestructura económica básica regional y nacional de EU, combinado con la ruina deliberada de la agricultura, el transporte y el abasto energético, junto con los efectos del programa de “desintegración controlada” de la Trilateral, que echó a andar el presidente de la Reserva Federal Paul A. Volcker por medio de la medida financiera de las tasas de interés superusureras, es típico de los acontecimientos destructivos pertinentes de la época.

Mira estos ruinosos cambios políticos de los 1970 en EU en términos de los efectos que tuvieron en la zona de muestra seleccionada, que incluye el oeste de Pensilvania, el oeste del estado de Nueva York, Michigan, Ohio e Indiana. Observa la pérdida de infraestructura económica básica y cómo mengua la población en las zonas otrora industrializadas. Ve la destrucción deliberada del transporte colectivo, aparte de las carreteras; el desplome de la viabilidad económica del sistema aéreo y ferroviario; la generación eléctrica; las consecuencias catastróficas de la baja de los ingresos al sustituir los niveles salariales marginales del empleo industrial calificado y relacionado con los improductivos o cuasiimproductivos “empleos en los ser vicios”; la desaparición de las instalaciones de salud y de su disponibilidad, junto con un deterioro general de la salubridad; la reducción acelerada del nivel de la educación pública, tal que “ningún niño se quede atrás” en su participación en una educación pública y privada cuya calidad va en picada; la pérdida de rentas públicas por la contracción y la franca pérdida de industrias de alto rendimiento; la reducción general de la viabilidad y cantidad de la infraestructura económica básica, que incluye la degeneración ahora crítica de la calidad en el abasto de agua y en el transporte por ríos y canales.

Observa la caída catastrófica neta a lo largo de las últimas tres décadas en el nivel físico de vida, en términos tanto del ingreso privado como de los servicios públicos, per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio. Entre tanto, ¡el desplome del transporte colectivo casi ha acabado con nuestra integridad nacional funcional en tanto nación soberana!

Michigan, por ejemplo, amenaza ahora con caer a plomo, como la Luisiana posterior a Katrina, no a la categoría de “estado fracasado”, sino “fantasma”, a menos que tomemos medidas pertinentes muy pronto para evitar ese desenlace.

Empero, muchos estadounidenses han rechazado mis pronósticos de un nuevo descenso económico. Cada uno de esos pronósticos ha ocurrido en el tiempo aproximado que indiqué. No obstante, una y otra vez abundaron las protestas de, “¿dónde está el crac del que hablabas?”, luego de que la fase particular del derrumbe que pronostiqué ya había sucedido. La razón por la que esos dizque críticos míos pudieron errar así una y otra vez, fue porque simplemente se negaron a ver las pruebas patentes del desplome físico de la economía que cundían de modo tan flagrante ante sus narices.

Una de las causas importantes de esa clase de protestas impertinentes contra mi prognosis era la popularidad de la idea de la “economía de servicios” entre la generación del 68. Como a ellos, o a cierta gente con la que querían conservar amistad, les vino bien que remplazaran la economía agroindustrial con la de “servicios” (en la que la gente se ganaba su menguante ingreso neto lavándose la ropa los unos a los otros), se negaron a ver como un descenso económico la pérdida de fábricas, granjas y fuentes de empleo afines, aun si el nivel de ingreso de los miembros asalariados de la comunidad se había desplomado con el cambio en el empleo, de una economía productiva a una de servicios. Rehúsan ver que la inflación real en la economía también la expresa una deflación profunda en el poder adquisitivo y el nivel de vida representado por el uso de los servicios públicos o el hecho de que los acueductos locales, la electricidad, las instalaciones de salud y otros sistemas semejantes están al borde del derrumbe, si no es que ya se vinieron abajo.

A partir de las rabietas de George Shultz, Kissinger y Brzezinski de 1969 a 1981, las economías de América y Europa han sido presa de una larga ola de decadencia física. Esta decadencia ha progresado por fases, una tras otra, siempre en lo principal como un desplome físico, pero que de vez en cuando también se expresa como un rudo golpe a la vida dentro o fuera de EUA, manifiesta en el sistema monetario– financiero, como el que está por golpear pronto.

Cualquiera que haya vivido como adulto en los últimos años, que diga que “la economía luce bien”, vive en un estado de negación que equivale a la demencia clínica. En verdad no pueden creer que la economía no esté muy enferma; pero, lo que quisieran creer es que no se les negará el estilo de vida que aspiran lograr o aun mantener. Cuando ya no pueden creer la realidad que viven, huyen a la pura fantasía, a fin de aferrarse con más fervor a lo que desearían que fuera así. La negación que cubre hoy a EUA, es tan espesa como la lava que hace tanto cubrió a la Pompeya condenada a la destrucción.

Cómo funcionan esos engaños populares

Dejemos ahora por sólo un momento el lado objetivo de la ciencia de la noosfera para examinar el lado subjetivo, para decir algo que necesita decirse. Estoy señalándote la importancia de escoger una nueva orientación, una orientación que tienes que adoptar si es que hemos de enfrentar con éxito la amenaza inminente de la que podría convertirse en la peor crisis planetaria moderna, a menos que cambiemos de súbito nuestro proceder.

Considera ahora, y a modo de referencia adicional luego en este capítulo, tanto la ideología oficial como la popular que rehúsa encarar las implicaciones de lo que acabo de señalar son estos hechos físicos y relacionados indiscutibles sobre los cambios de las últimas décadas en la economía. Préstale especial atención a la ideología perversa que alega que el cambio hacia una “economía posindustrial de servicios” ¡es un cambio benéfico!

¿Recuerdas que solía decirse que “el hogar de un inglés es su castillo”? Fuera un cuchitril o un palacio, era suyo. Lo aceptaba como algo de lo que podía convencerse que era “suyo”. Conformarse con el sitio que en apariencia le corresponde a uno en la vida es un engaño al que muchos se aferran con ardor, y con frecuencia de forma estúpida; un engaño que a menudo expresa el mágico lema romántico de: “Así son las cosas”. Si estamos alerta, atentos, escuchamos esto con frecuencia y lo vemos expresarse de distintos modos, pero siempre con el mismo significado diario subyacente, casi en todas partes.

Ve, por ejemplo, cómo surgió el furor casi religioso de los concursos maratónicos de baile en el período de lo que se da en llamar la Depresión de los 1930 o la manía de las juegos de apuestas en el transcurso de los últimos 25 años. En esencia, el apostar es una forma de demencia.

Érase una vez en Boston, Massachussets un equipo de la Liga Nacional de béisbol llamado los Bravos de Boston, al que, en ese entonces, se consideraba como uno de los perdedores de costumbre de la liga. Por un tiempo este equipo tuvo dos lanzadores de primera, Spahn y Sain, de quienes los aspirantes a poeta de las páginas deportivas locales decían: “Sain y Spahn, y que nada salga mal”. “Sain y Spahn” hinchaban de orgullo a los fanáticos del caso. Cuando los aficionados y otros pasan por tiempos difíciles o simplemente de miedo, tienden a pensar como esos fanáticos.

Algunos dicen que entre peor se ponen las cosas, más debes tratar de creer que están mejorando. Las manías colectivas, entre ellas la de las apuestas que hoy hace presa de la población de EU, tienen sus altas y sus bajas con el paso de las estaciones. El mercado financiero actual es casi pura manía apostadora, lo cual, como es natural, con el tiempo tiende a atraer los impulsos y los aparejos de una clase criminal, como pasó con Enron.

Llega el momento en que alguien dice: “No puedes apostar el palacio municipal”. Pero otro —y no diré que estoy citando al “gobernador Jeb Bush”— replica: “Quizás no; pero puedes venderlo”. Tales son las mitologías que se consideran sapiencia común sobre la naturaleza humana. Después de todo, si no puedes darte el lujo de la cordura, tienes la alternativa de vivir tus locuras, tales como los regímenes políticos de suyo condenados a la destrucción, de la gente que está dispuesta a que le paguen por tolerar a los “fondos especulativos” hoy. “Sus últimas palabras fueron: ‘¿Qué arenas movedizas?’” Estas variedades de sentimentalismo morboso a menudo capturan la imaginación de gente medrosa hoy: “¿Cuál crisis económica? ¡No la veo!” Alfred E. Neuman irrumpe con una de sus sonrisas perpetuas.

El asunto subyacente que expresa la mayoría de los engaños populares acerca de la economía hoy, es querer negar el hecho de que al sistema monetario–financiero mundial actual no lo rigen los gobiernos, sino conciertos financieros privados que controlan los llamados bancos centrales de las naciones, mismos que, a su vez, ahora ejercen una suerte casi imperial de dominio dictatorial sobre los gobiernos del mundo. “Sea cuchitril o palacio, creo en el sistema que espero me daría cobijo”. Nunca he escuchado de nadie, ni siquiera de la cúpula del poder, una defensa racional del sistema monetario internacional de “tipos de cambio flotantes”. Sin embargo, la defensa o justificación de ese sistema es una creencia que impera a casi todos los niveles de la sociedad. Casi todos reverencian al sistema, sea que pretendan amarlo u odiarlo, del modo que el esclavo odia al amo a cuyo látigo se somete obediente. Yo soy alguien que no comparte esa ilusión, por lo que a veces me dicen: “¡Apuesto a que también odias la maternidad y la Navidad!” Para algunos no hay nada más cruel que quitarles los necios engaños con los que se confortan.

Esta decadencia de las economías de América y Europa nunca tuvo nada de “natural”. No es mera coincidencia el hecho de que a pesar de que con el presidente Harry Truman se abortaron elementos fundamentales de las intenciones del presidente Franklin Roosevelt para el mundo de la posguerra, las principales economías de Norteamérica y Europa Occidental progresaron, a veces de manera espectacular, durante las dos primeras décadas de la posguerra, y que entonces empezaran a desplomarse precisamente en el intervalo de fines de los 1960, cuando los nacidos entre 1945 y 1950 llegaron a adultos. A pesar de Truman y otras intervenciones, en el período inmediato de la posguerra imperó el hecho de que las reformas de Roosevelt eran la única alternativa a mano para evitar un desastre económico.

La posibilidad de destruir la economía de EU requirió que surgiera una nueva generación adulta en la posguerra, en gran medida lavada del cerebro, una generación condicionada de forma sistémica a anhelar un mundo “posindustrial” utópico. El ascenso de los llamados “sesentiocheros”, en especial las variedades más revoltosas de los adeptos a un sistema de “cuello blanco”, le dio paso a la ruina y destrucción de las economías europea y de EU en el transcurso de los 1970 y después. No hay ningún misterio en esto si estudias la propaganda del Congreso a Favor de la Libertad Cultural, y la alianza de las redes fabianas de Bertrand Russell y la ideología fascista imperial que expresó La conspiración abierta de H.G. Wells. Nos han destruido sobremanera en el transcurso de los últimos cuarenta años. Tal como la propagación cáustica de la sofistería le acarreó a Atenas su autodestrucción en la guerra del Peloponeso, nuevos sofistas nos han arruinado al llevarnos a guerras como las de Indochina y ahora Iraq.

La esencia del pensamiento económico competente en el mundo hoy empieza por ver las cosas como son en realidad, libres de engaños populares tales como considerar “inevitable” al actual sistema monetario liberal angloholandés internacional, como parecía serlo el Imperio Romano en su época, y del modo en que el lacayo y adivino de lord Shelburne, Gibbon, prometió que el pretendido imperio mundial británico de ese entonces triunfaría eternamente. Las tendencias destructivas actuales no son expresión del conocimiento de sucesos inevitables, sino consecuencia del predominio de la clase de tontos que hoy acogen la “globalización” como las tendencias invencibles a las que, por tanto, debiéramos adaptarnos.

Ve el mundo real en que vivimos como si lo hicieras desde fuera de la pecera de tu ilusión popular. Por consiguiente, para mí, pronosticar no consiste en decir, “Vas a morir mañana. Ja, ja, ja”, sino en la sugerencia más oportuna y amigable de, “Salte de la arena movediza en la que tus pies se hunden, mientras puedas”, como pronostiqué por tu bien de nuevo ahora que ya sufres de los males y tormentos de los que te advertí antes. Si querías que alguien te leyera hojas de té, debiste buscarte una gitana: yo no hago predicciones délficas.

Ve la economía como parte de la noosfera

Los pobres necios que creen que exportar la producción a mercados de mano de obra barata es bueno o sólo la consecuencia ineludible de la búsqueda inevitable de un mundo librecambista utópico, suponen que la ola del futuro es lo que los contadores financieros nos dicen que es la ventaja de costo de la mano de obra barata que encontramos en las naciones que abandonan a cerca del 70% de su población, y a las partes correspondientes de su territorio, a una condición miserable de ruina. Los contadores y los de su ralea que redactarían o firmarían tales informes, o son farsantes, o simples estúpidos.

El factor más importante de la productividad física nacional y de las perspectivas de supervivencia a largo plazo de la nación, depende en lo principal del desarrollo de la infraestructura y de la población de su territorio total. Tan sólo añádele al precio de las exportaciones de una nación que deslocaliza su producción lo que debió ser el costo de elevar a toda su población y a su territorio a un nivel decente de existencia, y el costo de la producción en EUA y Europa de pronto se vuelve mucho más barato que en la típica nación maquiladora de hoy. Lo que supuestamente justifica la “globalización” no es más que un fraude que se le impone a la credulidad de nuestros cretinos.

De forma parecida, hay gente que aun hoy cree el cuento de hadas de que EU, en tanto nación, amasó toda su riqueza en gran medida a partir del trabajo esclavo. Algunos lucraron con la esclavitud, pero ciertamente no fueron los “blancos pobres” de los estados esclavistas ni la nación en su conjunto. Nos saquearon potencias europeas, del mismo modo en que nosotros saqueamos a las llamadas economías maquiladoras tales como nuestros vecinos de México y América Central. Los saqueamos comprando sus productos a precios muy por debajo del costo real que la nación exportadora y su pueblo entero pagaron. Al tolerar la esclavitud, nos saquearon más que nada para el lucro del Imperio Británico, del modo que el apoyo que el interés financiero le brinda hoy a la forma de imperialismo llamada “globalización” degradaría a la ciudadanía de EU a los niveles del vasto mar de pobreza del Tercer Mundo sobre todo. El principal economista del mundo de mediados del siglo 19, Henry C. Carey, reveló la verdad acerca de los efectos de la esclavitud sobre la economía. No cabe duda que fue la emancipación de los esclavos, combinada con un retorno a las directrices proteccionistas del Sistema Americano original de economía política, lo que nos convirtió en la envidia del mundo en el intervalo de 1863 a 1876.

En vez de seguir el método empirista de rastrear acontecimientos como tales, limita tu atención concentrada a los cambios de principio en el estado de un sistema considerado de conjunto. Dicho lo anterior, examina entonces el carácter de principio de las relaciones físico–económicas funcionales entre los tres dominios inferiores de los 4 que he mencionado, en términos de las funciones que corresponden a tales cambios de estado.

En otras palabras, la humanidad actúa, a lo más, por las iniciativas que toman individuos soberanos en pro de realizar un descubrimiento de principio en el dominio de la noosfera. La acción en la noosfera genera, a su vez, una acción en la biosfera cuyo efecto, por su parte, actúa para generar un cambio dentro del dominio abiótico. Dicho esto, ahora embaldosa la superficie de EU continental y sus aguas costeras, condado por condado. Mide todos los cambios cualitativos seleccionados como es debido en el estado, condado por condado o, de forma parecida, per cápita y por kilómetro cuadrado. De este modo, reúne estadísticas que logran el siguiente resultado.

Podría parecer, por tanto, al considerar la configuración que describí como la que define la cima del sistema cuyos cambios de estado están midiéndose, que es la acción del individuo la que representa la cúspide de la pirámide, por así decirlo. Entonces, al recapacitar pensamos: “Pero, ¿de dónde viene ese individuo adulto que actúa? ¿Qué es lo que produce en él el estado pertinente de idoneidad?” Llamémoslo “nivel de vida familiar y comunitario”. Es el nivel de desarrollo cultural —tanto como el simplemente físico— del miembro de la sociedad que genera el nivel variable de acción física potencial significativa en lo económico, lo que constituye la acción del individuo productivo en y sobre la pirámide como un todo.

Pero, ¡espera un momento! La intervención significativa del individuo económicamente productivo de esta pirámide es la actividad mental creativa, actividad mental del tipo que genera un descubrimiento de un principio físico universal validable mediante experimento. Esto no sólo requiere un nivel de vida adecuado en la comunidad, sino una orientación integral al fomento de lo que equivale al descubrimiento científico creativo o a los modos clásicos comparables de la práctica artística; de preferencia al de ambos.

Sin embargo, este desarrollo del proceso social del que depende el individuo de esa orientación, también exige que la vida social de la comunidad y su práctica productiva esté orientada hacia el equivalente del progreso científico y tecnológico verdadero. Ello no sólo implica efectuar o replicar descubrimientos científicos y artísticos clásicos de principio válidos, sino las condiciones propias de una orientación eficaz hacia su aplicación de principio en mejorar los poderes productivos relativos de la nación.

Al cartografiar la superficie embaldosada de la nación, sólo los cambios de esa calidad han de considerarse como factores primarios.

Reconoce que la clase de cambios a los que apuntamos ahora son de la calidad que hemos identificado como “poderes”, poderes en el sentido de la acción física invisible, pero real, que generas al doblar el cubo como Arquitas. Así, tenemos los poderes característicos de la noosfera que actúan sobre los poderes de la biosfera, los cuales a su vez actúan sobre los poderes internos del dominio abiótico. El resultado neto de la intervención creativa del individuo en la noosfera para todo ese sistema triple se expresa como el grado de ampliación de la intervención humana dentro de la noosfera en los dominios subordinados de la biosfera y el abiótico, respectivamente.

En la práctica de la economía moderna de hoy, eso significa que cerca de la mitad de la producción total de la sociedad en el proceso económico tiene que dedicarse al trabajo creativo y a mantener la infraestructura económica básica, en gran medida la del sector público, no el privado. Por ello, es instructivo leer de nuevo el informe del secretario del Tesoro Alexander Hamilton al Congreso estadounidense, Sobre el asunto de las manufacturas, para compararlo con lo que recién acabo de resumir.

El Sistema Americano de economía política no es un “sistema capitalista”, ni en el sentido que los británicos lo han enseñado ni como han creído los crédulos movimientos socialistas. Sobre todo, nunca es un sistema de “libre cambio”, excepto en momentos en los que ha preferido irse a la quiebra. Es un sistema de “comercio justo”, fundado en una asociación entre el sector privado y la función del gobierno de: a) monopolizar la creación y administración del crédito nacional; b) emitir una moneda administrada por el gobierno para, c) garantizar los objetivos nacionales de mejorar el nivel de vida y la productividad de la población, y su bienestar general íntegro, así como fomentar y aprovechar esa creatividad verdadera en la ciencia física y el arte clásico que sólo existe en tanto capacidad soberana de la mente humana individual.

A últimas fechas los peores déficit de competencia intelectual en cuanto a nuestra economía nacional se han debido a fallas en dos categorías. Primero, es necesario corregir los efectos desastrosos del yerro ahora imperante de no entender la necesidad de tener un “comercio justo” en vez de políticas “librecambistas”, ni de entender la importancia de contar con un desarrollo agresivo, con uso intenso de capital, de semejante infraestructura económica básica como —de forma más notable— la salubridad y los servicios de salud, el transporte colectivo, la generación y distribución de electricidad, la educación, y el desarrollo y mantenimiento de un sistema público integrado de gestión de aguas en todo el territorio nacional. Segundo, es necesario frenar la proliferación del empleo no calificado con uso intenso de mano de obra (y bajos salarios), y concentrar más y más el empleo en la producción física productiva de alto rendimiento tecnológico en la infraestructura y la agricultura y la industria privadas, lejos de los servicios, de mano de obra poco o no calificada.

En ese respecto, échale un ojo a estados tales como Ohio, Indiana y demás, como casos en los que podemos ver los efectos en el ingreso bruto y la recaudación de impuestos del estado y sus condados y municipios, por el cambio del empleo agroindustrial calificado productivo al poco calificado de los servicios. La pérdida que le ocasiona el empleo en los servicios a la recaudación impositiva cuyo origen directo e indirecto combinado son los modos de producción y empleo tecnológicamente avanzados y con un uso intenso de capital, ha significado una catástrofe para el estado y su población a todos los niveles. Es el nivel de producción física útil, per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio total y promedio, lo que determina las posibilidades de lograr soberanía y una vida social decente para el territorio y su población. El paso a una “economía de servicios” ha sido un acto genocida de violación a la nación y su población, una bestialidad con la que hay que acabar y darle marcha atrás a sus efectos, si es que la sociedad ha de sobrevivir ahora.

Este acento necesario en el desarrollo productivo con un uso intenso de capital e impulsado por la ciencia, debe verse del modo que he descrito las implicaciones de la noosfera arriba. Mide el desempeño, no sólo en los actos físicos de producción, sino en la ganancia en calidad y cantidad de la productividad al poner un acento constante en un ritmo rápido de desarrollo y aplicación del progreso fundamental impulsado por la ciencia, en todos los niveles de la noosfera, la biosfera y el dominio abiótico. Son las mejoras en la productividad física neta, a las que contribuye la aplicación de los descubrimientos impulsados por la ciencia a todos los niveles, las que le aportan su ímpetu a los poderes, en el sentido de los pitagóricos, que mantienen la multiplicación de las facultades productivas promedio del empleo y el mejoramiento general en la calidad de la vida humana.

Para satisfacer ese requisito no debemos tratar los depósitos fósiles, hoy accesibles, de las llamadas materias primas en la biosfera como si fueran implícitamente finitos. Tenemos que rebasar la dependencia de los fósiles, ya sea para regenerar las materias primas que requiere una creciente población mundial en desarrollo o para sustituirlas con vastas alternativas sintéticas. Por ahora, el abasto aún es amplio, siempre que tomemos en cuenta los océanos. Empero, el ritmo de consumo de tales requisitos aumentará; en vez de robarnos lo que algunos creen es el “banco de la naturaleza”, tenemos que reabastecer el surtido de depósitos en ese banco, ya sea con variedades ahora en uso o con alternativas excelentes que creemos a través de la ciencia.

Todos estos requisitos para revivir y mejorar las economías del mundo exigen imprimirle un fuerte acento apremiante al progreso científico fundamental y sus aplicaciones. Ello demanda pasar de una dependencia en los hábitos, a una en los poderes, del modo en que los pitagóricos los definieron.

En pocas palabras, urge recalcar la función del principio del poder, del modo que he subrayado el significado científico correcto del término poder aquí. A las economías nacionales y del mundo tienen que administrarlas en colaboración las autoridades soberanas respectivas de lo que de manera conciente se entiende es la noosfera, como he esbozado ampliamente la aplicación de esa definición aquí.

 

[9]. “Vernadsky y el principio de Dirichlet”, por Lyndon H. LaRouche, en Resumen ejecutivo de EIR de la 1a quincena de agosto de 2005.

[10]. Op. cit.

[11]. Op. cit.