Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 8-9

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Hiperinflación: El sistema mundial sigue una curva de colapso a la Weimar

 

por Lyndon H. LaRouche

La impostura de la dirección saliente de Alan Greenspan, al enterrar los informes sobre el agregado monetario “M3”, tenía evidentemente la intención de ocultar el hecho de que la tasa del ritmo de aumento de los precios mundiales de las materias primas lleva actualmente al mundo entero por la misma curva hiperinflacionaria de “trayectoria de acción mínima” que hizo presa de la Alemania de Weimar en la segunda mitad del 1923 (ver gráfica 1).

Comparar las tasas actuales del ritmo de aumento de los precios de las materias primas con el comportamiento de la Alemania de 1923, indica la probabilidad de que, con las políticas actuales de Estados Unidos y Europa, el sistema mundial podría llegar a un momento de derrumbe del sistema monetario a más tardar para septiembre de 2006, si no es que antes.

Con las tendencias actuales del Gobierno estadounidense en la toma de decisiones, tanto en la tambaleante demencia económico–financiera del actual Gobierno de Bush, como también en el apocamiento a la “Alfred E. Newman” de una fracción negligente del Partido Demócrata en el Congreso de EU, la probabilidad es que el sistema mundial entero entre a una fase de desplome desatada por el dólar estadounidense antes del cuarto trimestre.

No se trata de predecir lo que pudiera pasar para el tercer trimestre; el asunto es darle a los grupos políticos pertinentes del Partido Demócrata el proverbial garrotazo para burros tercos, y hacerlo con la fuerza, presteza y frecuencia suficientes como para pasar a la clase de reforma de emergencia de la política estadounidense que podría impedir una crisis de desintegración general, no sólo del sistema estadounidense, sino del mundial también, misma que, de otro modo, ya nos embiste.

Hay un puñado relativo de personas, del que es típico el equipo del Proyecto Hamilton con sede en el Instituto Brookings, que puede entender esto, y que ya domina la mayoría de los hechos esenciales a considerar. Hay profesionistas en otras partes del mundo que pueden comenzar a entender esto pronto, de garroteárseles con la fuerza suficiente como para que entren al estado de vigilia necesario.

Así, el mundo está ahora en la fase terminal de un colapso hiperinflacionario, no sólo del sistema del dólar, sino de todo el sistema mundial. Para enfocar esto, consideren los aspectos básicos del modo en que la locura del presidente de la Reserva Federal Greenspan urdió la fase 1987–2006 del ciclo hiperinflacionario en cuestión. Tengan en cuenta tres curvas ilustrativas: 1) mi “triple curva”, la cual, desde enero de 1996, ha descrito las características generales de la función de desplome en marcha del intervalo de 1995–1996 (ver gráficas 3 y 4); 2) la curva de la hiperinflación de 1923 en la Alemania de Weimar; y, 3) la tasa hiperinflacionaria del ritmo actual de aumento de los precios de las materias primas, con el petróleo y los metales a la cabeza (ver gráficas 2 y 5).

(Dejen que los engendros de la “oferta y la demanda” y otros estadistas de la isla de Laputa de Swift jueguen consigo mismos detrás del granero, donde serán felices).

En esencia, lo que Greenspan hizo fue rescatar a los bancos cuyas arcas habían vaciado los acontecimientos de octubre de 1987, al lavar los paquetes de valores de las agencias hipotecarias semiprivadas Fannie Mae y Freddie Mac. La burbuja de los bienes raíces se infló hasta sus proporciones cancerosas actuales con este propósito continuo. Esto, a su vez, aportó el punto de partida de la emisión monetaria, y la financiera derivada, de lo que devendría en una expansión hiperinflacionaria de una economía en contracción física (ver mi triple curva).

Al final, esto se convirtió en el núcleo de una burbuja monetario–financiera global comparable a la del instrumento de la Venecia medieval, la Liga Lombarda del derrumbe de la Europa del siglo 14 en la Nueva Era de Tinieblas. Sin embargo, en este caso la fase final decisiva de este proceso hiperinflacionario consistió en arrinconar al mercado mundial en las materias primas.

Para aquellos lo bastante despiertos como para reconocer que el sistema financiero mundial actual ya está condenado a la ruina sin remedio, la clase sabionda de los depredadores ha de contar con una “pista de aterrizaje” fuera de los confines de semejante colapso monetario–financiero general. Las materias primas esenciales representan dicha pista de aterrizaje.

Por tanto, la tasa inflacionaria del ritmo de inflación para los productos primarios en el mercado es la curva característica del sistema monetario–financiero mundial actual. La curva de esta tasa inflacionaria, como la refleja el comportamiento oculto del M3, corresponde a la curva hiperinflacionaria de la Alemania de Weimar de junio–noviembre de 1923.

Debajo de todo se encuentran el principio de acción física mínima ligado a la catenaria, el principio fundamental del cálculo infinitesimal y el atinado descubrimiento original de la función logarítmica natural derivada de la característica de doble catenaria del principio de acción mínima, todos de Leibniz. La comprensión de tales sistemas, en general, se encuentra en la obra de Riemann sobre las hipergeometrías.

Una mar de fondos que los bancos centrales alimentan

La gráfica 2 muestra la inflación promedio anual de los precios en el mercado de futuros de una canasta de 14 materias primas a las que ha venido inundándose con dinero de los fondos especulativos, al tiempo que su último océano —la burbuja hipotecaria de los bienes raíces en Estados Unidos— ha empezado a encogerse. La gráfica muestra el ritmo de inflación de tres períodos: un año, seguido por un trimestre, seguido por un mes, lo cual ilustra la aceleración continua de la inflación en esas materias primas. Dichas materias son: el petróleo crudo Brent, el propano y la gasolina; el polietileno de alta densidad, que es el principal ingrediente del plástico común; los metales cinc, cobre, aluminio, estaño, plomo, níquel y platino; y los metales preciosos oro, plata y paladio. La gráfica 5 muestra el precio de uno de ellos —el cobre— en el mercado de futuros en los últimos 12 meses, como un ejemplo que muestra el mismo ritmo de inflación que la canasta de 14 materias primas, excluyendo las breves fluctuaciones disparadas que sufrieron algunas de ellas en ese tiempo.

Para todo el 2005, los precios de la canasta de 14 materias primas en el mercado de futuros se inflaron 27,3%; luego, sólo en el primer trimestre del 2006, se inflaron otro 22,2%; y en abril del 2006 (de hecho sólo en los primeros 19 días de abril), 14,9% más.

El modelo moderno para esta inflación que acelera —hiperinflación— es la Alemania de Weimar de 1923 (ver gráfica 1), en particular el período de junio–noviembre de ese año, al final del cual el Reichsmark perdió todo su valor.

El motor de este proceso hiperinflacionario son los fondos compensatorios y del índice de las materias primas, Üntque vierten el dinero especulativo soslayando todo “fundamento” de la oferta o la demanda. En tanto que se ha pronosticado que el flujo de los fondos especulativos hacia los del índice de las materias primas aumentaría, de 80 mil millones de dólares en el 2005, a 120 mil millones este año, parece que para abril la cifra alcanzó ya los 100 mil millones. Y estos fondos del índice son sólo una parte del enorme flujo de los bancos; fondos compensatorios y de capital privado, especuladores de derivados financieros; y hasta de los ahora infatuados fondos institucionales “conservadores”, como las pensiones. Este mar de fondos engendra un segundo motor inflacionario: las fusiones. En el caso del oro, por ejemplo, desde septiembre del 2005 ha habido al menos 20 fusiones o adquisiciones importantes tan sólo en la industria global del oro (comparado con sólo 5 en la primera mitad del 2005), informa Merril Lynch. Lo mismo pasa con el aluminio, el níquel y especialmente las empresas energéticas.

Las emisiones monetarias de los bancos centrales están alimentando este proceso de burbuja, cuyo grado extremo aparece en la gráfica 3, de la función de la triple curva de desplome de Lyndon LaRouche. Como señala LaRouche, la Reserva Federal de EU, desde que emitió su informe semanal del 23 de marzo en adelante, de pronto dejó de informarle al público sobre su medición más amplia del abasto monetario, conocida como M3, aunque reconociendo, por supuesto, que la Reserva Federal sigue recopilando y registrando esta información.

El ritmo de expansión del M3 ha acelerado, aunque la prensa financiera por todas partes habla de “restricciones” a cargo de la banca central. En las 13 semanas que culminaron el 27 de febrero, el M3 había crecido a un altísimo ritmo de 8,7% anual. Desde entonces, la información es “secreta”.

—Paul Gallagher; traducción de Ingrid Torres.