Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núms. 10

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Luchemos por salvar nuestra forma de vida

En una reunión que sostuvo con un grupo de sindicalistas estadounidenses el 26 de mayo, Lyndon LaRouche planteó la crisis que enfrentamos y lo que tiene que hacerse. Tras describir el desplome financiero que se ha dejado sentir con fuerza impresionante en las últimas semanas, LaRouche pasó a abordar la cuestión de salvar el sector de máquinas–herramienta, el alma de una economía productiva, que sigue primordialmente asentado en la industria automotriz.

De haber actuado a principios de 2005, cuando di la voz de alarma sobre el desmantelamiento y bancarrota del sector automotriz, hubiéramos podido virar la situación, dijo LaRouche. Pero el Congreso le sacó la vuelta al problema; la solución de LaRouche tiene “demasiado de Roosevelt” para su gusto. LaRouche dijo:

“Henos aquí ahora: tenemos ya el remate de secciones enteras de la industria del automóvil. De continuar ese proceso —como acelerará, a menos que lo paremos—, no sólo significará que no tendremos una industria automotriz o no mucho de una, ya no tendremos la capacidad de organizar una recuperación. De ahí que, en tanto tengamos la industria automotriz, en tanto tengamos las capacidades que representa, las capacidades de máquinas–herramienta de la industria o las dos terceras partes que a lo mejor no necesitamos para fabricar autos en este momento, sino las dos terceras partes que pueden usarse para construir sistemas ferroviarios, sistemas energéticos, para reparar las compuertas en los ríos y demás, las presas, y para hacer las otras cosas necesarias en términos de la infraestructura, que levantaron la economía de la forma que Roosevelt lo hizo mediante las actividades de Harry Hopkins allá en los 1930; perderíamos eso. Lo cual significaría que tendríamos que empezar de cero para tratar de echar a andar una economía. No tendríamos lo que se llama “capacidad de repunte” para reconstruir la economía. Lo cual significaría que nuestra forma de vida simplemente desaparecería.

“Por tanto, estamos luchando por nuestra forma de vida como solíamos entenderlo, en dos niveles. Primero que nada, enfrentamos la amenaza inmediata de un colapso financiero general; ¡no de una depresión!, sino de un colapso de todo el sistema mundial: estamos al borde del mismo ahora. Lo que ven en términos de hiperinflación en las materias primas, lo que ven en los altibajos turbulentos en los mercados financieros, son signos de una desintegración de todo el sistema financiero mundial. Y si Estados Unidos y Europa se van, China como mercado sufrirá; India se derrumbará, otras partes del mundo caerán. Esto es, el colapso de Estados Unidos y de Europa Occidental significaría un derrumbe de reacción en cadena del sistema mundial entero. Estamos hablando de un holocausto más allá de lo que la gente podría imaginar en los últimos siglos; puede suceder.

“Por ello, nosotros en Estados Unidos, por nuestra Constitución, tenemos la capacidad de organizar una recuperación, digamos, al estilo de Franklin Roosevelt. Podemos hacerlo. Nuestra Constitución tiene dentro de sí la autoridad del gobierno para tomar la clase de medidas que pueden organizar una recuperación. Si organizamos una recuperación para Estados Unidos, otros países se nos unirán, y podremos evitar la peor de las catástrofes posibles y entrar en un proceso de recuperación.

“Pero si no actuamos ahora, si no actuamos en el período inmediato venidero, puede que perdamos la oportunidad de salvar a esta nación, y todo lo que eso significa. Por ende, lo decisivo ahora es patear algunos traseros y hacer que los congresistas y otros, que en cierto sentido están dispuestos, hagan algo, pero no quieren dar el primer paso, y darles las agallas, el coraje, para avanzar. Yo sé qué hacer. He estado hablando bastante al respecto, estoy bastante familiarizado con esto, pero tenemos esta resistencia en términos del sistema político.

“Por tanto, tenemos que movilizar a las fuerzas de la población, las fuerzas políticamente activas. . . para movilizar al Congreso [de Estados Unidos], darles las agallas necesarias para que tomen las medidas a las que probablemente no se oponen, pero que den los pasos necesarios para salvar a esta economía y, en realidad, para salvar a la civilización”.