El etanol consume más energía de la que produce
por Marjorie Mazel Hecht
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A la sombra del Capitolio estadounidense, el senador republicano John Thune (de Dakota del Sur) y el representante republicano Jeff Fortenberry (de Nebraska) no tienen ningún empacho en montarse al carro del etanol, pero es el pueblo estadounidense el que pagará los platos rotos. (Foto: Ford Motor Co.). |
La verdad sobre el etanol, el combustible maravilla que se supone remplazará la dependencia estadounidense del “petróleo extranjero”, es que se requiere más energía para producirlo que la que este combustible proporcionará. Y remplazar el petróleo importado con etanol requeriría cubrir de maíz u otra biomasa más de la mitad de la superficie de Estados Unidos.
Uno de los argumentos de más peso contra el uso del etanol es el del profesor David Pimentel de la Universidad Cornell, un viejo defensor de tecnologías inferiores. Él y un colega, Tad W. Patzek, profesor de ingeniería civil y ambiental de la Universidad de California en Berkeley, realizaron un análisis detallado de la proporción de insumo–rendimiento de la producción de etanol a partir del maíz, el pasto conocido como “switchgrass” y biomasa de madera. Sus conclusiones, que se publicaron en Natural Resources Research (vol. 14, núm. 1, de marzo de 2005, págs. 65–76), son que:
• el etanol de maíz requiere 29% más energía de combustible fósil que el combustible producido;
• el etanol de switchgrass requiere 45% más que el combustible producido; y,
• el etanol de biomasa de madera requiere 57% más.
Pimentel y Patzek tomaron en cuenta la energía empleada para la producción del cultivo, que incluye la producción de pesticidas y fertilizantes, maquinaria agrícola, irrigación y transporte, y la necesaria para destilar el etanol.
Como Pimentel le dijo al servicio noticioso de la Universidad Cornell en julio de 2005, “simplemente no hay ningún beneficio energético en usar biomasa para obtener combustible líquido. Estas estrategias no son sustentables. . . La producción de etanol requiere invertir una gran cantidad de energía fósil y, por tanto, está contribuyendo a los déficit de las importaciones de petróleo y gas natural en EU”.
Pimentel calculó que se requieren unos 131.000 Btu (unidades térmicas británicas) para elaborar 1 galón de etanol, pero 1 galón de etanol tiene un valor energético de sólo 77.000 Btu, lo que representa una pérdida neta de 54.000 Btu por galón.
Pimentel y Patzek no incluyeron en sus cálculos el costo de los subsidios estatales y federales que reciben las grandes compañías productoras de energía de biomasa. Es importante señalar que Pimentel apoya el uso de biomasa (madera) para la calefacción hogareña, pero no para la producción de combustible líquido.
Eso no es todo
Pero eso no es todo. Incluso miembros de la porra de la producción de etanol, como el ex director de la CIA James Woolsey, advierten que el obstáculo principal para remplazar la gasolina con etanol es su “alto costo de producción” y el hecho de que requiere “grandes subsidios”. Woolsey y otros hablan de nuevas investigaciones de ingeniería genética de las que surgirán microbios especiales que fermenten el maíz y otra biomasa. Pero Woolsey y compañía no ven al elefante sentado en medio de sus argumentos: el uso de la tierra.
El doctor Howard Hayden, profesor emérito de la Universidad de Connecticut y editor del boletín informativo The Energy Advocate, señala en un artículo en la revista 21st Century Science & Technology, publicado en su edición de primavera de 2006, que “producir etanol con tanta energía como la que empleamos en el transporte, requeriría destinar 1.100 millones de acres a la producción de maíz de alto rendimiento, con todas las cosas que los ambientalistas detestan: fertilizantes, irrigación y pesticidas. Eso representa casi 1,8 millones de millas cuadradas, 51% de la superficie de tierra de los 50 estados” de la Unión Americana.
Esta cantidad increíble de tierra tiene sin cuidado a las muchas empresas que están intoxicadas con la perspectiva de recibir subsidios gubernamentales para la destilación de alcohol en la producción de combustible. El Departamento de Agricultura de EU anunció en abril que una compañía de Florida, Progress Energy Florida, firmó un contrato a 25 años para comprarle energía a una planta de “biomasa de pasto” de 130 megavatios en el centro de Florida, que recibirá un subsidio del gobierno por los próximos 10 años.
En Georgia, otra compañía de energía alternativa, Earth Resources, tiene pensado construir una planta de energía a base de desperdicios avícolas (tecnología que recibió un subsidio de 1 millón de dólares del Departamento de Agricultura). Otras empresas son precursoras en el uso de estiércol vacuno con subsidios del gobierno.
En California, que desde hace tiempo está a la vanguardia en las estafas energéticas para destruir la economía física, el gobernador Arnold Schwarzenegger acaba de firmar una orden ejecutiva con el objetivo de producir dentro del propio estado 20% de los 900 millones de galones de biocombustibles que necesitará para el año 2010, cantidad que aumentará a 40% para el 2020, y a 75% para el 2050. La orden también establece que 20% de la electricidad para satisfacer los requisitos de energía renovable del estado se genere con biomasa, un plan de veras diseñado para desperdiciar energía.
Al mismo tiempo, grupos ambientistas californianos hablan de un informe de la Universidad de California que documenta cómo el uso de etanol podría generar concentraciones más elevadas de contaminantes tóxicos en el aire.
La campaña actual a favor del etanol viene directamente de la contracultura que se le impuso a EU hace unos 30 años, con la promoción de una sociedad posindustrial, y la involución de la ciencia y la tecnología. La realidad y la economía física perdieron importancia y, como en la “neolengua” de la obra 1984 de Orwell, más se convirtió en menos. De ahí la popularidad del etanol y el “no desarrollo” de tecnologías de avanzada —la nuclear y la de fusión— capaces de impulsar una sociedad industrial.
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