Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 11

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Iberoamérica

 

López Obrador: México debe hacer lo que Argentina con la deuda


por Gretchen Small

De llegar a la Presidencia de México, ¿se unirá el hoy candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador (der.) al informal “Club de Presidentes” que se aglutina en torno al liderato del presidente argentino Néstor Kirchner? Arriba, de izq. a der.: Néstor Kirchner, Evo Morales, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez, presidentes de Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela, respectivamente. (Foto: Presidencia de Argentina).

El candidato presidencial de la Alianza Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, dejó caer una bomba durante su gira de campaña por Jalisco el 1 de junio, cuando anunció que en caso de ganar las elecciones del próximo 2 de julio, procurará renegociar la deuda externa de México como lo hizo el presidente Néstor Kirchner en Argentina.

“Está demostrado que los países o los gobiernos que no se ajustan, o que no se ciñen puntualmente a los organismos internacionales, les va mejor. El consenso de Washington [los dictados del FMI] ha demostrado no ser lo mejor para países en vías de desarrollo, como es el caso de nosotros. Argentina, por ejemplo, logró una muy buena negociación de deuda, aunque tuvo presiones. El país estaba en el suelo, estaba quebrado y el presidente [Argentina] Kirchner supo hacer una muy buena negociación de la deuda y esto permite liberar fondos para el desarrollo nacional”, declaró López Obrador en varias entrevistas ese día.

A sólo un mes de las elecciones presidenciales mexicanas del 2 de julio, esa declaración del candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien va empatado en las encuestas con el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, le dio a Wall Street y la City de Londres tal sobresalto, que hasta la fecha no ha habido ningún órgano informativo angloparlante que informe sobre el asunto.

En ciertos lugares tienen buenos motivos para sentir pánico por esa declaración. Apenas unos cuantos días antes, uno de los dirigentes de las fuerzas nacionalistas dentro del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el senador Manuel Bartlett, exhortó a los priistas a hacer valer su voto en las elecciones no votando por el candidato del PRI, Roberto Madrazo (quien va de tercero en las encuestas), sino por López Obrador. Se tiene que derrotar el proyecto “derechista” del PAN, señaló Bartlett. Después de las elecciones, el PRI estará entonces en posición de limpiar al partido de los neoliberales “traidores” que se han apoderado del mismo. Si las bases del PRI votan por López Obrador, puede ganar, y con la base de apoyo político suficiente para enfrentar el asunto de la deuda como lo hizo Argentina.

Argentina obligó a los bancos y fondos buitres a aceptar finalmente una quita de 70% a sus deudas usureras, afirmando el principio de que los pueblos y las naciones son primero que el papel. El hecho de que Argentina hizo tal, ha despertado por toda Sudamérica un renacimiento del nacionalismo orientado hacia el desarrollo que le ganó fama a Iberoamérica, hasta que los banqueros tomaron el poder en los 1970 y 1980. Cada vez más los presidentes de Sudamérica han venido coordinado de manera informal su defensa de la soberanía de la región, cuando consideran que pueden hacerlo.

Ahora el optimismo de que puede darse la pelea por el desarrollo soberano nuevamente amenaza con prender en México. Esto es grande, comentó el estadista norteamericano Lyndon LaRouche; hay intereses que no estarán contentos al ver el espectro del “Club de Presidentes” levantándose tan cerca de la frontera de EU.

La gente es primero

Apenas la semana anterior, el 25 de mayo, el presidente Néstor Kirchner le había recordado a una multitud de 300.000 argentinos congregados en la Plaza de Mayo de Buenos Aires para celebrar el Día de la Independencia, lo que Argentina acababa de lograr con su lucha: “Estábamos acosados por aquellos que decían que primero había que pagarle a los bancos antes que a la gente”, dijo el Presidente argentino a la multitud llegada de diversas partes del país a participar en la mayor concetración en décadas en Argentina. “Y nosotros nos pusimos firmes con el acompañamiento de ustedes y pudimos ir construyendo una Argentina diferente”, agregó.[FIGURE 1]

Kirchner recordó que recibió “el país en llamas” cuando tomó posesión hace tres años: “Teníamos 60 por ciento de pobreza, 26 por ciento de desocupación, casi 30 por ciento de indigencia, nuestros hermanos estaban con los brazos caídos, parecía que la Argentina se derrumbaba, pero con la fuerza del pueblo, con la fuerza de la gente honesta y decente de esta Patria, con la gente que nunca se resignó a que este país se derrumbe, empezamos la reconstrucción. Estábamos acosados por deudas, estábamos acosados por sectores del privilegio que no querían dar un solo paso atrás. . . estábamos acosados por aquellos que querían hacer lo que ciertos grupos económicos querían hacer en la Argentina y decían que la Argentina no era viable, si no se satisfacía los intereses de esos grupos”.

Kirchner celebró la derrota de estos intereses: “De los 100.000 millones de dólares de la deuda privada, logramos una quita histórica; por primera vez en la historia pudimos los argentinos ganar la batalla y doblarle la mano a los que saquearon el país y ahorramos 70.000 millones de dólares”.

Luego de tremendo aplauso, Kirchner agregó: “Esta Plaza de Mayo, hoy formalmente le dice chau al Fondo Monetario Internacional, la Argentina pagó su deuda, no depende más del Fondo”.

La multitud jubilosa, entre la cual se destacaba el aparato sindical peronista —el poderoso adversario histórico del librecambismo británico, fundado por Juan Domingo Perón—, que por primera vez en décadas salía a las calles, aplaudió con entusiasmo el juramento de Kirchner de que a pesar de las operaciones sucias de los intereses financieros, entre ellas amenazas de muerte en su contra, profundizaría el proceso de cambio en el país al aplicar una política económica en la que el Estado defina programas que beneficien a la población.

Cuando la deuda se torna impagable

López Obrador sacó a relucir la “estrategia Kirchner” varias veces el 1 de junio, pero desde entonces no ha vuelto a referirla, o cuando menos la prensa no lo ha dado a conocer. En el debate presidencial del 6 de junio López Obrador se dedicó al juego político de costumbre, acusando de corrupción a su principal adversario, Calderón, pero evitando apelar a la población para que se vuelque en millones de votos a su favor, de modo de qe México pueda dar la batalla para reconstruir lo que se ha destruido, como está haciendo Argentina.

El candidato del PRD enfrenta el mismo dilema que tuvo el Partido Demócrata en la elección presidencial estadounidense de 2004: para ganar necesita un margen lo bastante grande como para impedir que le roben el voto. Después del debate, López Obrador se dirigió a una multitud de 70.000 simpatizantes en el Zócalo, la plaza central de la Ciudad de México, donde les recordó que los nacionalistas mexicanos se enfrentan a intereses muy poderosos que están acostumbrados a ganar a cualquier precio para mantener su poder, “para seguir devorando a nuestro país”.

La candidatura de López Obrador ha abierto una pelea en torno a cómo asegurar esa victoria y qué se debe hacer en el frente económico en caso de que gane. El rechazo sistemático del Partido Demócrata de EU a encarar el hecho de que la única fuerza a mano capaz de derrotar a esos intereses “devoradores” es la de la población que se moviliza para defender sus intereses fundamentales, es una lección para los que en el PRD están de veras comprometidos con cambiar el sistema económico.

No es sorpresa que Wall Street tenga a sus promotores dentro del equipo de López Obrador, como su principal estratega de campaña, Manuel Camacho Solís, cuyas relaciones de vieja data con el megaespeculador George Soros son bien conocidas. El principal asesor económico de López Obrador, Rogelio Ramírez de la O, adiestrado en Londres, también sigue convencido de que con la globalización no hay otra manera de lograr “una economía de mercado con responsabilidad social”, que las reformas neoliberales del ex presidente Carlos Salinas de Gortari sólo tienen que modificarse para eliminar la corrupción que arruinó lo que hubiera funcionado. El problema, según Ramírez de la O, es que si el nuevo gobierno no adopta medidas para aliviar la destrucción social creada por ese modelo, México será ingobernable.

La desoladora declaración que dio Ramírez de la O, en el sentido de que no se puede tocar al sistema existente y, por tanto, que lo mejor que puede hacer México es adoptar las medidas de Salinas “sin corrupción”, que se publicaron en una larga entrevista en El Semanario el mismo día que López Obrador planteó la estrategia Kirchner, obligó al candidato a hacer una declaración personal al día siguiente rechazando de plano que sus planes tengan nada que ver con la política de privatización y libre mercado del ex Presidente que tanto han destruido a México.

Pero dentro de la coalición que respalda a López Obrador hay quienes, no obstante, han estado viajando por el país movilizando a la población para salir a exigir la construcción de grandes obras de infraestructura y cambios sustanciales, para ganar la pelea interna contra las recomendaciones del grupo de “la Ciudad de México” en torno a Camacho Solís.

Esta pelea interna se da cuando crece la comprensión de que el próximo Presidente de México tendrá que vérselas con la desintegración del sistema financiero internacional, exactamente como lo ha advertido Lyndon LaRouche. Uno de los asesores de López Obrador le dijo a un organizador larouchista que miembros de su equipo han participado en reuniones en Berlín, Alemania, donde el debate ha girado, no en torno a si el sistema del dólar puede caer, sino cuándo.

Hasta Ramírez de la O, cuando un miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) le preguntó en un foro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el 31 de mayo, si López Obrador declararía una moratoria a la deuda y se uniría al llamado de LaRouche para crear un Nuevo Bretton Woods, contestó que no a ambas cosas, pero su razonamiento fue que la crisis internacional no era lo bastante grave todavía como para permitir esas medidas.

La bomba de la deuda de México

En sus declaraciones del 1 de junio, López Obrador reiteró su compromiso de establecer una “Comisión de la Verdad” para investigar el FOBAPROA, el escandaloso fondo con el que el gobierno rescató de la quiebra al sistema bancario mexicano en 1995, a fin de reestructurar la deuda del mismo. Esto no es poca cosa, desde el punto de vista de los intereses “devoradores”. Con el FOBAPROA (o IPAB, como se le conoce ahora), el gobierno mexicano asumió la deuda vencida de todo el sector bancario privado por medio de bonos de FOBAPROA, con rendimientos que cambio por los activos bancarios que no valían nada, lo cual se convirtió en la mayor fuente de ingreso de los pocos bancos mexicanos que quedaron, de los cuales más del 80% está en manos de los gigantes de las finanzas mundiales. Hoy día esa deuda se ha disparado a 120 mil millones de dólares, lo cual representa, como destacó López Obrador, un peso enorme para la hacienda pública.

¿Qué pasa con esa deuda en las condiciones de un estallido internacional? Los funcionarios mexicanos son muy aficionados a dar informes sobre cómo el Gobierno de Vicente Fox redujo la deuda externa de México, pero no se atreven a decir nada sobre la enorme deuda dizque “interna”, que en esta economía globalizada es en realidad otra forma de deuda externa. Las estadísticas oficiales publicadas a principios de junio muestran que desde que comenzó el Gobierno de Fox en diciembre de 2000, la deuda pública interna se triplicó, hasta alcanzar la enorme suma de 2.100 billones de pesos, equivalente a unos 120 mil millones de dólares.

Las finanzas de México son de por sí tan precarias, que el presidente del Banco de México, Guillermo Ortiz, declaró defensivamente el 8 de mayo en una entrevista con el diario londinense Financial Times, que no hay absolutamente ninguna relación entre la situación de hoy y la del momento en que ocurrió el estallido de la deuda mexicana entre diciembre de 1994 y enero de 1995, lo cual puso a temblar a todo el sistema financiero mundial.