Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 11

Versión para imprimir

Regrese al inicio

 

Reportaje especial

 

Nacionalismo nuclear

por Sandra Brull Jiménez e Israel Muñoz, miembros del LYM

La tragedia que vive México es el resultado del golpe político que recibió el Gobierno de José López Portillo (1976–1982), propinado por intereses internacionales que, aunque operan desde los Estados Unidos, no clasifican ni para obtener una nacionalidad específica. Éstos acecharon, amenazaron y devastaron el mayor crecimiento físico obtenido en ese país. Todo lo anterior fue aderezado con una crisis internacional en donde se viró hacia un sistema de especulación financiera, destrucción de las capacidades físicas y una cultura moral decadente. Hoy se enfrentan las consecuencias en todo el mundo de este delicioso condimento.

Los adultos jóvenes de esta generación debemos estar decididos a combatir el intento de los intereses oligarcas de regresar a las repúblicas a un estado feudal. Para esta labor requerimos entender ciertos puntos en la historia, lo que dio origen a una tradición patriota en el mundo y en México.

Regresando a las décadas de los 70–80, recordemos el valeroso esfuerzo del mandatario a pesar del panorama internacional: baja del precio del petróleo y las materias primas, alza en las tasas de interés, entre otros factores externos que retaron las decisiones del Gobierno de López Portillo, demostrando el liderato de la nación. “No aprovechar la breve oportunidad que nos ofrecían las circunstancias de conseguir crédito para construir nuestras instalaciones petroleras e industriales. . . hubiera implicado miopía y estupidez. Peor aun: hubiera significado que quizá no volviéramos a tener oportunidad de financiar esa expansión. ¿Quién ahora, con el mercado petrolero reprimido, nos prestaría para instalar nuestras plantas? ¿A qué ritmo podríamos construir una plataforma de producción y exportación de crudo? ¿Qué facilidades de crecimiento tendríamos en otras áreas?”[1]

El valor de Portillo fue potenciado con la posibilidad de una alianza con los EU encabezada por el economista estadounidense Lyndon H. LaRouche, con la pelea que sostenía contra las políticas malintencionadas del gobierno de su país, además del documento Operación Juárez,[2] escrito luego de la reunión que sostuviera a principios de 1982 con el mandatario mexicano, donde le advirtiera de la arremetida de organismos como el FMI, la Reserva Federal estadounidense y otros contra México y países del sur de América como Brasil y Argentina. La pelea se perdió, y lo confirmamos con la dolorosa presencia de los hechos actuales.

El presidente José López Portillo ondea la bandera de México el 3 de septiembre de 1982. (Foto: Coordinación de Material Gráfico).

Es ahora buen tiempo para defender el legado de una tradición revolucionaria, donde las decisiones políticas daban a la población la dirección de desarrollo a la que los banqueros se oponían y oponen con su manera tan particular de razonar: “Si el hombre es una bestia de carga, tratémoslo como bestia, sin posibilidad de desarrollo, atado a la subsistencia diaria, sin futuro”. De esta situación se dio cuenta López Portillo al asegurar: “La banca privada mexicana ha pospuesto el interés nacional y ha fomentado, propiciado y aun mecanizado la especulación y la fuga de capitales”.[3]

Este preámbulo me proporciona los elementos históricos para entrar al tema que nos compete: la energía nuclear y su desarrollo en el país, que inició el Gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970–1976), y continuó López Portillo, entendiendo que la única solución para el futuro energético del país era explorar todas las opciones energéticas. “Dentro del Plan Nacional de Energéticos admitimos, como la alternativa más seria para resolver el problema energético de México y de la humanidad a partir del próximo siglo, la que se refiere a algunos de los procesos de fisión o fusión del átomo”.[4]

Qué pasaría con una dirección política tan clara en este momento de la historia, como la que se manifiesta a continuación: “La decisión de diversificar los insumos energéticos primarios, promover el impulso a la investigación y el desarrollo experimental en materia nuclear, a la exploración y explotación de minerales radiactivos, así como las medidas en materia de seguridad nuclear y salvaguardias, dentro de un contexto de planeación y de política nacional de energéticos, demanda ciertamente de un claro esfuerzo de organización y de disponibilidad de fondos, en vista de lo cual surge la necesidad inmediata de instrumentar la legislación aplicable”.[5]

Cuando inició la construcción de la planta nuclear Laguna Verde en el estado mexicano de Veracruz en 1976, se planteó la necesidad de suministrarle a la red eléctrica del país 10.000 megavatios (MW), de los cuales esta central nuclear, con sus dos reactores, generaba 682,5 MW y 655,14 MW, además de ahorrar 6.895 millones de barriles de petróleo por unidad al año. Para lograr la meta de abasto energético y dejar de depender de los hidrocarburos se necesitaban 20 plantas nucleares.[6] Hoy, con el avance tecnológico y las capacidades de los reactores de cuarta generación hechos para naciones con poca o demolida infraestructura, que se construyen actualmente en Sudáfrica, se necesitan entre 25 y 30 de estos nuevos reactores con capacidad de 400 MW para satisfacer esta demanda y superarla, buscando llegar a los requerimientos actuales.

Como país, México tiene que adoptar la energía nuclear como lo hiciera Portillo en la década de los 80, pensando en los efectos de esta acción para nuestra generación y para las venideras. Dicho impulso no sólo afectará a esta nación; es una acción continua que no sólo involucra a México, sino a toda la civilización que habita el mundo.

“La reactivación duradera y estable de la economía mundial no provendrá de la prosperidad de algunos de sus segmentos, si en los demás se mantiene el estancamiento. El progreso de cada uno es, cada vez más, condición para el progreso de todos”.[7]

 

El Instituto Iberoamericano de Ciencias Naturales

Una medida urgente para el desarrollo e integración de las naciones es la creación del Instituto Iberoamericano de Ciencias Naturales, donde colaboren científicos de México, Brasil, Argentina, Colombia, Perú, Venezuela, Chile, etc.

Sólo si Iberoamérica desarrolla energía nuclear y colabora en grandes proyectos de infraestructura en conjunto con los EU y demás países del mundo, podemos tener futuro como naciones soberanas.

—Artículo cortesía del semanario digital Prometeo.


[1]Discurso pronunciado por López Portillo el 18 de marzo de 1982, en la celebración del aniversario de la expropiación petrolera, en la isla de Cayacal, Michoacán.
[2]Operación Juárez, disponible en www.wlym.com/~spanish.
[3]VI Informe de Gobierno que pronunció López Portillo el 10 de septiembre de 1982 en la Ciudad de México.
[4]Conferencia de prensa de López Portillo durante una visita de Estado a Ottawa, Canadá, el 27 de mayo de 1980.
[5]Alternativa propuesta por la organización de LaRouche en México al entonces presidente mexicano José López Portillo, misma que ahora es la campaña preponderante del LYM en ese país.
[6]Iniciativa de ley reglamentaria del Artículo 27 constitucional en materia de energía nuclear, Ciudad de México, 1977.
[7]Discurso de apertura de López Portillo en la Reunión de Internacional sobre Cooperación y Desarrollo en Cancún, Quintana Roo, el 22 de octubre de 1981.