Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 11

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Reportaje especial

 

LaRouche propone un nuevo orden económico de alta tecnología

Lyndon LaRouche pronunció el siguiente discurso el 15 de junio en una videoconferencia sobre “El papel del petróleo en la transición a la energía nuclear”, que organizó el Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM, por las siglas en inglés de este movimiento internacional) y EIR. Sus comentarios a los participantes en las sendas reuniones, que estuvieron enlazadas por internet desde México y Argentina (esta última realizada en un auditorio del Congreso argentino), contaron con interpretación simultánea al español. La videoconferencia, que aún está disponible en www.larouchepub.com/spanish, se difundió al mundo entero tanto en inglés como en español.

Moderadora, Ingrid Torres del LYM: Quiero darle la bienvenida a todo el público presente aquí [en la Ciudad de México], y también a los presentes en el Congreso de Argentina, expresando el consenso de todo el Movimiento de Juventudes Larouchistas y EIR, quienes hemos sido los encargados de organizar esta presentación aquí en México y en Argentina, que están transmitiendo desde allá.

Queremos destacar que ésta es la culminación de nuestra primera campaña nuclear con esta conferencia, y a la vez es el punto de origen, es el inicio de nuestra segunda campaña nuclear, cuyo objetivo es que termine el primero de diciembre con el anuncio del nuevo Presidente de México de un programa para desarrollar la energía nuclear.

En ese sentido, todo el proceso ha sido organizar en las instituciones, en las universidades, las propias campañas presidenciales de los candidatos, a la ciudadanía en general. Y, pues, tenemos la presencia de instituciones, como son el Sindicato de Trabajadores del Transporte del Distrito Federal; el CESNAV, Centro de Estudios Navales, en su curso de seguridad nacional; el sindicato Mártires de San Ángel, que es un sindicato que representa a la industria textil; al secretario general del Sindicato de los Oficinistaas; a gente que viene de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Y también nos acompañan estudiantes de diversas universidades, como el UNITEC, la Universidad Mexicana, la UAM Xochimilco, la UAM Ixtapalapa. Y a los demás, discúlpenme, pero sean todos bienvenidos.

Y, sin mayor preámbulo, me gustaría darle la bienvenida al señor Lyndon LaRouche, quien va a estar hablando de “Un plan para la transición a un nuevo orden económico de tecnología avanzada”. Demos la bienvenida al señor LaRouche, ex precandidato a la Presidencia de Estados Unidos.

Bienvenido, señor LaRouche:

LaRouche: Estamos en un momento de la historia mundial en el que, al momento, el sistema financiero y monetario del mundo está en proceso de desintegración. Esto no significa el fin del mundo. Significa que, o hacemos ciertos cambios, o este planeta entrará de hecho en una prolongada nueva Era de Tinieblas comparable a lo que pasó en Europa a mediados y fines del siglo 14.

Ahora bien, hay un problema al pronosticar que muy pocos economistas entienden, porque la mayoría de los economistas trabajan en base a teoría estadística, y la teoría estadística no se aplica al comportamiento humano colectivo. A veces lo puede describir, pero no nos capacita para predecir el comportamiento humano colectivo, porque, primero, los seres humanos no son simples animales. Los seres humanos pueden cambiar su conducta, de la misma manera que hacemos descubrimientos fundamentales de principios físicos en la ciencia. Y, cada vez que la humanidad descubre un nuevo principio o aplica uno ya conocido que no se ha aplicado, el rumbo de la historia cambia de conformidad.

Sin embargo, ahora estamos en un momento en el que, en tanto el mundo siga bajo la forma internacional actual del sistema monetario, el sistema actual del FMI, este mundo está condenado a hundirse en una nueva Era de Tinieblas. Y, si seguimos con esa orientación, nada detendrá que el mundo entero se hunda en semejante nueva Era de Tinieblas. Lo único que se puede hacer es cambiar el sistema monetario internacional, y la manera de hacerlo es sometiendo al sistema actual a un proceso de reorganización por bancarrota. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, se nos acaba ahora el tiempo en que, entre marzo que acaba de pasar y septiembre, en las circunstancias actuales, es de esperarse un colapso general del sistema del dólar, del sistema monetario internacional. Ese colapso ya está en marcha. Lo ven en dos fenómenos: un ritmo de aceleración de la inflación en los precios de las materias primas y, al mismo tiempo, una crisis de desintegración de partes enteras de los mercados financieros. Entonces, los dos procesos en marcha representan una condición de turbulencia, de una turbulencia creciente, que se asemeja mucho a lo que pasó en Alemania entre junio y noviembre de 1923. Estamos en una crisis de desintegración de esa clase.

Las condiciones para una solución estilo Roosevelt

Sin embargo, si Estados Unidos cambiara su política, al someter a la Reserva Federal a una reorganización por bancarrota —es decir, interviniendo al sistema de la Reserva Federal—, entonces tendríamos una alternativa para empezar una recuperación comparable, como modelo, a lo que hizo Franklin Roosevelt cuando asumió la presidencia en 1933. Sin esa clase de cambio, no hay esperanza para Estados Unidos. Si Estados Unidos cae, Europa se derrumbará de inmediato. Rusia más lentamente, porque ahora tiene una economía un poco diferente. Las economías asiáticas se desplomarán con rapidez, porque un colapso de los mercados estadounidenses y europeos para los bienes asiáticos significará un colapso en China, y un colapso en India y otros países asiáticos. Entonces tendríamos de inmediato una crisis de desintegración general del planeta entero.

Lyndon LaRouche habla el 15 de junio en una videoconferencia internacional por internet sobre la transferencia tecnológica, que tuvo como sede la Ciudad de México y Buenos Aires. (Foto: Stuart Lewis/EIRNS).

Alguna gente quiere que suceda; gente como Félix Rohatyn y otros miembros de la internacional sinarquista, cuyos planes son un mundo en el que la población mundial se desplomaría con rapidez a menos de mil millones de personas, de los más de seis mil millones que somos hoy. Naciones enteras desaparecerían, en algunos casos idiomas enteros. Ésa es la clase de problema que enfrentamos.

Por tanto, todo depende del factor subjetivo: ¿conocemos las soluciones? Y, ¿sabemos cómo funcionan? ¿Tenemos la capacidad, la voluntad, para que funcionen, para presentarlas? Sí podemos hacerlo, y mi función no sólo es advertirle a la gente del desplome, que ahora es prácticamente inevitable con el sistema actual, sino indicar con claridad, a nivel subjetivo, cuáles son las decisiones que Estados Unidos puede tomar.

Se necesita un enfoque rooseveltiano

Por ejemplo, el Gobierno de Estados Unidos: ¿qué podría hacerse ahora, ahorita mismo, para evitar un colapso general del sistema estadounidense y también del sistema mundial? El planeta sólo podría salvarse de una nueva Era de Tinieblas al presentar el concepto de los cambios de política que se necesitan para salvar al mundo de esta crisis que embiste. Ésa es nuestra situación. Cualquier otra visión de la historia mundial es una ilusión, una ilusión consoladora. La idea de que los sistemas actuales de las Américas pueden funcionar, o sea, el sistema monetario actual, es una locura. No podrían funcionar. Necesitamos un nuevo sistema, y en esencia es el que Roosevelt diseñó como el nuevo sistema de Bretton Woods. Los tiempos han cambiado, las condiciones han cambiado, pero tenemos el mismo tipo de sistema, y lo que se necesita es aplicar el enfoque de Roosevelt mediante reformas.

Nada sustituye a la energía nuclear

Pero también hay otras reformas, en las que nos concentraremos hoy. El mundo ha llegado al momento que, con más de seis mil millones de personas, no puede continuar basado en los niveles actuales de tecnología. Sin la introducción inmediata, la introducción a gran escala de los recursos de la energía nuclear, tanto a modo de recursos energéticos como de los medios tecnológicos que participan en la producción, y sin un progreso rápido hacia la fusión termonuclear en tanto fuente de energía, digamos en unos 25 años, un cuarto de siglo a partir de ahora, entonces no hay posibilidad de salvar a este mundo de una catástrofe.

¿Por qué? El aumento de la población ha significado que, para proporcionarle un nivel de vida decente a los pueblos de varias partes del mundo, a los más de seis mil millones de personas, tendremos que hechar mano de lo que se considera son recursos relativamente marginales, recursos minerales marginales. Por ejemplo, en muchas partes del mundo tenemos un problema imposible con el agua dulce. Es decir, el abasto de agua dulce disponible, de agua dulce potable, no es suficiente para responder a las necesidades humanas. Estamos agotando las reservas de agua fósil, estamos agotando el abasto de agua desarrollado para el consumo humano y animal, y así sucesivamente. Tampoco hemos desarrollado el territorio de modo que podamos mantener a una población más grande, creciente. Nuestros sistemas de transporte colectivo se han derrumbado, la organización de nuestras ciudades se ha derrumbado. Todas estas cosas tienen que cambiar.

Un joven miembro del LYM muestra un modelo de una barra de combustible nuclear durante una visita a Laguna Verde, la única planta nuclear de México. (Foto: EIRNS).

Esto requiere energía; esto requiere energía nuclear. Nada sustituye a la energía nuclear en el planeta hoy. Cualquiera que proponga que podemos pasarla sin energía nuclear está grave y peligrosamente equivocado. Los gobiernos que dicen no necesitar la energía nuclear están peligrosamente equivocados. La necesitamos. También necesitamos organizar al mundo de un modo diferente. Tenemos poblaciones, por ejemplo, en Eurasia. Por un lado tenemos una civilización europea decadente, menguante, de bajada; tenemos una población creciente, pero muy pobre, en Asia. Más de 70% de la población de India es muy pobre, con más de mil millones de personas en total; China probablemente tenga una población de 1.400 millones, algo de prosperidad, pero pobre. China depende de la producción de bienes de diseño estadounidense y europeo para los mercados de Estados Unidos y Europa. Si Estados Unidos se derrumba y la demanda de Europa se colapsa, entonces China e India experimentarán una catástrofe; habrá un desplome por toda Asia. Así que el planeta entero enfrenta la amenaza inmediata de un desplome de reacción en cadena que procede de Europa y Norteamérica, que golpearía al mundo entero.

Sistemas de cooperación continental

Para lidiar con ese problema, como un problema mundial, tenemos que dividir al mundo entre ciertos sistemas continentales de cooperación. Por ejemplo, para bregar con los problemas de Asia, de los que son típicos China e India, tenemos que concentrar a Europa —incluyendo a Rusia— en el desarrollo de las materias y la tecnología necesarias para elevar a toda la población de Asia a un nivel de vida sustentable. Éste es un campo en el que la energía nuclear se torna decisiva. Por ejemplo, en India ciertos círculos dirigentes están decididos a recurrir a los reactores de alta temperatura enfriados por gas que usan torio, como un desarrollo general de las fuentes de energía para toda India; también a cambios de tecnología. Lo mismo se necesita en China, pero India domina el ciclo del torio, al igual que Noruega y potencialmente Australia, donde hay grandes concentraciones. En otras regiones tendremos que acelerar mucho el desarrollo de reactores de alta temperatura enfriados por gas como fuentes de energía. Estamos hablando de cientos de miles de plantas nuevas a poner en operación con bastante rapidez.

Esto significa un cambio en el transporte colectivo, un cambio en la organización, un cambio en la tecnología. Significa ver unas dos generaciones adelante, cada una de unos 25 años; es una transformación en las características de las poblaciones, conforme aumentas las facultades productivas de la fuerza de trabajo.

Lo primero que tendremos que enfrentar, en términos de recursos, es esta crisis del agua. Es una crisis inmediata; o sea, es una crisis inmediata en el abasto adecuado de agua dulce. También implica una necesidad de reconstruir el potencial natural de la agricultura y demás en regiones en las que los cambios modernos en la agricultura lo han abandonado. Esto significa una inversión de largo plazo en modalidades con un uso intenso de capital, en particular en Eurasia, para elevar el nivel de la productividad, el nivel de vida de la población asiática, mediante la movilización de la producción europea en tanto una ayuda para lograr ese fin en Asia. Esto significa establecer un sistema de cooperación y financiamiento de unos 50 años de duración en Eurasia.

A retomar el modelo estadounidense

Tenemos una situación parecida en las Américas. Las Américas son diferentes a Europa en muchos sentidos, porque las Américas en general se fundaron en la emigración de poblaciones que huían de Europa, pero que trajeron los beneficios de la cultura europea a las Américas. En algunas partes de las Américas, como en México y Perú, había grandes poblaciones indígenas que se mezclaron con la civilización europea y, al tiempo que luchaban por liberarse de algunas de las influencias oligárquicas del imperialismo, mostraron el mismo potencial, en particular en la segunda mitad del siglo 19. En las Américas somos una clase de gente diferente que la que encuentras en Europa. Europa es mucho más una cultura oligárquica todavía. Nosotros no tenemos príncipes, duques, condes ni cosas por el estilo en nuestra parte del mundo. Somos una población más bien plebeya y, por tanto, vemos a la gente de manera diferente y nos conducimos de forma diferente a como lo hacen los europeos hoy, pero en cualquier caso nos fundamos en la cultura europea.

En Argentina, los participantes en la videoconferencia sobre la transición a la energía nuclear se reunieron en una sala del Congreso. (Foto: EIRNS).

Ahora bien, tenemos que regresar a esa tradición que viene de esta clase de acontecimientos en Sudamérica, Centroamérica y Norteamérica. Tenemos que regresar a lo que a fines del siglo 19 se consideraba como el modelo americano, el modelo hamiltoniano de economía. Pero mucha ruina se ha sumado a la que los países de América Central y del Sur ya habían sufrido. A México se le ha arruinado desde 1982. El cambio que impusieron los británicos y Estados Unidos en México en 1982 ha arruinado al país. La nación ya no tiene un sistema bancario propio. Los bancos los controlan extranjeros. Ha perdido su capacidad nuclear, perdió muchas de sus industrias. Las condiciones de vida de la mayoría de los mexicanos, en razón de la economía nacional, son muchos peores hoy de lo que eran en 1982, cuando vino el golpe demoledor contra México a lo largo de octubre de 1982.

En un período parecido tuvimos —acuérdense, éste es el período de la guerra de las Malvinas— una tendencia parecida en el caso de Argentina. Hemos tenido grandes problemas en Perú; en Colombia siguen los problemas serios; y así por el estilo. Por consiguiente, tenemos un continente que cuenta con vastros recursos, que en gran medida están subdesarrollados; hay mucha gente pobre, pero también, dentro de la población, algunas personas tienen un nivel cultural muy alto para la norma en el campo. Nuestra tarea en las Américas, al tiempo que cooperamos con Eurasia, es cooperar en el desarrollo de los recursos de las Américas, para corregir los errores que se han cometido, en especial en el período de 1971 a 1982, a fin de recurrir de nuevo a una economía moderna basada en elevar el nivel de vida, y a una economía agroindustrial de alta tecnología.

La base de la cooperación en las Américas

Por tanto, tenemos que contar con un periódo largo de cooperación. Esta cooperación se fundará en varias consideraciones. Primero que nada, tenemos que tener un nuevo sistema monetario que signifique un regreso a los tipos de cambio fijos; tenemos que contar con un sistema de tipos de cambio fijos a nivel mundial, porque no puedes invertir a largo plazo —eso significa a 25 o 50 años, o incluso menos— si las tasas de interés, si el costo de pedir préstamos o del capital está aumentando. Tenemos que reducir el costo de las tasas de interés para los préstamos de largo plazo. Tenemos que contar con un sistema de tipos de cambio fijos, de modo que el costo de esos préstamos no aumente durante la vida productiva de la inversión. En base a eso, con un regreso a una economía estrictamente regulada, lejos de la llamada economía de libre comercio, a un sistema regulado de cooperación entre Estados nacionales, tenemos que contar con una política, con un plan de desarrollo a largo plazo y de cooperación entre Estados soberanos en dicho desarrollo. Ésa es la única oportunidad que tiene el Hemisferio.

Esta oportunidad depende del desarrollo rápido del uso de la energía nuclear en el Hemisferio. Tenemos problemas con el agua, toda clase de problemas, pero sin la energía nuclear estos problemas no pueden resolverse. En Europa necesitamos algo parecido, como he indicado. El África al sur del Sahara ha sufrido un genocidio desde mediados de los 1970. Ésta fue una política angloamericana deliberada de genocidio contra la población africana al sur del Sahara, y al África al sur del Sahara se le ha arruinado, desde Sudán y demás hacia el sur; se le ha arruinado como cuestión de política, con directrices que adoptaron círculos dirigentes de Estados Unidos y Europa. Hemos estado cometiendo asesinatos, genocidio contra los africanos. El pretexto, como lo planteó Henry Kissinger allá a mediados de los 1970, fue el argumento de que las materias primas de África debían pertenecerle al Estados Unidos del futuro: “Por ende, no podemos permitir que la población africana aumente, porque usará más de esas materias primas, y no podemos permitir que los africanos eleven su nivel de vida y productividad, porque usarían más materias primas. Tenemos que reducir la población de África, tenemos que destruir el deseo de los africanos de tener Estados nacionales soberanos”. Así que estos países, los británicos, Estados Unidos y otros, han llevado a cabo una política de genocidio contra África, en especial contra el África al sur del Sahara.

Hemos tenido una orientación parecida en partes de las Américas. Las directrices de mano de obra barata que hemos estado aplicando, a la larga significarán el genocidio contra regiones enteras del mundo que dependen de esta mano de obra barata como recurso. Éstos son nuestros problemas.

 

Más de 120 personas se congregaron en la Ciudad de México para escuchar a Lyndon LaRouche, vía internet, desde EU. (Foto: EIRNS).

¿Podemos darle marcha atrás a estas políticas?

¿Cuáles son nuestras oportunidades de resolver esto, de darle marcha atrás a esta situación? Bueno, tenemos a un Presidente y un Vicepresidente de Estados Unidos que, de seguir en el gobierno, obstaculizarían por completo cualquier clase de acontecimiento progresista. Si hablamos de ver que el presidente Bush permanezca en el cargo por otros dos años a partir de ahora, estamos hablando de condenar a la ruina al Hemisferio y probablemente al planeta. De no remplazarse a estos personajes, no hay posibilidad de realizar los cambios políticos necesarios para controlar la crisis que ahora nos embiste, ni de librar al mundo del peligro actual. De modo que tiene que haber un cambio en el Gobierno de Estados Unidos. Si el cambio no ocurre en este gobierno, no hay posibilidades de que otras partes del mundo resuelvan el problema. La cosa tiene que cambiar desde Estados Unidos.

¿Cuál es el problema que tenemos aquí ahora? El problema es uno muy viejo, que se remonta al período de la Revolución Francesa. Con el nacimiento de la Revolución Americana, que en realidad empezó en 1763, cuando surgió por primera vez el Imperio Británico, en tanto imperio, con la Compañía de las Indias Orientales británica, nosotros en Norteamérica, que nos habíamos contentado con vivir con la monarquía británica, nos encontramos en una situación imposible después de 1763. Nos estaban aplastando, estaban aplastando nuestro progreso tecnológico. Por ejemplo, en este período de la última parte del siglo 18, la productividad per cápita del residente típico de Norteamérica era casi dos veces superior a la de la persona típica del Reino Unido. De modo que el Reino Unido estaba reprimiendo a mucha de su propia gente al reprimir el avance tecnológico, y estaba decidido a aplastar también el progreso tecnológico en las Américas. Esto fue lo que causó nuestra revolución. Nuestra revolución realizó el sueño de Europa, de una Europa libre del control oligárquico. Eso fue lo que significó nuestra Constitución y, desde entonces, trataron de aplastarnos con la Revolución Francesa, con varias cosas en Europa y las guerras napoleónicos, para aplastar la lucha por establecer sistemas presidenciales y un poder constitucional como el de Estados Unidos.

Cuando [Abraham] Lincoln ganó la guerra civil, derrotamos a las marionetas de los británicos conocidas como la Confederación, el régimen esclavista títere llamado la Confederación. Estados Unidos había surgido, desde la frontera norte hasta la frontera sur, desde la frontera canadiense hasta la mexicana, del océano Atlántico al océano Pacífico, como una de las naciones más poderosas de este planeta, una nación a la que ya no podía conquistársele con una invasión, sino sólo subvirtiéndola. El problema que hemos tenido en estas décadas, desde hace más de un siglo, es la subversión. Nos subvirtieron a principios del siglo 20, nos subvirtió Teddy Roosevelt, Woodrow Wilson, [Calvin] Coolidge, [Herbert] Hoover y gente como esa. Franklin Roosevelt salvó a Estados Unidos y a la civilización de lo que de otro modo hubiera sido un gobierno nazi del mundo. Tras la muerte de Roosevelt, fuerzas en Europa y Estados Unidos retomaron de inmediato la misma idea de tratar de destruir el legado de Roosevelt.

El LYM organiza a la población a favor de la energía nuclear en las calles de la Ciudad de México, en ocasiones con disfraces de torre de entriamiento nuclear. (Foto: EIRNS).

Ahora somos casi una nación destruida, desde dentro. Nos destruimos nosotros mismos desde mediados de los 1960, desde la guerra de Vietnam y, en especial, desde la elección de Richard Nixon. La destrucción ha sucedido a un ritmo acelerado. Ahora estamos en un momento en el que tenemos que cambiar, porque Europa Occidental es incapaz de efectuar los cambios por su cuenta. Podría hacerlos si Estados Unidos iniciara dichos cambios a su interior; esos cambios podrían difundirse. Si Estados Unidos y Europa se mueven en esa dirección, si Estados Unidos sigue ese derrotero, entonces existe la posibilidad de que las fuerzas patriotas que vemos que ahora están emergiendo de nuevo en América Central y del Sur, que estas fuerzas patriotas responderían con presteza al potencial que representan las Américas, por razones culturales, en base al Sistema Americano.

Pero, como saben, desde Argentina hasta México, no pueden ser libres mientras tengan la bota angloamericana sobre su cuello. Pero, si Estados Unidos regresa a la otra orientación, como lo hizo con Franklin Roosevelt, entonces el potencial de liberar a los pueblos de América Central y del Sur a favor de la clase de desarrollo que indican las tendencias actuales de cooperación, será casi automático. Pero Estados Unidos tiene que tomar esa iniciativa; si no, no habrá gran cambio.

En Europa, si Estados Unidos cambia, sentirán venir con rapidez una presión tremenda, como la que ven en Shanghai y Pekín ahora. En la Organización de Cooperación de Shanghai, las principales naciones de Asia están aliándose con Rusia y extendiendo lazos hacia Europa, hacia Alemania y otras partes, para lograr la cooperación continental. Si Estados Unidos hace los cambios que tiene que hacer, entonces no sólo cambiarán las Américas, sino que toda Eurasia cambiará pronto en una dirección similar. Tenemos la posibilidad de salir de ésta, y de crear condiciones nuevas sobre este planeta. Ahí es donde estamos, y en eso es en lo que estoy trabajando.

Por consiguiente, el problema es, ¿cómo cambiamos al gobierno en Estados Unidos? ¿Cómo nos deshacemos del Gobierno de Bush y Cheney, y de gente como ésa que representa este proceso? Vean lo que estoy haciendo, si observan a Estados Unidos; tenemos gente en el Partido Demócrata, y también en el Republicano, que se da cuenta —más o menos a regañadientes, o más o menos con valentía— de que tenemos que deshacernos de Cheney y tenemos que deshacernos del Gobierno de Bush. Si no, no hay posibilidades de que podamos hacer las cosas que necesitamos hacer. Queda poco tiempo; quizás para septiembre de este año, si no hemos efectuado el cambio que tenemos que hacer, entonces probablemente estaremos hundiéndonos en una profunda depresión mundial y, en potencia, en una nueva Era de Tinieblas. Si cambiamos nuestra orientación en este período de tiempo o aproximadamente en este plazo en Estados Unidos, entonces, como les he indicado, todas las alternativas están disponibles. Pero, si no, quizás estaremos ante una nueva Era de Tinieblas.