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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 12

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La pelea por el futuro del Partido Demócrata en EU

por Harley Schlanger

El ambiente de “lo mismo de siempre” que por lo general caracteriza la contienda por la presidencia estatal del Partido Demócrata en Texas, Estados Unidos, se hizo trizas este año, con la insurgencia de enojo que ha hecho erupción en el seno del mismo. Esto se reflejó en la votación en la convención estatal en Fort Worth el 10 y 11 de junio, en la que fue necesario destrabar el empate entre el candidato “oficial” Boyd Richey y el ex representante estatal Glen Maxey.

Al frente de esta insurgencia estaban Lakesha Rogers, miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM), y el abogado laboral Charlie Urbina–Jones, de San Antonio. En tanto que Urbina–Jones peleó porque el partido le diera cabida a todos y fuera más combativo contra la facción de los llamados demócratas “moderados”, que ha presidido el desplome catastrófico del partido en Texas, le correspondió a Rogers y al LYM poner los asuntos programáticos sobre el tapete. Fue la votación combinada a favor de Urbina–Jones y Rogers la que llevó a un empate, pues ni Maxey ni Richie, los otros dos candidatos, obutuvieron 50% de los votos en la primera vuelta.

A lo largo de ese fin de semana —y en especial en sus discursos ante los más de 6.000 delegados y suplentes que participaron en la convención el 10 de junio— Rogers y los activistas larouchistas pusieron al partido sobre aviso. Insistieron que hay que botar a los agentes del Consejo de Liderato Demócrata (DLC), quienes han dominado al partido en Texas en los últimos 20 años y tenido un papel decisivo en minarlo a nivel nacional, empezando por Félix Rohatyn.

Rogers, LaRouche y el legado de Roosevelt

El discurso de Rogers y los de los otros tres candidatos tuvieron una buena acogida entre los delegados. “He emprendido la pelea necesaria —dijo— para adoptar los principios que le devuelvan al país las ideas y el legado de Franklin Roosevelt”.

Continuos aplausos interrumpieron a Rogers, conforme inspiraba a revivir ese legado de Roosevelt para el electorado de Texas. Su llamado por instaurar una política de proselitismo encontró un eco especial entre muchos de los delegados que venían expresando la misma preocupación. Por ejemplo, muchos de ellos que son miembros de la decadente generación sesentiochera han venido cuestionando por qué hay tan pocos jóvenes en el partido.

Los aplausos fueron in crescendo conforme fue describiendo cómo resolver esto, para que los demócratas recobren la mayoría en Texas: “Quiero que sepan que yo soy una activista. Luego de graduarme de la universidad, me di cuenta de que nuestra generación no tenía futuro. No se nos capacita como mano de obra calificada, ¡nuestras capacidades productivas están decayendo! Estamos perdiendo nuestra fuerza laboral en estos momentos”.

Rogers culminó con un llamado vehemente a actuar: “Ustedes y yo, juntos, recuperaremos este partido. Se lo regresaremos a la gente, y nos aseguraremos de ganar la pelea para llevar a Texas ‘¡fuera del atraso y hacia el futuro!’ (que también puede interpretarse como ‘¡librándonos de los Bush y hacia el futuro!’, por el doble sentido que la consigna tiene en inglés—Ndr.). ¡Y los haremos sin Delay!” (otro juego de palabras, pero éste es con el nombre del senador republicano texano Tom DeLay, cuyo apellido en inglés quiere decir “demora”; o sea, “¡sin demora!”—Ndr.).

El discurso de Rogers fue la cúspide de dos meses de una ofensiva organzativa que empezó tras una deliberación entre Lyndon LaRouche y este autor, sobre cómo reencender en el Partido Demócrata el “espíritu del 2005”, cuando los congresistas demócratas se movilizaron para dejar a Bush vuelto un mero figurón. Con esa movilización, LaRouche terminó de desenmascarar a George Shultz como el banquero sinarquista que presionó al pobre infeliz de Bush a apoyar la privatización al estilo chileno del Seguro Social estadounidense. Los demócratas, con el apoyo abierto de algunos republicanos, unieron a la población en defensa del Seguro Social que Roosevelt instituyó como parte de su Nuevo Trato. Esto fue una dura derrota para los piratas de Shultz en Wall Street.

Los jefes de Estado de la OCS

Lakesha Rogers, miembro del LYM, habla el 10 de junio en la convención en la que contendió como candidata a la presidencia del Partido Demócrata en Texas. (Foto: Christopher Landry/EIRNS).

En vez de afianzar esta victoria, demócratas importantes se echaron para atrás a principios de 2006, al poner el pragmatismo y la ambición personal por encima del bienestar general. Félix Rohatyn —al igual que su viejo colaborador, Shultz, el fascista sinarquista de Wall Street que salió del mismo banco de inversiones Lazard Frères que apoyó los movimientos fascistas de Europa en los 1920 y 1930— surgió como una figura de peso en el Partido Demócrata, tanto por su participación en el DLC como por ser un canal del dinero de Wall Street para los candidatos que compartieran su hostilidad contra Roosevelt.

Usando al DLC como base de operaciones, Rohatyn ha tratado de sabotear la pelea de LaRouche y sus colaboradores en el partido por sacar a Dick Cheney y a los neoconservadores de la Casa Blanca, al dar la línea de que es mejor dejar a Cheney en el cargo ¡para contender contra él! Al mismo tiempo, Rohatyn también ha atacado los esfuerzos de LaRouche por que se apruebe una ley que salve al sector de máquinas–herramienta de la industria automotriz, pues trabaja para Delphi y General Motors como un agente a sueldo en el desmantelamiento de dicha industria, al deslocalizar sus plazas de trabajo mientras predica que la globalización es imparable y buena para Estados Unidos, y que recurrir a las políticas de Roosevelt es inaceptable.

LaRouche dijo que la campaña de Rogers ofrecería un polo de unión para que los demócratas texanos enfrentaran la subversión del partido a manos del DLC. Muchos demócratas texanos que en su momento intervinieron para ganar las batallas legislativas por instaurar el Nuevo Trato, y que han visto el desarrollo de su estado gracias a sus políticas, están totalmente asqueados por la sumisión reciente del partido a los “nuevos demócratas”. Los llamados nuevos demócratas han sido un instrumento para destruir el legado de Roosevelt, con su retórica antigubernamental y librecambista.

La ola creciente de inconformidad contra ellos intersecó los esfuerzos de Urbina–Jones por convertir la convención de este año en un referendo. “¡Ya basta!”, fue el clamor de quienes están hartos del giro “bushista” que ha cobrado el Partido Demócrata en Texas.

Fue en medio de este ambiente que la campaña de Lakesha Rogers proporcionó la chispa necesaria y sirvió para aclarar por qué era necesaria una insurgencia.

La unidad en torno a principios

El asunto de fondo que expresaron Urbina–Jones y, en menor medida, Maxey, así como muchos de los delegados, es que el partido ha seguido la dirección equivocada en los últimos veinte años. El partido debe concentrarse en el empleo, la salud, los problemas económicos elementales —“el fuerte” tradicional del Partido Demócrata—, pero la insistencia de Rogers de ir más allá de la retórica obtuvo una respuesta vigorosa.

Primero, es esencial sacar a los aliados de Shultz y Cheney del Partido Demócrata. ¿Qué tiene de bueno —preguntó ella y otros miembros del LYM— botar a Cheney, si el viejo colaborador de Shultz, Rohatyn, se queda como una figura influyente que determina la dirección del partido?

Segundo, Rogers hizo hincapié en que los demócratas tienen que ir más allá de considerar que la pelea es entre los “nuevos demócratas” y el “Nuevo Trato”. La batalla verdadera es por los principios fundamentales de la economía, de entender la diferencia, por ejemplo, entre la necedad de los axiomas presupuestales de los “pagos con cargo a los ingresos corrientes” y la creación de crédito federal, que fue lo que Roosevelt usó para construir infraestructura y crear empleos a fin de sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión, y lo que hizo John F. Kennedy para financiar el programa espacial. Hubo muchos debates acalorados en el quiosco de Rogers en la sala de exhibición, en los que los demócratas se detenían a participar en diálogos profundos con los jóvenes larouchistas.

Los jefes de Estado de la OCS
La dirigente larouchista Lakesha Rogers encendió la chispa de una insurgencia contra los “nuevos demócratas”, los enemigos del legado de Roosevelt que han arruinado al Partido Demócrata en los últimos 20 años. (Foto: Dennis Daulton/EIRNS).

Esta batalla cobró cuerpo con la distribución del informe de LaRouche PAC sobre la participación de Rohatyn en el desmantelamiento de la industria estadounidense (ver Resumen ejecutivo de la 1a quincena de junio de 2006) entre los delegados, junto con la propuesta de ley de emergencia de LaRouche del 2006 (ver Resumen ejecutivo de la 2a quincena de abril y 1a de mayo de 2006).

Varios de los oradores reflejaron esta perspectiva programática, con los muchos llamados a adoptar una orientación a favor del “bien común” y el “bienestar general”, y las referencias continuas a Franklin Roosevelt. La candidata demócrata al Senado estadounidense Barbara Ann Radnofsky invocó a John F. Kennedy y la misión a la Luna como un ejemplo de la clase de políticas que necesitamos hoy para inspirar a una nueva generación.

El factor adicional que representó un verdadero cambio en la convención de este año, fue el reconocimiento creciente de que LaRouche ha estado en lo correcto sobre la economía y sobre el Partido Demócrata. Muchos se detuvieron en el quiosco de Rogers a hablar sobre sus encuentros con LaRouche en el pasado, para decir que lo conocieron en una reunión o en una conferencia, o que se acordaban de su discurso en la convención estatal de 1980. El ex presidente estatal Bob Slagle, quien acalló a unos cuantos provocadores cuando la joven larouchista Natalie Lovegren propuso a Rogers como candidata, habló de la participación de LaRouche en el partido. Slagle, quien presidió la convención, insistió que había que respetar los derechos de LaRouche y su presencia en la convención. La gente aplaudió su declaración, y de ahí en adelante los delegados respondieron a Rogers y sus simpatizantes con bastante entusiasmo.

Un demócrata de peso comentó que LaRouche estuvo en los correcto en los 1980, cuando advirtió del peligro del fascismo en Estados Unidos. “No lo reconocimos entonces, pero ahora es claro. Está lastimándose a la gente. Necesitamos su voz”. Otro alto demócrata fue más sucinto; refiriéndose a la presencia tan patente de Rogers y del LYM, dijo: “LaRouche está de regreso, más grande que nunca”.

Incluso días después de la convención, Lakesha siguió recibiendo llamadas y mensajes de apoyo. Por ejemplo, recibió un carta de una presidenta del Partido Demócrata que ahora contiende por el cargo de comisionada de tierras, en la que le decía: “Ojalá tuviera tu elocuencia y pasión. . . Trabajemos juntas”.

La convención cerró con broche de oro. Aunque Boyd Richey fue elegido como presidente en la segunda vuelta, clausuró la convención diciendo que había recibido el mensaje, y que pretendía trabajar de la mano con Maxey, Urbina–Jones y Rogers. En una carta que dio a conocer después de la conferencia, escribió: “También quiero agradecer a Glen Maxey, Charlie Urbina–Jones y Lakesha Rogers por emprender campañas constructivas que hicieron hincapié en sus ideas de cómo podemos mejorar nuestro partido. Espero trabajar con ustedes en nuestra lucha por. . . conseguir el margen ganador en noviembre”.

Rogers respondió de inmediato con la promesa de que el LYM, Lyndon LaRouche y ella están listos para emprender esa tarea.