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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 16

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El ‘mexicano olvidado’ toma en sus manos la historia

por Gretchen Small

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Alrededor de 3 millones de mexicanos se reunieron el 30 de julio en el Zócalo de la Ciudad de México. Éste no es un fenómeno “mexicano”, dijo LaRouche, a escala mundial al 80% de la población de menores ingresos —el mismo “hombre olvidado” al que Franklin Roosevelt unió para salvar a EU y al mundo del fascismo en su tiempo— lo han excluido de manera sistemática de participar en la toma de decisiones. (Foto: sitio electrónico de Andrés Manuel López Obrador).

La pelea en México pasó a una nueva fase el 30 de julio, cuando el contendiente presidencial Andrés Manuel López Obrador, ante los cerca de 3 millones que abarrotaron la plaza central de la Ciudad de México, el Zócalo, y todos sus alrededores, instó a los mexicanos a montar 47 “campamentos permanentes” en el corazón de la ciudad, hasta que el Tribunal Federal Electoral ordene un recuento voto por voto, casilla por casilla, de la cerrada elección presidencial del 2 de julio. El llamado fue una maniobra política magistral que, aunque tomó por sorpresa incluso a muchos de sus propios simpatizantes, recibió la respuesta entusiasta de la población. Para mediados de la semana, decenas de miles de personas se habían integrado a los campamentos, a los que diariamente llegan más desde los diferentes estados del país, lo que ha transformado el centro de la Ciudad de México en un semillero de deliberación política y de animada fiesta revolucionaria. El Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) de inmediato armó su “campamento permanente” frente al Hemiciclo a Juárez, que está estratégicamente ubicado en el centro de todos los campamentos que se extienden por kilómetros desde el Zócalo. Con una computadora, y equipo de sonido y de video en plena calle, su campamento se ha convertido en un centro de clases sobre distintos temas, desde la energía nuclear, hasta la economía física de LaRouche, a una sobre sinarquismo que lleva simplemente por título: “¿Quién nos jode y por qué?” El LYM está cantando, y la gente queda fascinada con sus ensayos públicos. Cincuenta personas se reunieron una noche para leer La máscara de la muerte roja de Edgar Allan Poe. Hay debates sobre cómo los financieros que controlan al adversario de López Obrador, Felipe Calderón, son los mismos que están desmantelando la capacidad industrial de Estados Unidos, y que quieren desencadenar una guerra mundial a partir de lo del Líbano. En pocas palabras, como lo explica una de las grandes mantas del campamento del LYM, están dedicados a encender el fermento intelectual necesario para emprender un nuevo Renacimiento mundial, que en última instancia es la única vía para asegurar un cambio verdadero en México. El LYM, que a diario despliega escuadras para ir a organizar a los otros campamentos, ha entablado un diálogo con cientos de personas, empezando por un volante con el análisis de Lyndon LaRouche sobre la guerra global en medio de la cual tiene lugar la batalla en México, y qué hacer al respecto. Así, corre la voz de que hay un estadista norteamericano que apoya la lucha por la justicia en México.

La verdadera historia se impone

Al conocer de la medida de López Obrador de los “campamentos permanentes” el 30 de julio, LaRouche respondió que la oligarquía tiene ahora un problema, porque esto avanza la movilización de la mayoría de la población. Cuatro días después, LaRouche abundó sobre el significado estratégico del proceso que se desenvuelve en México:

Se ha creado un verdadero movimiento de masas, dijo, una situación revolucionaria en el sentido más general del término, en la que la gente está convirtiéndose en un factor. Éste no es un fenómeno “mexicano”. A escala mundial, al 80% de la población de menores ingresos —el mismo “hombre olvidado” al que Franklin Roosevelt unió para salvar a EU y al mundo del fascismo en su tiempo— lo han excluido de manera sistemática de participar en la toma de decisiones. Le han permitido unirse y armar alboroto por esta o aquella treta, pero no participar en un diálogo para definir la orientación política. Ahora en EU —con casos comparables en otras partes del mundo— hay quienes empiezan a salir soñolientamente de su estupor, y se dan cuenta de que tienen que hacer algo diferente. Aún no saben con claridad lo que tienen que hacer, pero saben que tiene que ser diferente.

De modo que tenemos un verdadero movimiento de masas, dijo LaRouche. Un movimiento de masas no necesariamente cobra forma con una lista clara de cuestiones programáticas. Los idiotas siempre dicen, “Bueno, tenemos el punto uno, el punto dos, el punto tres”, pero la historia real no funciona así. Y estamos entrando a un momento de crisis en el que la historia real, a diferencia de lo que lleva años sucediendo, se está imponiendo.

Hay que actuar en el interés de las generaciones venideras

Mediante su liderazgo personal, López Obrador ha canalizado la ira creciente de millones de mexicanos en una resistencia cívica pacífica. López Obrador, que vive personalmente en el Zócalo mientras sean necesarios los campamentos, visita cada uno de los 47 de ellos (uno por cada uno de los 31 estados y las 16 delegaciones de la Ciudad de México), y regresa cada noche para presentar un resumen de cómo anda la pelea.

Una y otra vez le recuerda a la gente que no caiga en las provocacioens, que desatiendan las mentiras de la prensa. Basta con estar seguros de que la causa que estamos defendiendo es justa, les dice. Lo que está en juego es que “no podemos seguir viviendo en un país en donde unos cuantos lo tienen todo y la mayoría carece hasta de lo más indispensable”. También ha tocado la cuestión económica que subyace en la huelga de masas. Estamos peleando para “mejorar las condiciones de vida y de trabajo de nuestro pueblo”, le dijo a la gente el 2 de agosto. La verdadera democracia ha de generar un cambio verdadero. Vean la elección presidencial del 2000, “qué fue lo que cambió, si sigue la misma política económica, sigue la misma política económica antipopular y entreguista, que sólo beneficia a unos cuantos, a costa del sufrimiento de la mayoría de nuestro pueblo”.

Constantemente les recuerda a sus simpatizantes, más que nada gente pobre y humilde, que su batalla es una continuación de aquéllas que los mexicanos han librado por la justicia a lo largo de su historia. “Recordemos que todo lo alcanzado en nuestro país en materia de libertades, de justicia y democracia, se ha logrado con la organización y con la lucha del pueblo. Nada o casi nada ha sido una concesión graciosa del poder”, le dijo a los reunidos el 30 de julio. “Fuimos país independiente no porque la Corona Española lo haya decidido, sino por la lucha popular encabezada por [Miguel] Hidalgo y [José María] Morelos. . . La democracia, como la justicia, como la libertad, no se implora, sino se conquista”.

Así, también el 3 de agosto le recordó a los reunidos en el Zócalo: “No sólo luchamos por nosotros, por nuestra generación, sino por los que vienen detrás de nosotros. Que no nos reclamen nuestros hijos el día de mañana, que podamos verlos de frente y decirles que nosotros estuvimos a la altura de las circunstancias. Es un orgullo participar en un movimiento como éste, no se presentan circunstancias como éstas muy seguido en lo que es el devenir, en lo que es nuestra historia”.