Iberoamérica






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 17

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Economía

 

 

Argentina revive su programa nuclear

por Cynthia R. Rush

En una ceremonia llena de optimismo y orgullo nacional presidida por el presidente Néstor Kirchner el 23 de agosto, el ministro de Planificación Federal de Argentina, Julio de Vido, anunció el establecimiento de un programa para “la reactivación y la recuperación” de la industria nuclear de esa nación. Ante el aplauso entusiasta del público, que contaba con dirigentes de la comunidad científica, la industria nuclear, casi todo el gabinete y los embajadores de Brasil, Canadá y Venezuela, De Vido delineó un ambicioso plan a largo plazo para el desarrollo de las capacidades nucleares del país, y la formación de recursos humanos e infraestructura relacionados.

El plan conlleva terminar la construcción de la planta nuclear Atucha II, paralizada desde 1994, y la cual está casi 80% completa; extender la vida útil de la planta de Embalse por otros 25 años; empezar los estudios de factibilidad para la construcción de una cuarta planta nuclear de 1.000 megavatios (MW); reabrir la planta de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu en la provincia de Neuquén, cerrada desde 1983; y reiniciar las operaciones de la planta de Arroyito para producir 600 toneladas de agua pesada para Atucha II. Además de la “generación masiva de energía nucleoeléctrica”, De Vido dijo que el otro enfoque del plan será la aplicación de la tecnología nuclear a la industria y la salud.

Para fines de 2006, dijo, el centro de diagnóstico por imágenes más moderno de Sudamérica será inaugurado en el Hospital Nacional Roffo. Dicho centro prestará servicio a los sectores más necesitados de la población, además de formar personal de investigación y medicina nuclear. El Gobierno también ha decidido declarar a CAREM, un reactor nuclear producido por la compañía estatal INVAP, un proyecto de interés nacional. De tamaño compacto y con aplicaciones múltiples, el CAREM puede generar de 25 a 100 MW de electricidad, y es ideal para operaciones en regiones remotas o ciudades pequeñas. Aunque hasta ahora sólo existe en prototipo, la idea es producirlo en serie y exportarlo a países en vías de desarrollo.

Un flanco internacional

Cuatro miembros del Movimiento de Juventud LaRouchista (LYM) estuvieron presentes para el anuncio de De Vido, que tuvo lugar en la Casa Rosada. Los jóvenes recibieron una cálida bienvenida por parte de funcionarios de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) como representantes de Lyndon LaRouche, el estadista americano que por décadas ha impulsado la energía nuclear como motor científico para el desarrollo económico, y apoyado los esfuerzos de Argentina en lo que toca a la ciencia, y quien es bien conocido y respetado en estos círculos. En su visita a Buenos Aires en 1984, LaRouche sostuvo extensas reuniones con dirigentes de la industria nuclear y con científicos argentinos, lo que muchos todavía recuerdan.

Más que un acontecimiento argentino, el anuncio del Gobierno de Kirchner es de importancia estratégica internacional, ya que representa un flanco decisivo contra el imperio sinarquista que ha llevado al mundo al borde de una tercera conflagración mundial con sus políticas de guerra permanente y destrucción económica. Su impacto se sentirá sobre todo en Europa, donde naciones tales como Alemania y Francia están muy interesadas en participar en la industria nuclear argentina, y también están considerando nuevamente la posibilidad de reemprender el avance nuclear.

El plan anunciado por Argentina también representa un salto continental clave en consonacia con los lineamientos programáticos que LaRouche precisó el 15 de junio de este año, en una videoconferencia que sostuvo por internet con grupos reunidos en Argentina y México, sobre “El papel del petróleo en la transición a la energía nuclear”.

Esto no es ajeno a la situación regional. Brasil, la otra potencia nuclear de Sudamérica, ya emprendió un programa de enriquecimiento de uranio y está construyendo su tercera planta nuclear. Existen acuerdos de cooperación entre los dos países que datan de los 1980. Como señaló el ministro De Vido: “Para que el proceso bilateral con Brasil en el área nuclear tenga profundidad y sentido estratégico, resulta indispensable que la Argentina restablezca sus capacidades en ciertas áreas tecnológicas tales como la del enriquecimiento de uranio”.

La combinación de las capacidades nucleares de Argentina y Brasil representa un potencial para el desarrollo económico que va mucho más allá de sus fronteras, en términos de transferencia tecnológica, creación de empleos y capacitación. Los integrantes del LYM en México y Argentina ya están pensando en cómo usar los sucesos argentinos en México, cuyo ambicioso programa nuclear, que el presidente José López Portillo echó a andar a principios de los 1980, lo desbarataron los financieros sinarquistas que gobiernan el país desde 1982.

‘Objetivos estratégicos’

De Vido informó en su discurso que, cuando asumió el Gobierno en mayo de 2003, el presidente Kirchner decidió llevar “la actividad del sector nuclear argentino hacia el camino de la recuperación de sus objetivos estratégicos, retomando decidida y rápidamente los lineamientos del decreto 10.936” de mayo de 1950, del presidente Juan Domingo Perón, que estableció la CNEA.

“Este decreto mostró y nos muestra una clara visión estratégica expresando, entre otras cosas, que el progreso de la energía atómica no puede ser desconocido por el Estado en razón de las múltiples derivaciones de orden público que sus aplicaciones prácticas determinan o pueden determinar en el porvenir”, dijo De Vido.

“Desde el comienzo y con decidida proyección al futuro, el Estado nacional fijó y enunció con claridad su papel rector en el programa nuclear argentino y el carácter estrictamente pacífico del mismo”, añadió, “en beneficio de su pueblo y de la humanidad”.

El programa nuclear argentino pionero, que empezó a mediados de los 1940, siempre ha sido una fuente de enorme orgullo nacional. El Gobierno creo varios institutos y programas científicos universitarios, y reclutó a científicos nacionales e internacionales, muchos de ellos alemanes y de otras naciones euoropeas, para que ayudaran en la formación de personal y el desarrollo de la infraestructura necesaria, En 1953, luego de que el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower iniciara su programa de “Átomos para la Paz”, Argentina y EU firmaron el primer acuerdo de cooperación en la aplicación pacífica de la energía nuclear, que incluía un compromiso de intercambiar información sobre el diseño, la construcción y el mantenimiento de reactores de investigación.

En 1977 el Gobierno, mediante el decreto 302, delineó un programa para la construcción de cuatro reactores nucleares que debían entrar en funcionamiento entre 1987 y 1997, junto con la infraestructura necesaria, que incluía un reactor de agua pesada. Argentina completó Atucha I, una nucleoeléctrica de 357 MW, en 1974, con la participación de compañías canadienses y alemanas, y en 1984 terminó la planta de Embalse, que ahora genera 650 MW. A principios de los 1980 la CNEA firmó un convenio con la KWU de Alemania para la construcción de Atucha II, que debió haberse terminado para 1988.

¡Viva la energía nuclear! (Foto: EIRNS).

En ese mismo período Argentina anunció que había logrado el ciclo completo del combustible nuclear. Para mediados de los 1980 la energía nuclear proveía aproximadamente 17% de la electricidad del país; hoy a caído a 4%. En 1982 el almirante Carlos Castro Madero, entonces al frente de la CNEA, propuso firmar acuerdos con otras naciones de Iberoamérica y otras partes para la transferencia de tecnología, y ofreció capacitar personal. Aunque expresó un compromiso con el uso pacífico de la energía nuclear, rehusó firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, el cual, señaló, reflejaba la visión “neocolonialista” de países que querían negarle la tecnología atómica, o cualquier otra tecnología avanzada a las naciones en vías de desarrollo.

“Si no fuera por la pelea que dieron fundamentalmente los trabajadores” contra las políticas monetaristas en los 1990, dijo De Vido, se hubiera acabado con el programa nuclear. Pero eso no ocurrió gracias a quienes “tenazmente durante muchos años trabajaron y lucharon para mantener operativa la opción nuclear argentina”. Ahora habrá más electricidad, dijo, pero también una reactivación de “todo el espectro científico, tecnológico e industrial asociado al campo nuclear, generando una fuerte demanda de recursos humanos altamente especializados”.