Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, nums. 23-24

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Estudios estratégicos

 

Kepler y el reto para los demócratas: La nueva política

por Lyndon H. LaRouche

26 de noviembre de 2006.

Resumen de algunos cambios recientes decisivos en la dinámica sociopolítica de la situación internacional.

Hasta la dirigencia de la organización de la campaña nacional del Partido Demócrata sigue perpleja por la sorpresa de cómo se obtuvo una victoria aplastante en la votación de las elecciones intermedias para la Cámara de Representantes de Estados Unidos de América. Ésa es la lección más decisiva que la organización nacional del Partido Demócrata aún debe aprender, para bien del futuro tanto del partido como de nuestra república.

La lección es que, en circunstancias pertinentes, lo que de otro modo se considera una innovación de método táctico también puede ser decisivo en lo estratégico en un conflicto, ya sea en la guerra o, como se ilustra, en principio, por la contribución de un número relativamente pequeño de adultos jóvenes, cuando se les despliega de cierta manera, a un margen estratégico de victoria en potencia decisivo en conflictos políticos tales como la reciente contienda de las elecciones intermedias. El caso a mano que ilustra la cuestión, es la función de importancia histórica del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) en su enfoque estratégico para abordar las tácticas del LaRouche PAC (Comité de Acción Política Lyndon LaRouche) en las recientes elecciones intermedias estadounidenses.

Este caso nos da la oportunidad de estudiar la aplicación del mismo método a la necesidad de flanquear la amenaza estratégica mundial, la amenaza ahora inminente de un desplome físico planetario general, así como monetario–financiero, no sólo de la economía estadounidense, sino también de los sistemas físico–económicos actuales del orbe.

El caso ilustra el significado pertinente que ha de adjudicársele hoy al uso del término “nueva política”.

En vista, tras las elecciones, tanto de la victoria en el Senado como del triunfo de verdad aplastante en la Cámara de Representantes, ciertos grupos del Partido Demócrata quedaron pasmados por lo que arrojó la auditoria poselectoral. Aún se preguntan: ¿cómo un grupo élite de adultos jóvenes de mi movimiento de jóvenes del LaRouche PAC le dio un vuelco a la cosa en suficientes lugares decisivos, como para desencadenar una avalancha marginal para la victoria entre un estrato vital relativamente más amplio de votantes entre las edades de 18 y 35 años?

La respuesta a esa pregunta es elemental, como mostraré en el transcurso de éste informe; pero, como todo descubrimiento de principio válido de veras elemental, el proceso de arribar a la verdad esencial de una cuestión de principio en realidad nunca es fácil. Como en lo que en última instancia devino en la interpretación exitosa de una gran obra coral contrapuntística de Juan Sebastián Bach, la simplicidad de la verdad aparece sólo después de que termina por descubrirse la realidad sensorial del principio verdadero.

En varios informes previos difundidos en EU y en el extranjero he clasificado el método por el cual se instrumentó esto como un “efecto de masas”, desencadenado por las intervenciones bien ideadas de un número relativamente pequeño de adultos jóvenes. Fue precisamente el principio del “efecto de masas” que había descrito y puesto de relieve en una reunión de la misma clase de agrupación de adultos jóvenes en Berlín el 3 de noviembre de este año, a sólo unos días de las elecciones intermedias en EU. La aplicación de lo que prescribí en noviembre 3 ya estaba influenciando en ese momento la contienda electoral estadounidense.

Es muy notable, en los intentos por definir este “efecto de masas”, el contraste entre la tendencia de marras que hizo erupción dos a tres semanas antes de la votación, y la ausencia de cualquier grado comparable de efervescencia en el grupo de edades de 18 a 35 años que pudieran haber generado los programas de la organización oficial del Partido Demócrata.

El Movimiento de Juventudes Larouchistas, un grupo élite de adultos jóvenes, tuvo una función central en la victoria demócrata en las elecciones intermedias del 7 de noviembre en EU. El LYM organiza en Washington, D.C., después de las elecciones. (Foto: Will Medersky/EIRNS).

Este uso del término “efecto de masas” es intercambiable con el de dinámica, de la ciencia física, que fue introducido por Godofredo Leibniz a la ciencia europea. Éste es un término que Leibniz derivó de manera explícita del griego clásico dúnamis, y que adoptó expresamente de su uso entre los pitagóricos, Platón y demás. Es claro que este uso contrasta con la noción de “mecánica”, como se asocia con el método científicamente fracasado de Descartes; contrasta con el método mecánico–estadístico ahora popular, pero con frecuencia errado, del modo que lo representan los métodos de uso general de suyo incompetentes que suelen aplicarse en la práctica fallida hoy por lo común aceptada del pronóstico económico.[1]

Es hora ya, la hora presente de una crisis de desintegración financiera mundial que ya arremete, de introducir un nuevo factor táctico estratégicamente decisivo en la política, cierta suerte de regreso al estilo político de Franklin D. Roosevelt. Como en toda la historia, los principios reaparecen, pero nunca con la misma forma exacta que en tiempos anteriores de gran cambio. El hecho esencial de la actual situación mundial, tanto como del propio EUA, es que al presente somos presa ya de la embestida de una crisis planetaria, de una crisis económica y social estratégica comparable, pero más amenazante que la de los 1930. También hay otra clase de diferencias a tomar en cuenta, como hago aquí, en su debido momento.

La política de todos los partidos principales de Europa Occidental y Central, y de EUA, por ejemplo, ha sido un fracaso neto bajo toda norma físico–económica en su influencia sobre la dirección de la mayor parte de la historia política trasatlántica, desde mediados de los 1960. La vieja política del ayer actual, el estilo político acostumbrado, demostró ser un fracaso catastrófico cuando se aplicó a las realidades de las crisis actuales. La efervescencia de votantes de entre 18 y 25 en las últimas semanas de las recientes elecciones, es un ejemplo clínico de importancia decisiva de lo que toda política pertinente, la nueva política, debe ser. Por eso es indispensable ahora una nueva política, con su acento en la dinámica, como ha mostrado el camino la función pionera de las brigadas de jóvenes de LaRouche PAC.

Explico.

El Renacimiento de mediados del siglo 15 con centro en Italia representó un viraje decisivo que desencadenó una explosión de creatividad artística y científica. La Escuela de Atenas, del pintor renacentista Rafael.

1.  Comportamiento humano vs. estadístico

La diferencia entre las características dinámicas de la efervescencia señalada en el grupo de edades de entre 18 y 35 años, y otro voto demócrata registrado en las últimas semanas de la contienda electoral, dependieron de un hecho fundamental, pero, por desgracia, pocas veces reconocido de la sociología humana, uno típico del modo que lo expresan —aunque no sólo se deduce de ellos— los meros resultados estadísticos de esa tendencia reciente.

El defecto que puede considerarse como la raíz de esa diferencia, es un concepto popular atrofiado de la naturaleza del ser humano individual y la sociedad, un equívoco endémico en la manera mecanicista de pensar sobre la humanidad, que se encuentra, por ejemplo, en los dogmas sociológicos y relacionados hoy acostumbrados. Aunque suele encontrarse el uso de la palabra “creatividad”, las definiciones y el uso hoy comunes de ese término casi nunca identifican la realidad ontológica del proceso de la creatividad humana individual. El asunto práctico en cuestión en este tema, es que no sólo la creatividad humana, cuando se define como es debido, cobra expresión en tanto forma soberana experimentalmente cognoscible de comportamiento del individuo; también aporta la “energía” cualitativa, en el sentido ontológico de “fuerza motriz”, de todo gran cambio positivo de dirección del avance en los procesos sociales como tales.

Por lo general, tales manifestaciones del potencial creativo innato del ser humano individual, excepto cuando ocurren, de ordinario, en tanto expresiones de comportamiento individual, se exhiben con más claridad al modo de actos cuya importancia histórica se expresa en la forma de procesos sociales colectivos; en la historia moderna, en estos procesos, tales como la Revolución Americana que surgió del intervalo de 1763–1789, su erupción se expresa principalmente en la forma de un movimiento de masas entre un estrato de adultos jóvenes de 18 a 35 años de edad; esto puede entonces propagarse, a partir de ese núcleo de adultos jóvenes, al proceso social a una escala más amplia, del modo que ha de reconocerse esto en el efecto que irradiaron mis jóvenes colaboradores durante la exitosa campaña electoral.

Los principios de tales modos expresados, reflejan la distinción esencial entre el hombre y la bestia.

En la interpretación acostumbrada, por ejemplo, de las enseñanzas principales de la tradición hebrea, cristiana e islámica, el mismo concepto de la distinción entre el hombre y la mujer, y las formas inferiores de vida, es consonante con la definición que plantea el Génesis 1:26–30. Esta afirmación concuerda con las pruebas históricas y relacionadas en los anales de la distinción absoluta entre las características humanas y toda otra forma de vida. El factor que distingue el comportamiento humano individual del de las bestias, es la cualidad de la creatividad individual asociada con la generación del descubrimiento de un principio físico universal u otro comparable de las modalidades clásicas de la composición artística.

En el caso en cuestión del papel que tuvo el factor joven en los lugares cruciales de las recientes elecciones intermedias, lo estratégicamente decisivo del resultado neto de todo el proceso electoral fue, como enseñanza a aprender, la forma típica en que la creatividad individual amplifica su efecto en tanto proceso social organizado.

La mejor reflexión de la ciencia moderna sobre esta expresión del asunto de la creatividad, es el ejemplo congruente con los descubrimientos del compendio riguroso que hizo el académico V.I. Vernadsky de la distinción entre los procesos vivos y los inertes, la biosfera, y entre el hombre y las bestias, la noosfera. Los poderes creativos humanos, como los encarna el descubrimiento de principios físicos universales, sólo aparece en el comportamiento del ser humano individual en tanto criatura viviente, pero no así como un factor de densidad relativa potencial de población dentro de los confines de la conducta potencial de cualquier otra especie viva.

La expresión del potencial de la mente individual en la forma de un efecto de masas coherente, es la consideración estratégica decisiva en los esfuerzos por entender los repuntes históricamente cruciales de la lucha por la dignidad y el progreso humanos en el lapso de los últimos tres mil años de historia europea, más o menos, al que puede accederse con más facilidad. Esto aparece, de modo más significativo, en la forma en que repuntes revolucionarios de esta clase que yo asocio con la suerte indicada de efecto de masas, definen esos puntos de inflexión decisivos de avance en esa historia, que han de ser nuestro enfoque, de nuevo, al bregar con las crisis mundiales monstruosamente mortales que se ciernen sobre el mundo entero hoy.

Aunque casos individuales de jóvenes y adultos jóvenes normales muestran cierto grado de expresión de este potencial creativo de la mente en nuestra sociedad, el efecto combinado del adiestramiento imperante de la juventud para que, por desgracia, confíe en métodos mecanicistas de pensamiento, y no en los poderes creativos, lo embota en la mayoría; hasta ahora ése ha sido el caso en la mayor parte de nuestro presente.

Por ejemplo, el condicionamiento impuesto a la generación del 68, del 20% de los hogares de mayores ingresos durante y después del intervalo de 1945–1956, dañó amplia y muy hondamente el uso de este potencial cognoscitivo de la mente de los individuos escogidos como blanco. Como consecuencia, un porcentaje menguante del 20% de arriba de esa generación al que agobia la sofistería, expresa el desarrollo del grado de potencial creativo que manifestaba el comportamiento del estrato comparable de las dos generaciones previas.

Sin embargo, semejante potencial creativo puede nutrirse en la juventud, de modo notable entre la generación adulta joven, del modo que mi propia experiencia y mi estudio de este factor en la historia han mostrado la veracidad de esto. Empero, felizmente, en lo que en la historia han representado circunstancias inusitadas de la variedad que Percy Shelley pone de relieve en las últimas páginas de su En defensa de la poesía, en ciertos períodos de la historia de las culturas, tales como el Renacimiento de mediados del siglo 15 con centro en Italia o la sublevación clásica en Alemania y otras partes en 1750–1789, las verdaderas explosiones a gran escala de la influencia más amplia de la creatividad científica y artística clásica sí se dan.[2] En su En defensa de la poesía, Shelley refleja su experiencia con la ola de optimismo cultural previa a 1789, asociada con los efectos que irradió el liderato que mostraron los colaboradores Moisés Mendelssohn y Gotthold Lessing.

De esta visión retrospectiva de esa historia se desprende que sería factible fomentar la erupción de períodos de auge de las ideas apasionadas respecto al hombre y la naturaleza, cosa que debemos reconocer como un renacimiento. Esos rasgos excepcionales decisivos del reciente triunfo del Partido Demócrata que señalo aquí, ilustran el caso.

Lo que hizo el LYM del LaRouche PAC en catalizar la efervescencia “18–35” entre jóvenes estadounidenses en sectores decisivos del electorado, fue emplear el método dinámico de organizar de manera creativa en torno a ideas, de tal forma que un puñado relativo de la población pudo evocar un efecto de masas congruente con el principio de Shelley —el principio del Renacimiento— en núcleos regionales significativos de la generación entre los 18 y los 35. Estas ideas, puestas así en circulación de un modo dinámico, llevan a la decisión simple de salir a votar por quien tu conciencia te dicte.

A ese respecto, lo que pasó en las últimas semanas que antecedieron a la elección, fue un suceso del todo lógico, si bien reconocidamente extraordinario en las últimas décadas. No sólo pueden fomentarse adrede tales logros en el período inmediato; son necesarios para posibilitar las mejoras más bien drásticas en la toma de decisiones del gobierno que se necesitan para responder a la actual embestida de la crisis monetario–financiera y cultural mundial.

Dos fuentes de dinámica

La ciencia moderna europea le debe sus formas notables de penetración sistemática del asunto, en lo principal, a dos corrientes respectivas de pensamiento bien conocidas, una antigua y una moderna. La primera se asocia de manera notable con los pitagóricos y Platón; la segunda, la moderna, con la influencia ejemplar del cardenal Nicolás de Cusa del siglo 15, quien es el fundador de las formas sistémicas de la ciencia experimental moderna, del modo que los resultados de esto son típicos de sus seguidores Leonardo da Vinci, Johannes Kepler, Pierre de Fermat, Godofredo Leibniz y los círculos de Carl F. Gauss y Bernhard Riemann. Este último es el precedente al que Vernadsky remonta sus propios métodos dinámicos, a diferencia de los fallidos métodos mecánico–estadísticos de estilo cartesiano.

El científico ruso Vladimir I. Vernadsky estuvo a la vanguardia del desarrollo del método dinámico moderno de la ciencia, a diferencia de los errados métodos mecánico–estadísticos de corte cartesiano. Vernadsky en una expedición en 1910. (Foto: www.tstu.ru).

La tendencia irracional contraria, pero a últimas fechas más popular en la cultura europea moderna, se remonta, de modo más significativo, a la influencia del “nuevo dogma veneciano” de Paolo Sarpi, de fama como amo de su lacayo doméstico Galileo Galilei. Sarpi es el autor de un moderno dogma reduccionista conocido como empirismo, del cual derivan formas burdas de materialismo moderno, así como de positivismo y existencialismo. Esta doctrina empirista, de la que han derivado las enseñanzas hoy más populares sobre el tema de la sociología, no sólo rechazaba las formas tanto antigua como moderna de la ciencia que refleja la obra de Cusa, Leonardo, Kepler y demás, sino que al mismo tiempo también representó, irónicamente, un cambio de los peores aspectos de la cultura medieval europea, al permitir un progreso tecnológico limitado, aunque proscribió el estudio de los verdaderos procesos por los cuales se generan principios físicos universales validables mediante experimento, como con los métodos de Brunelleschi, Cusa, Leonardo, Kepler, Fermat, Leibniz, Gauss y Riemann, por ejemplo.

Por desgracia para muchos, la sociología, teoría política y prognosis económica modernas más popularmente enseñadas a nivel universitario, han tomado como premisa las ideologías reduccionistas que derivan de la influencia del empirismo de Paolo Sarpi.

Para ilustrar la cuestión concerniente a la sociología de la reciente victoria demócrata, considera como ejemplo la definición de Vernadsky de mediados de los 1930, de los procesos vivos en tanto dinámicos. Vernadsky insistía que, aunque la misma gama de materia atómica aparece tanto en los procesos vivos como en los inertes, la forma en que se organiza en los vivos difiere por completo de como lo hace en los inertes. Esto define el dominio de los procesos vivos y sus productos como la biosfera, uno distinto del de los inertes en tanto tales.[3]

De modo parecido, la forma en que están organizados específicamente en la historia de la humanidad los procesos tanto vivos como inertes, expresa características, las de la noosfera de Vernadsky, ausentes ya sea en el dominio de lo inerte o en la biosfera como tal. Es más, el comportamiento del dominio de la historia humana es de un orden superior de desarrollo antientrópico que el de lo inerte o el de la biosfera.[4]

El mundo recientemente ha entrado a una nueva fase general de la historia, en particular de la historia europea moderna, en la que el avance exitoso de la ciencia y la tecnología —al aplicarse— en el fomento del crecimiento y longevidad de los pueblos, ha generado una situación en la que el intento de librar una guerra prolongada como instrumento político ya no es una orientación práctica disponible para gobiernos cuerdos. También le ha planteado a la humanidad la obligación urgente de liberar el poderío de la fisión nuclear a escala planetaria como, por ejemplo, un medio indispensable para la producción económica de electricidad y la con urgencia necesaria desalación a gran escala. También rayamos en la necesidad de concretar el uso amplio de la fusión termonuclear, no sólo como una fuente de fuerza, sino como instrumento para la gestión de los recursos naturales de todo el planeta en su definición más amplia.[5]

Conforme caen los viejos usos que los gobiernos en general han adoptado en las décadas recientes y surgen nuevos retos, la política debe apartarse de los hábitos asociados con la decadencia cultural y económica de la sociedad trasatlántica de los últimos cuarenta y tantos años. Es hora de una nueva política, definida por una nueva calidad de acento en la función de las modalidades científicas y artísticas clásicas individuales de creatividad, un cambio que ha de arraigarse en el desarrollo de los potenciales creativos individuales y coordinados de nuestra población adulta joven.

La vieja política

La “vieja política”, como sigue practicándose en tanto forma de creencia, incluso en EUA hoy, se fundaba predominante y axiomáticamente en la práctica de los enemigos olímpicos del Prometeo legendario, como ejemplifica el caso el antiguo dramaturgo Esquilo en Prometeo encadenado. A Prometeo lo condenó a tortura perpetua el virtual satanás de ese drama, el Zeus olímpico, por haberle enseñado a los humanos mortales el uso del fuego o, como diríamos hoy, la fisión nuclear en tanto fuente de energía.

La “vieja política” se ha fundado en la degradación de la humanidad a la condición de bestias, orientación que ha continuado en expresiones culturales actuales tales como la secta del Show de terror de Rocky. (Foto: Feature Photo Service).

Esta tradición de mantener a la población humana en un estado relativamente bestial de estupidez, encerrada casi como ganado en un campo o granero, fue el sino de la mayoría de la humanidad en la historia medieval antigua conocida, y aun la moderna. Los partidarios españoles, portugueses, holandeses, británicos y franceses de la trata de esclavos, hasta la victoria del presidente estadounidense Abraham Lincoln sobre el patrocinio británico del tráfico de esclavos de la monarquía española en el siglo 19, es un ejemplo relativamente extremo de la política del Zeus olímpico pro satánico que describió Esquilo. Son notables las sentencias de muerte con las que se hizo valer la prohibición del alfabetismo entre los esclavos en la Confederación patrocinada por Londres.

Ni siquiera el rompimiento con el fomento de Europa de la esclavitud en África y las Américas, un parteaguas de cambio que definió el liderato del presidente Abraham Lincoln al derrotar el despliegue del lord Palmerston imperial en apoyo de la Confederación de los esclavistas y del protonazi emperador Maximiliano en México, liberó necesariamente a la humanidad de la esclavitud implícita de la decadencia cultural, la cual sigue expresándose como la sustitución del populista de la función de los poderes creativos de la razón en el mejoramiento del hombre, por la propensión bestial a los deseos.

Estos cambios necesarios de condición tienen lugar al transformar la forma de pensar del hombre mediante un acento en el desarrollo de los poderes creativos asociados con las expresiones más altas, en la historia, de las revoluciones científicas y artísticas clásicas en las ideas. El viejo satanás, el Zeus olímpico del Prometeo encadenado de Esquilo, siguió reinando en los confines de la opinión más populista y otra relacionada. Al hombre lo han regido tiranos, porque fracasó en gobernarse a sí mismo de la única manera posible: abandonando un populismo arraigado en la servidumbre, al convertirse en el representante de lo que he denominado aquí como una nueva política.

El empirismo de Sarpi, y el de sus seguidores Galileo, sir Francis Bacon, Thomas Hobbes, John Locke, Descartes, De Moivre, D’Alembert, Leonhard Euler, Lagrange, Laplace, Cauchy y demás, proscribió el conocimiento de principios físicos universales reales, del modo que su protagonista, Voltaire, procuró transformar la ciencia física y el arte en producción de basura, tal como la música de almas muertas como Rameau y Fuchs. Entonces como ahora, los cánones de los empiristas permitieron, a regañadientes, cierta gestación intelectual, no sólo a condición de que fueran solapados los métodos prototípicos de la reproducción intelectual, sino prácticamente repudiados.

En la sociedad europea moderna, el producto de la censura de la “Ilustración” de los empiristas al conocimiento público del método de descubrimiento de principios físicos universales y artísticos clásicos, fue la difusión de varias formas de loas populistas a las supuestas virtudes del desconocimiento popular de los principios legítimos del descubrimiento en la ciencia física y la composición artística clásica. Las ideologías de la ciencia y el entretenimiento “populares” hoy día son con frecuencia un reflejo del modo en que los liberales modernos y otros promovieron una secta de adoración a la ignorancia popular: la ignorancia de los principios que se expresan como la distinción funcional entre el individuo humano y formas inferiores de vida.

La función del patrocinio, con apoyo estadounidense, del Congreso a Favor de la Libertad Cultural (CFLC) en la Europa posterior a Franklin Roosevelt, y de expresiones tales de esa campaña pro satánica, como el apoyo de EU a existencialistas de las redes de Heidegger, Adorno, Horkheimer, Arendt, etc., y la promoción afín de Bertolt Brecht, sólo es típica de esta aplicación de una adopción estadounidense de la tradición de la Europa liberal angloholandesa, como una suerte de política de neotenia cultural humana (o del neoténico),[6] como he descrito la función pretendida de la “neotenia” inducida en un escrito reciente.

Este hecho, que es típico de la función prácticamente satánica del CFLC en Europa, y un programa paralelo con la misma intención dirigido contra el pueblo estadounidense, fueron un designio de las corrientes anglófilas de marras en EU, en colaboración con socios liberales angloholandeses, para avivar las raíces de los legados oligarcas de la “vieja Europa” y difundir así una nueva expresión de sofistería fundada, como la de la Atenas de Pericles condenada a destruirse, en la dizque inmutabilidad de las tradiciones desde las que acechaban las influencias oligarcas, como fauces de dragón, prestas a alzarse y atenazar a la nación, de nuevo, en el nombre de la tradición. Para esto, reanima las “enfermedades culturales de la infancia” de la humanidad, en especial aquellas latentes que están listas para cobrar vida en la tierra infectada de la “vieja Europa”.

La noción de la ‘vieja Europa’

Lo que devino en nuestro EU, con su antiempirista Declaración de Independencia y su Constitución federal, fue creación de europeos a los que la prudencia les ordenó establecer una verdadera república, con las mejores tradiciones e ideas de Europa, a una distancia relativamente segura de la “vieja Europa” y sus tradiciones oligárquicas hondamente arraigadas.

El impulso primario de este proceso de colonización de las Américas vino de lo que se califica como el “Renacimiento Dorado”, el nacimiento de la civilización moderna en acontecimientos que giraron en torno al gran concilio ecuménico de Florencia. Las demoras en la aplicación del diseño adoptado en el marco de dicho concilio, demoras causadas por la caída de Constantinopla y la guerra religiosa moderna que desencadenó España en Europa al revivir a la Inquisición medieval, movieron a europeos pertinentes más allá de la atribulada vecindad del Mediterráneo en busca de lugares en los cuales realizar los principios que ese concilio representaba.

La primera propuesta con ese efecto específico la había planteado la doctrina de marras del cardenal Nicolás de Cusa, quien también había fundado la ciencia europea moderna.

La reacción de Cusa a la secuela de la caída de Constantinopla fue proponer la exploración de los océanos, para tender los lazos sobre los cuales pudiera fundarse un futuro orden mundial entre los pueblos. La propuesta de Cusa, quien murió en 1464 d.C., llegó a oídos de un capitán genovés del mar Atlántico al servicio de Portugal, Cristóbal Colón. Su correspondencia (circa 1480) con el colaborador de Cusa, el científico italiano Paolo Dal Pozzo Toscanelli, amplió el conocimiento del insigne navegante Colón sobre el trabajo de Cusa, y le proporcionó una ayuda científica de importancia decisiva en prepararlo para redescubrir el continente al otro lado del Atlántico.

Europeos republicanos pudieron establecer una verdadera república a una distancia relativamente segura de la “vieja Europa”. Helga Zepp–LaRouche muestra la “Declaración de los derechos inalienables del hombre” del Instituto Schiller, un documento fundado en la Declaración de Independencia de EU. (Foto: Philip Ulanowsky/EIRNS).

Durante ese período, la influencia de los escritos del cardenal Nicolás de Cusa se difundió profunda y ampliamente como las ideas primordiales subyacentes del surgimiento de la civilización europea moderna de la ruina autoinfligida de la alianza ultramontana antes imperante de los cruzados normandos y la oligarquía financiera veneciana, de modo más categórico, su Concordantia cathólica, que definió el Estado nacional soberano moderno; su De docta ignorantia, la ciencia física experimental moderna; y De pace fidei, el principio ecuménico de la paz entre religiones (este último fue el precedente para el papel que luego desempeñó el cardenal Mazarino en la elaboración del tratado de Westfalia de 1648). Estos acontecimientos, reforzados por la nueva forma de sociedad republicana que establecieron Luis XI de Francia y Enrique VII de Inglaterra, prepararon el terreno para los intentos de la colonia de los Winthrop y los Mather en la bahía de Massachussets —intención que se hizo eco de la Utopía de sir Tomás Moro— por establecer nuevas repúblicas en las Américas, para plantar las mejores ideas y tradiciones de Europa como una nueva forma de sociedades republicanas a una distancia geográfica estratégicamente prudente de Europa.

Estos acontecimientos del siglo 15 definen el concepto de la “vieja Europa” como distinto de la especie sistemáticamente diferente de sociedad que presentaba la moderna. Fue el restablecimiento de tales legados del sistema medieval ultramontano, al hacerse eco de la combinación de sistemas feudales y la oligarquía financiera veneciana, lo que implantó la maldición de lo que había sido la “vieja Europa” en el cuerpo en conflicto interno de la nueva.

La crisis de la cultura europea moderna

La obra del gran François Rabelais, del modo que reverbera en la ridiculización que hace Miguel de Cervantes de la corrupta decadencia moral e intelectual de la España habsburga, es un hito que nos ayuda a definir el desenlace en conflicto interno de la guerra cultural que enfrentaba al Renacimiento del siglo 15 a la mentalidad oscurantista desplegada, desde España, por el diabólico gran inquisidor Tomás de Torquemada, una tradición de criminalidad a la Hitler iniciada, desde España, el mismo año del primer viaje de Colón a las Américas en 1492.

El conde saboyano Joseph de Maistre ligado a Londres definió las políticas antirrenacentistas que sentaron la norma de la enconada oposición al legado del “Renacimiento Dorado” del siglo 15 en Europa, desde 1492 hasta la fecha. Ésta es una norma arraigada en el precedente de un regreso radical, de 1492 en adelante, a la alianza medieval ultramontana entre oligarcas financieros venecianos y la caballería normanda, en su salvaje persecución de los judíos, y un regreso a esa guerra medieval de las cruzadas contra el islam, una combinación que representa el rasgo central de la fuerza tradicional de mayor perversidad en la propia Europa hasta hoy. El intervalo entero desde la expulsión de los judíos de España en 1492, hasta la adopción del tratado de Westfalia en 1648, es el parteaguas a partir del cual ha perdurado en la civilización europea, ahora de implícita influencia mundial, una división entre las fuerzas de la civilización moderna y el bárbaro legado normando–veneciano, hasta la actualidad.

Para entender el significado de esta función de Torquemada, es esencial estudiar los escritos y el producto del martinista francmasón De Maistre, quien difundió las políticas pro satánicas de Torquemada como un precedente jurídico para las ejecuciones colectivas del Terror jacobino. Fue personalmente De Maistre quien confeccionó la nueva identidad del general Napoleón Bonaparte, reconvirtiéndolo como el precursor y modelo del diseño de la personalidad pública de un Adolfo Hitler cuyas políticas y prácticas antisemitas y afines se remontan directamente, vía el Terror jacobino y Napoleón, al gran inquisidor Torquemada, una tradición que aun hoy expresa la forma al presente activa de las pandillas fascistas internacionales, y no sólo las sinarquistas, de América Central y del Sur ligadas a Pinochet, sino también las redes derechistas asociadas con miembros de la familia de William F. Buckley hijo.

Napoleón Bonaparte es la cima de la variedad moderna de fascismo que la oligarquía financiera europea ha enarbolado para amenazar a la tradición estadounidense. (Foto: clipart.com).

Tal ha sido la principal división de las tendencias políticas que hoy se extienden desde Europa Central y Occidental hasta las Américas y más allá. Ésta fue la división de Europa en tiempos del gran inquisidor Torquemada, hasta la fecha. Fue este mal el que persiguió a los colonos europeos a través del Atlántico, y lo que representa la principal fuerza del mal que opera alrededor del mundo hoy, en concierto con intereses oligárquico–financieros estilo veneciano pertinentes.

Así, el viaje de Colón en 1492 no implica que se transportó semejante mal a las Américas. Más bien, Colón y Torquemada ejemplifican el conflicto entre las fuerzas contrarias del bien y del mal en España misma entonces. La sangre de la larga conflagración del intervalo de 1492–1648 en la que se ahogó la Europa moderna, es clave para entender el conflicto que ha significado el verdadero mar de separación entre la fundación de nuestra propia república constitucional y la pestilencia de las tradiciones oligárquicas que aun hoy deben extirparse, en tanto fuerza de corrupción moral, de Europa Occidental y Central, de modo más notable.

Por supuesto, hay complicaciones que también se introdujeron de este modo en lo que devino en nuestro EUA.

Con la Paz de París de febrero de 1763 empezó el conflicto abierto que quizás hoy recordemos como la lucha por la libertad política contra la tiranía imperialista de la Compañía de las Indias Orientales liberal angloholandesa del gran manipulador lord Shelburne. Tal como mis colaboradores Allen Salisbury, Anton Chaitkin y H. Graham Lowry han explicado a detalle el meollo de la historia que nos concierne,[7] lo que pasó en Londres de febrero de 1763 en adelante dividió a los grupos de mayor influencia de las colonias anglófonas en dos facciones: una representada por el científico y patriota de renombre internacional Benjamín Franklin; y su oposición, de la que era típica, en territorio de Nueva Inglaterra, el mismo bando de los viejos adversarios de los Winthrop y los Mather, los notables agentes de la Compañía de las Indias Orientales británica, el llamado Essex Junto. El traidor Aaron Burr, un agente del controlador del Ministerio de Relaciones Exteriores de lord Shelburne, Jeremías Bentham, es típico de los traidores de facto que, por medio de sus descendientes y adiciones tales como representantes de la familia Bonaparte, siguen constituyendo el núcleo más apasionado de mis enemigos políticos personales en EUA hoy.

La movilización del EUA del presidente Abraham Lincoln para la victoria contra la creación de Londres, la Confederación, lo catapultó como el principal Estado nacional del mundo y como rival pujante del poderío armado marítimo del Imperio Británico de los financieros liberales angloholandeses. Para la época entre la celebración del centenario en Filadelfia en 1876 y 1879, el modelo estadounidense de economía nacional se había esparcido como una influencia de primer orden a Alemania, Rusia, Japón y otras partes. Para Londres, esta diseminación del Sistema Americano de economía política era una amenaza mortal a la supremacía imperial del poderío marítimo británico.

Así que, con la expulsión en Alemania del canciller Bismarck en 1890 por órdenes del tío británico del Káiser, el príncipe Eduardo Alberto (el “Señor de las Islas”), y el caso del otro desdichado sobrino de éste, el Zar de Rusia, Nicolás II, se echó a andar un proceso en el período que va de la expulsión de Bismarck hasta el asesinato del presidente y patriota estadounidense William McKinley el 14 de septiembre de 1901, que puso a los grupos de EU ligados a dos hijos de la Confederación, Theodore Roosevelt, sobrino del jefe del servicio de inteligencia confederado con sede en Londres, y el fanático del Ku Klux Klan, Woodrow Wilson, en la presidencia de este país.

A excepción de los casos de los presidentes Taft y Harding, en todo el transcurso de principios del siglo 20, desde el asesinato del presidente McKinley en 1901, hasta la toma de protesta del presidente Franklin D. Roosevelt el 4 de marzo de 1933, la política estadounidense se transformó de modo radical, del reconocimiento de Londres como el centro del principal adversario de nuestra nación, a la alianza con Eduardo VII de Gran Bretaña y demás, ¡como paleros de la guerra geopolítica imperial de este país contra las naciones del continente que habían adoptado el Sistema Americano de economía política como su modelo de desarrollo!

Con la muerte de Franklin Roosevelt el 12 de abril de 1945 y la toma de posesión de su sucesor, hubo una tendencia en dirección contraria, de vuelta a los legados de Theodore Roosevelt, Wilson y Coolidge. Los presidentes Eisenhower y Kennedy fueron excepciones, del modo que el presidente Lyndon Johnson mostró intenciones similares; pero, con la toma de protesta del presidente Richard Nixon, Londres volvió a tomar las riendas de las doctrinas económicas y relacionadas de EU, como lo hizo con Theodore Roosevelt, Wilson y Coolidge antes.

Esta división en la cultura europea es la clave indispensable para entender la situación, la amenaza existencial que enfrenta EUA hoy.

La amenaza actual de la vieja Europa

Como lo ilustra la comparación de la presidencia de Franklin Roosevelt con sus referidos predecesores en el cargo, el legado institucional de la Revolución Americana y su Constitución es una parte poderosa que cala hondo en el carácter y la tradición política estadounidenses. Un animal, más que nada, en lo cultural, nació ayer; un ser humano, una sociedad, es principalmente producto de la historia intelectual de su gente y, por ende, el individuo en la sociedad hereda un “germen” alojado en lo profundo, que puede brotar, de nuevo, como con renacida vida, en la sociedad en la que dicho legado parecía en gran medida latente en las generaciones medianeras.

Eso es lo que nuestros adversarios extranjeros, en especial los de la vieja Europa, temen de nosotros hoy. La oligarquía británica es particularmente sensible a las heridas vivas que ha sufrido a manos estadounidenses en siglos pasados y, con la división de dicha oligarquía una de otra por lo que dizque es un idioma común, los espías expertos e ideólogos afines de Gran Bretaña saben muy bien el peligro que nuestra tradición representa para su sistema, de decidir liberarnos, como lo hicieron los presidentes Washington, Lincoln y Roosevelt, y como lo entendió muy bien el presidente Eisenhower, de las garras de la influencia corruptora de los grilletes intelectuales del liberalismo angloholandés.

Una dificultad parecida se encuentra en otras regiones de la vieja Europa. En Francia, es principalmente el legado napoleónico; en Alemania, la tradición oligárquica de castas sociales. Italia es, en muchos sentidos, lo más cercano a nosotros de toda Europa Occidental y Central, y hay razones para ello.

Sin embargo, podemos y debemos ser más precisos a este respecto. La clave de la penetrante corrupción político–moral y otra cultural de Europa Occidental y Central hoy, es el hecho de que estos gobiernos han vendido su derecho de nacimiento a la libertad por un mítico plato de lentejas, con la adopción de sistemas parlamentarios en los cuales por lo general son, en esencia, como ahora, los lacayos de intereses financieros privados a cargo de la banca central, y no tienen ninguna independencia real en las cuestiones que atañen a esos aspectos de soberanía que tiene aprisionados la autoridad liberal de sistemas de banca central de propiedad privada en la tradición oligárquico–financiera veneciana.

Este vestigio oligárquico de un potencial defecto fatal en el concepto de soberanía entre tales europeos, es la corrupción más fundamental, la virtual esencia de la vieja Europa en la moderna.

En las condiciones en las que europeos despistados y otros consideran que el liberalismo angloholandés ha de preferirse a la cultura constitucional acostumbrada de EUA, los europeos, en particular, están más prestos a ser los esclavos potenciales de una forma liberal angloholandesa de sistema dictatorial de violación económica y relacionada. Ellos tienden, a este respecto, a preferir que los violen bretones, que procurar los placeres esperados del matrimonio con estadounidenses. Sin embargo, para que le prestemos atención inmediata aquí, el problema es que carecen de la clase de sentido innato de autoridad moral que Franklin Roosevelt mostró del 4 de marzo de 1933 en adelante, una cualidad de soberanía nacional que es típicamente nuestra.

3. Las nuevas políticas monetarias

Mi cálculo actual es que, dadas las condiciones mundiales que ahora tenemos, de acelerar el ritmo de desplome del dólar que impulsan la burbuja de los bienes raíces y los fondos especulativos hacia el margen hoy probable de depreciación relativa a corto plazo de 20 o 30%, esto probablemente desencadenaría una desintegración de reacción en cadena del sistema monetario–financiero mundial vigente, y una consiguiente crisis plausible de evaporación del propio sistema físico–económico mundial.

Ése no es sino uno de varios guiones razonables a esperar; pero todos convergen, de modo parecido, en la misma suerte de desenlace y aproximadamente en el mismo marco temporal.

En ese caso, en realidad ninguna parte del mundo se beneficiaría de semejante colapso del dólar. A escala mundial, todos los que tengan dólares quedarían atrapados en el torbellino, y los mercados de los que dependen “economías con una oferta de mano de obra barata” se hundirían en un desplome rápido y profundo, uno del que, a lo más, pocas de tales naciones saldrían como soberanías intactas.

Los dizque economistas y “expertos” relacionados que no reconocen el conjunto de circunstancias del que ese caso no es más que típico, que no reconocen sus prontas y casi seguras consecuencias, se portan peor que como ansiosos necios ilusos incompetentes.

Hay mil motivos para ser optimistas de que se presionará a la dirigencia demócrata en el Congreso a que tome las medidas necesarias para salvar la economía. La presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y el presidente de la mayoría en el Senado Harry Reid celebran la victoria la noche de las elecciones. (Foto: Bill Jones/EIRNS).

El problema medular al lidiar con los miembros del Congreso y su personal ahora, es la tendencia imperante, llena de miedo, a limitar ansiosamente las reformas con urgencia necesarias a medidas que han de conducir al equivalente de una guerra perdida de antemano, a una virtual guerra a perder más que nada porque personas con poder político no estuvieron dispuestas a hacer lo suficiente, lo bastante pronto, como a un solo golpe, no sólo para salvar a EUA, sino también al mundo entero, salvarlo de una pronta caída, no en una mera depresión económica, sino en una crisis de desintegración general mundial que en la historia se asocia con la “Nueva Era de Tinieblas”. De hecho, un hundimiento relativamente inmediato en una nueva Era de Tinieblas planetaria y la consiguiente desintegración catastrófica de la civilización nos amenaza al presente.

No obstante, en términos objetivos, si las fuerzas políticas del caso estuvieran preparadas para tomar medidas oportunas, lo bastante pronto, semejante catástrofe podría evitarse.

Yo realmente no comparto la visión pesimista con la que acabo de iniciar esta sección de mi informe. Sólo comunico lo que mis colaboradores y yo encontramos, al menos hasta el momento, como lo que aún impera entre dirigentes políticos y círculos relacionados en EUA. Yo esperaría, de manera muy razonable, poder mejorar esta situación pronto, de dárseme la oportunidad pertinente de ayudar en ello.

De otro modo, entre tanto, al momento no hay esperanza en lo absoluto de una iniciativa eficaz de parte de los gobiernos de Europa Occidental y Central. Sin embargo, a pesar de que impera el deseo temeroso de un sentido de realidad entre la mayoría de las élites de Europa Occidental y Central, aún hay motivo para confiar en la esperanza de que EU pueda recobrarse para aportar las iniciativas de las que ahora depende la cooperación necesaria en la supervivencia de la civilización mundial.[8] Una iniciativa pertinente de EU ha de proporcionar la matriz que lleve a una porción decisiva de los sistemas nacionales del mundo a la forma necesaria de cooperación conjunta que todos precisamos.

Por tanto, a pesar de los incrédulos y pesimistas de alto rango en el mundo hoy, tenemos a mano una forma de evitar semejante calamidad planetaria como la que nos amenaza en lo inmediato. Empero, aún resta el hecho preocupante de que, cuando consideramos el temple de las filas actuales de las cúpulas políticas de la comunidad trasatlántica y más allá, parecería, hasta ahora, que no se adoptarán a tiempo los correctivos disponibles para impedir una desintegración general de la civilización en el orbe entero. Ésa es, en esencia, la falsa opinión pesimista en el extranjero, la opinión reinante que tenemos que cambiar en el período inmediato.

Así, en círculos políticos pertinentes, más que nada ciertas objeciones frecuentes a la mera idea de considerar siquiera la clase de medidas oportunas de las que depende la existencia continua de la civilización, han obstaculizado, hasta la fecha, nuestros esfuerzos por inducir a gobiernos, en especial al nuestro, a tomar medidas útiles que eviten la calamidad que nos embiste. Para ilustrar esta situación, por una parte escuchamos: “No mientras Bush siga siendo presidente”, o, de modo parecido, “Nuestro sistema político no puede funcionar así”.

De hecho, por supuesto, contrario a esas protestas y otras similares, nuestro sistema político constitucional estadounidense es el mejor diseño que existe hoy en el mundo para emprender precisamente esa clase de medidas, como lo demuestra el Gobierno del presidente Franklin Roosevelt. Sin duda, esta crisis es mucho más grave que los problemas económicos enfrentados en tiempos de ese presidente Roosevelt; pero los principios necesarios para lograr vencer la presente amenaza son congruentes con los precedentes auténticamente constitucionales que encarna, en esencia, el preámbulo todo abarcador de esa Constitución, como los usó con ventura ese presidente Roosevelt.

Hace poco resumí la respuesta que propongo a semejante suceso, en ocasión tanto de mi presentación inicial como de mi respuesta a una pregunta pertinente durante la videoconferencia de LaRouche PAC en Washington D.C., el pasado 31 de octubre. Las reacciones subsiguientes de círculos oficiales y otros a esa parte de la videoconferencia, indican el deseo creciente de seguir discutiendo la medida que propongo, conforme el Congreso estadounidense se prepara para lo que probablemente resultará en una sesión maratónica. Yo honro ese deseo implícito, y seguiré haciéndolo en el período venidero, como ahora.

Antes de proseguir con un cuadro un tanto detallado de la solución a esta crisis inminente, debe recalcarse aquí que los métodos que empleó el LYM para la última fase de las recientes elecciones intermedias, son una probadita del enfoque que debe adoptarse a fin de organizar a las fuerzas políticas indispensables para llevar a la práctica las reformas con urgencia necesarias.

Dicho lo anterior, ahora debemos empezar aquí nuestro esbozo de la situación inmediata tanto con la cuestión de definir el dinero como tal, como también de echar por tierra la noción de cierto valor asintótico inherente a un proceso monetario como tal. Abatir los mitos callejeros y del aula universitaria que hoy gozan de una popularidad porfiada, es una condición indispensable para dejar clara la naturaleza de las medidas que son tanto indispensables como suficientes para organizar la supervivencia de la civilización, no sólo de la amenaza ahora venidera de una crisis de desintegración del dólar, sino de toda la civilización mundial.

Esas creencias destructivas en tales mitos son de una variedad que sólo puede superarse con la clase de método dinámico empleado por el LYM, con éxito notable, en tiempos y lugares decisivos de la reciente contienda electoral intermedia.

Esto nos trae a la necesidad de hablar del dinero.

3.1 ¿Qué es el dinero?

La existencia del dinero ha sido una necesidad para cualquier economía moderna hasta ahora; y eso seguirá siendo cierto en el horizonte previsible de la práctica civilizada futura. Así, por definición, pueda que el dinero como tal sea útil; pero, contrario a los mitos académicos populares y otros, nunca tuvo y nunca tendrá valor intrínseco en ninguna forma de economía civilizada moderna. Ésta es la cuestión crucial que enfrentamos en lo inmediato ahora.

La fuente principal de confusión a este respecto es la difundida creencia en el mito, en oposición a la realidad del dinero. En cualquier organización eficaz de la economía mundial ahora en peligro, el dinero y los sistema bancarios desempeñarán una función vital, una que depende de la visión del dinero que aquí expreso.

Por ejemplo, los difundidos engaños populistas parten del supuesto de que el dinero tiene algún valor intrínseco, uno que puede determinarse de una “manera natural” si se elimina la intervención del gobierno en la economía. Éste no es un mero embuste populista; sería una ilusión mortal para EUA mismo, y para la civilización en general, en el marco de la crisis que ahora arremete. El dinero no tiene un valor intrínseco imputable. El valor atribuible de una moneda es un valor que se determina en términos sociales, un valor físico, no uno “natural”. Karl Marx y esos liberales angloholandeses que le enseñaron a creer en el sistema británico de economía política, fueron, de hecho, las víctimas en las que sus maestros pretendían que se convirtieran. La doctrina liberal angloholandesa del dinero es una mera creencia ilusa inducida en el creyente, para provecho intencional del sistema que urde y propaga dicho engaño en su propio beneficio depredador deliberado.

La función real necesaria del dinero en una salida cuerda a la crisis mundial que ahora embiste, es una que, para muchos, semejaría mucho la de aquellas instituciones del EUA previo a los cambios radicales en los sistemas económicos y monetarios estadounidenses que se efectuaron, como pauta, a partir de 1971–1981. Por consiguiente, antes de detallar cualquier prescripción de cambio al sistema actual, primero tenemos que determinar las diferencias axiomáticas entre el mito y la realidad de los sistemas monetarios modernos. Como tenemos que ordenar soluciones en términos que den cuenta de la función de sistemas monetarios en y entre las naciones, primero tenemos que aclarar las definiciones de los términos con los que deberemos trabajar.

En la medida que estamos bregando, en lo principal, con una cierta continuidad en la evolución antigua hasta la moderna de sistemas monetarios europeos, la preocupación por el tratamiento sistemático competente de este tema exige que comencemos nuestro presente razonamiento remontando la evolución de tales sistemas, aunque sólo sea a modo de esbozo, a la función imperial de las operaciones de préstamo internacional de un cartel de intereses financieros organizado con sede en el templo délfico del Apolo pitio, y a las operaciones marítimas que dicho centro coordinó en buena parte del Mediterráneo.

El antiguo y malvado uso del dinero

Desde los viejos días, esa clase de sistemas financieros marítimos se coordinaba con lo que en ese entonces se identificaba como el “modelo oligárquico” de sociedad. Dicho modelo estaba fundado en el pastoreo de una mayoría de los pueblos sometidos, el pastoreo de las clases de los muchos por los pocos, como en la Esparta de Licurgo. A los muchos se les trató de formas parecidas a las designadas para las virtuales bestias de una propiedad, del modo que el malvado fisiócrata del doctor François Quesnay definió a los granjeros en la propiedad feudal del terrateniente como mero ganado. Tales fisiócratas estimaron a éstos como ganado al que no se le atribuía ningún aumento en el producto generado en relación al consumido. Zafios tales como Quesnay, Turgot, Adam Smith, Bentham y sus seguidores desconocieron la función creativa económicamente eficiente de la mente humana individual.

Algo parecido planteaba el pro satánico Bernard Mandeville, cuya La fábula de las abejas, la virtual biblia del diablo de la Sociedad Mont Pelerin, Graham Lowry resumió: “Los intereses del Estado no eran más que la satisfacción colectiva de los placeres hedonistas de sus individuos”.[9] O, como he sintetizado mi propia interpretación de Mandeville: él supuso que la distribución de las utilidades de la riqueza la determinaban malvados hombrecillos verdes que juegan a los dados bajo el entablado del universo, criaturitas diabólicas que sueltan risitas satánicas cada vez que los dados recompensan el mal y arruinan el bien, de modo muy parecido a como funcionan hoy en realidad las recetas de la Sociedad Mont Pelerin o el American Enterprise Institute en EUA.

Cada vez que hay un crac financiero, el resultado no es más que una demostración de que el verdadero valor físico del producto de la sociedad ha sido, en términos acumulativos, mucho, mucho menor que el achacado a los activos monetarios del sistema. Estas discrepancias surgen de diversas maneras, pero todas con un efecto neto similar. Una manera típica en que esto ocurre, es por ganancias con deudas de apuestas, las cuales, en lo principal, al parecer aumentan las obligaciones monetarias impagas de la sociedad, al tiempo que, por lo general mediante los efectos correlacionados de lo que se llama “acumulación primitiva”, de hecho disminuyen el ritmo neto de generación de riqueza física per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio pertinente.[10]

La forma más lunática de apuesta hoy es la legalización de los derivados financieros con el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, lo cual no es sino un modo de suyo hiperinflacionario de “acumulación primitiva”. Estas formas de “acumulación primitiva” aumentan el cúmulo de activos financieros nominales al echar abajo los activos físicos valiosos existentes. Los “fondos especulativos”, por ejemplo, al usar el apalancamiento del apostador desaforado, aumentan enormidades, de manera temporal, el valor nominal de mercado atribuido a activos financieros en gran medida sin valor, lo que eleva así vastamente las obligaciones del sistema monetario de la sociedad, al tiempo que echa por tierra, y de modo bastante salvaje, el valor físico neto de su producto total. El EU oficial actual, que incluye a Paulson y Bernanke, sigue debatiéndose en las locuras monetaristas como de arena movediza que se fraguaron en el régimen del jefe de la Reserva Federal de la difunta Ayn Rand, Alan “Burbujas” Greenspan.

Así, sin una cancelación general de lo que son activos financieros económica e intrínsecamente sin valor, fundados en activos nominales tales como los derivados financieros en general, y en la estafa de los “fondos especulativos” en particular, el presente sistema monetario–financiero mundial nunca podría sobrevivir; de ahí la amenaza más inmediata de hundirnos en una nueva Era de Tinieblas planetaria.

El colapso de 1998 de la especulación con los bonos rusos GKO, mismo que fue causado por la fórmula matemática para la generación de formas hiperinflacionarias de “acumulación primitiva” que usaban entonces los especuladores, como lo hacen ahora los “fondos especulativos”, es un ejemplo del principio; la gran expansión hiperinflacionaria de la misma clase de burbuja en estos ocho años, es lo que ha transformado al fantasma de la ruina de agosto–octubre de 1998 en la casi certeza de un desmoronamiento monetario–financiero mundial hoy. Sólo borrando “de los libros” la vasta mayoría de los activos nominales de suyo fraudulentos de los derivados financieros de los apostadores, podría reorganizarse de manera satisfactoria el sistema monetario–financiero, a efecto de restaurar el crecimiento físico–económico real per cápita y por kilómetro cuadrado.

Esto se tiene que hacer. De otro modo, el futuro inmediato es un derrumbe planetario en una nueva Era de Tinieblas. Sin embargo, ha de hacerse según los principios de la ley natural, no de manera arbitraria, y de un modo que conserve intacto el funcionamiento esencial del válido Sistema Americano de economía política.

Al mirar atrás a las operaciones marítimas imperialistas originales de la secta de Delfos, pronto deberíamos reconocer que los sistemas imperial romano, bizantino y cruzado–veneciano medieval fueron ejemplos fundamentales de conceptos de dinero específicos de las especies imperialistas de sistemas monetario–financieros, entre ellos el liberal angloholandés moderno, que tradicionalmente tuvieron como eje el Banco de Inglaterra del patrocinador de Hitler, Montagu Norman, de pertinencia por la Brown Brothers. Este hecho debiera sugerirnos que no hay nada natural acerca de los sistemas monetario–financieros que se presentan en las hoy demasiado típicas aulas y libros de texto universitarios.

Un Jonathan Swift contemporáneo recomendaría que, como cuestión de valor, un título en Economía de la que se enseña por lo general hoy, tenga un valor inminente de mercado de mucho menos que nada. En lo que sugeriría como remedio, quizás muy bien podría multarse a quienes tengan tales títulos por aferrarse a que les sean otorgados.

Sin embargo, la perspectiva más útil de lo que acabo de resumir aquí la presenta el señalamiento de que alguna vez se estableció un concepto alternativo física y científicamente sólido, del todo diferente, de dinero, como cuestión de conocimiento. Esto era, y sigue siendo, la ciencia de la economía física como la desarrolló Godofredo Leibniz en el transcurso de 1671 a 1714, y como esta misma ciencia fue la base para la creación de un Sistema Americano de economía política asociado con la labor del primer secretario del Tesoro de EUA, Alexander Hamilton. Este sistema de Leibniz y Hamilton sentó las bases para que el presidente Franklin Roosevelt rescatara a la economía estadounidense a tiempo para evitar que las fuerzas de Hitler devinieran en un imperio mundial.

En nuestra tradición estadounidense moderna, la diferencia entre ambos modelos es que el Sistema Americano asociado con figuras tales como Alexander Hamilton, Henry C. Carey, Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt, es el adversario natural del sistema “librecambista” del imperialismo liberal angloholandés. No hay concordancia alguna entre la ideología liberal angloholandesa y ese Sistema Americano de economía política implícito como el efecto de la intención del preámbulo de la Constitución federal estadounidense. Es a este respecto decisivo que EUA, y sólo EUA, le ofrece hoy a la humanidad el eje de verdadera esperanza de que se le rescate del sistema económico mundial que al presente peligra.

A esa luz histórica, el remedio obvio sería recurrir a las soluciones educibles de la historia de nuestra Constitución federal, como lo hizo Franklin Roosevelt.

3.2 La solución de Franklin Roosevelt

Mira lo que las presidencias estadounidenses sucesivas de Nixon, Ford y Carter demolieron en el período de 1970–1981, el lapso que va desde que Nixon abrazó con desfachatez al charlatán Milton Friedman, hasta las salvajes medidas piloto de “desintegración controlada” de la economía estadounidense que se decretaron bajo la dirección y especificaciones de la Comisión Trilateral. El sistema entero de comercio monetario e internacional, y de estabilización de la inversión, y las mediadas proteccionistas de “comercio justo” típicas de la recuperación económica con la que el presidente Franklin Roosevelt ganó la guerra, se botaron a la basura aproximadamente en el lapso de una sola década.

Las medidas de emergencia de Roosevelt para sacar a la economía estadounidense del desastre las animaba el principio del ágape, el amor por todos los ciudadanos, empezando por los que más sufren. Roosevelt saluda a un niño internado en Warm Springs, el centro contra la polio que él fundó. (Foto: Biblioteca Franklin D. Roosevelt).

Antes de las consecuencias devastadoras de la larga guerra estadounidense en Indochina, el EUA posterior a la Segunda Guerra Mundial disfrutó un período de progreso tecnológico neto y de crecimiento económico (físico) real per cápita y por kilómetro cuadrado de nuestro territorio. Desde 1967–1968, la economía de EU comenzó una debacle, que aceleró por los efectos catalíticos internacionales del terrible Gobierno británico de ese infeliz experto en naufragios, el primer ministro Harold Wilson.

En cuanto a esto, tenemos que reconocer las implicaciones de la advertencia del presidente estadounidense saliente Dwight Eisenhower contra lo que decidió llamar “un complejo militar industrial”. Contrario a muchas de las interpretaciones populistas erróneas de esa advertencia del Presidente, la verdadera amenaza que refería su discurso no era el uso de aventuras militares para lucrar, sino la forma en que los intereses imperiales liberales angloholandeses pretendieron, con ayuda de sus cómplices estadounidenses, destruir la economía de EU induciéndolo a seguir el porfiado curso de librar guerras destructivas y tratar de establecer la dictadura; como hemos visto, esto no sólo implica la “crisis de los proyectiles” cubanos de 1962 y la larga guerra estadounidense en Indochina, sino todas las medidas principales de reforma de la economía nacional y el sistema monetario internacional, desde que llegaron los llamados “sesentiocheros”, y la destrucción deliberada del sistema de Bretton Woods y del Sistema Americano de “comercio justo” en el período de 1970–1981 y después.

Al igual que en el atolladero fraudulento en el desierto, de propagación del genocidio por todo el Sudoeste de Asia desde abril de 1975, la intención ha sido inducir a EUA a autodestruirse para así abrirle paso al gobierno mundial de una forma de utopismo neomedieval liberal angloholandés posterior al Estado nacional, llamado “globalización”. Ésa era la intención; eso es lo que ha sucedido con la urdimbre de George P. Shultz, el Gobierno de Bush y Cheney, del modo que el “complejo militar industrial” de marras contra el que advirtió el presidente Eisenhower ha operado.

Con un presidente mentalmente estable y un vicepresidente moralmente sano, las insensateces de las guerras que ahora cunden en el Sudoeste de Asia no podrían haberse desencadenado como lo hicieron. Para lograr esos resultados, fue indispensable un gobierno presidencial corrupto en lo intelectual y lo moral.

Antes de esos sucesos de 1967–1981 en el mercado mundial y la economía estadounidense, el EU de Franklin Roosevelt había establecido una estructura flexible de medidas proteccionistas. Idiotas maliciosos las han tachado, en efecto, de subvencionar al haragán a expensas del laborioso; o esos críticos eran estúpidos o simples mentirosos, como suelen serlo los liberales de inclinaciones oligárquicas depredadoras, y sus demagógicos lacayos y aspirantes a tales. De hecho, lo que estas reformas “proteccionistas” pretendían era un sistema indeleblemente congruente con la intención de nuestra Constitución federal, uno a veces llamado de “comercio justo”.

El sistema proteccionista es en realidad un requisito implícitamente alojado en el preámbulo de la Constitución federal estadounidense. Este preámbulo es, en sí mismo, de manera inherente, y no accidental, la expresión de un principio de la ley natural de lo más fundamental, denominado ágape en el griego clásico, y de otro modo famoso como el principio que afirma el apóstol Pablo en Corintios I:13. También se le conoce como el principio fundamental del tratado de Westfalia de 1648: el beneficio del prójimo, que es la premisa de toda forma civilizada de civilización europea moderna, que incluye el principio del Estado nacional soberano.

¿Quieres ser un verdadero cristiano, por ejemplo? No apoyes a un neoconservador.

La función de este principio de ley natural no es la mera protección de los derechos individuales, sino la obligación de la sociedad de darle preferencia a aquellas actividades que son indispensables o notablemente benéficas para el fomento del bienestar general y la protección de veras eficaz de los derechos humanos como la obligación divina de la humanidad, del modo que lo implica el Génesis 1:26–30. Así se fijó el principio de la inmortalidad en nuestro Derecho constitucional. La inmortalidad, el legado de lo que los vivos hacen para producir el resultado de sus vidas mortales en el futuro, es el fundamento de toda ley natural.

Somos parte viva de un proceso de Creación, una Creación que no es fija, sino un universo creciente y en evolución, no un orden fijo o erosivo. Somos únicos, en cuanto a que nuestras voluntades individuales, dotadas con los poderes de la creatividad, como la científica y artística clásica que sólo le es natural al ser humano individual, son las que aportan la medida del resultado y, por tanto, la naturaleza de conformidad con la guía de la ley natural.

Esto significa, por ejemplo, que el trabajo vale la pena su contratación, y que las inversiones que benefician a la sociedad son alentadas, en tanto que las que no, no. Significa, en la economía física, que las inversiones en infraestructura que son necesarias para fomentar la productividad del territorio y del trabajo, han de apoyarse, aun a expensas de inversiones y actividades tales como los modos especulativos de adquirir ganancias financieras, que no lo son.

Al mismo tiempo, como demuestra la historia, no hay un principio real de la naturaleza que determine que esas tendencias de intercambio en condiciones de “libre comercio” tengan que converger en un equilibrio deseable de precios relativos. De hecho, el caso en la historia ha sido exactamente el efecto contrario.

El modelo de tipos de cambio fijos con el sistema de Bretton Woods, y el uso de tarifas y mecanismos congruentes para generar lo que denominamos condiciones de “comercio justo”, fueron las características de la organización más exitosa de la economía que el mundo jamás haya conocido. A este respecto, las medidas proteccionistas cimentaron dicho éxito, tal como su abandono ha resultado en una clara caída de la productividad física y el nivel de vida per cápita y por kilómetro cuadrado de la superficie de los condados y el territorio entero de EUA, a no más tardar desde 1977, hasta la fecha. Los datos fabricados en el esfuerzo de sugerir lo contrario, no han sido más que mentiras que tanto el gobierno como las instituciones privadas concernientes falsificaron adrede.

Si la economía estadounidense, por ejemplo, ha de recuperarse de lo que de otro modo es la certeza de una crisis de desintegración general de nuestra nación, tenemos que ampliar bastante la inversión productiva y relacionada per cápita y por kilómetro cuadrado de nuestro territorio total. Esto no puede hacerse sin una gran ayuda de fuentes públicas de crédito. Semejante crédito no podría otorgarse, en especial en consideración de los actuales desastres financieros nacionales y relacionados, a menos que hubiera la capacidad razonablemente segura de saldarla en el transcurso de los próximos veinticinco o cincuenta años (o sea, en una generación o dos). Esto significa que los canales de inversión y producción deben regularse para asegurar un valor estable de las monedas, estabilidad de las estructuras de precios, y fungibilidad de las obligaciones de largo plazo incurridas en el transcurso de tales lapsos. Eso exige un sistema de tipos de cambio fijos.

El resultado de tales disposiciones preventivas es un valor fijo regulado del dólar en tanto instrumento de crédito de largo plazo acordado en los mercados mundiales. Largo plazo significa la anticipación de la liquidación de cuentas en períodos de no menos de veinticinco a cincuenta años. Esto sólo puede hacerse con ayuda de la regulación federal de EU y otra relacionada.

Tales medidas necesarias tienen el efecto de establecer un valor financiero fijo absoluto y relativo del dólar.

4.  La creación del nuevo sistema federal

Las medidas necesarias para salvar a EUA de una catástrofe económica y monetario–financiera fatal, pertenecen a dos clases generales. Primero consideramos las acciones necesarias del Gobierno de EU en el interés inmediato de la nación. Segundo, las más esenciales de las medidas internacionales.

La degradación de la productividad física de la economía estadounidense, per cápita y por kilómetro cuadrado, en el período desde 1971–1972 y desde 1977–1981, la han producido dos cambios principales en la orientación económica nacional y relacionada.

Primero, la eliminación del sistema monetario internacional de tipos de cambio fijos establecido como el de Bretton Woods. Esto redujo la norma física de ingreso del empleo en la producción física de bienes y el relacionado, al tiempo que causó un desgaste neto y otras reducciones en la inversión en infraestructura y bienes de capital.

El primer paso para salvar a EU de la catástrofe económica involucra a la Reserva Federal: declarémosla en quiebra y sometámosla a la protección del gobierno para convertirla en un banco nacional. (Foto: Dan Smith/Creative Commons)

Segundo, este efecto de la primera medida lo agravó mucho la destrucción intencional del sistema de la llamada regulación “proteccionista” asociada con una política de “comercio justo”, a favor tanto de una orientación de mano de obra barata como de una caída acelerada de la inversión en el nivel de vida, la intensidad de capital relacionada con la productividad y la infraestructura económica básica.

El efecto neto de esto en el período desde 1971 ha sido una caída de la productividad física neta, per cápita y por kilómetro cuadrado, en las manufacturas, la infraestructura y los servicios avanzados en todo este período de 35 años.

Las naciones de Norteamérica y de Europa Occidental y Central, por ejemplo, ya no le brindan un nivel de vida promedio al 80% de las familias de menores ingresos, per cápita y por kilómetro cuadrado, consonante con los niveles alcanzados en los 1960. Se ha degradado a nuestra nación, de ser una con las características predominantes de una república, a una con la clase de 80% de abajo en la pobreza permanente asociada con el modelo oligárquico de una sociedad regida por el 3 a 20% de arriba.

La caída del empleo en la producción de bienes y la prestación de servicios avanzados esenciales desde 1971–1981, ha mudado el empleo en todo el mundo hacia naciones con niveles de vida per cápita y por kilómetro cuadro cada vez más pobres. La consecuencia del viraje, de las economías desarrolladas a las de pueblos pobres que producen para el consumo de naciones que solían producir para sí mismas, ha sido reducir la productividad promedio per cápita y por kilómetro cuadrado en todo el orbe.

El resultado de estos cambios en el período de 1971–2006 lo ilustra la gráfica de la “triple curva” que reproducimos aquí. Conforme el producto físico neto, per cápita, de las economías de las Américas y Europa sigue cayendo, hemos alcanzado el umbral crítico en el que la embestida de un desplome de reacción en cadena de las economías de EUA y Europa Occidental y Central, no sólo echaría abajo a esas regiones, sino al Asia exportadora y economías comparables más pobres de las que depende la estabilidad de las primeras.

La solución, a grandes rasgos, consiste en darle marcha atrás a esa tendencia de los últimos 35 años, pero con la salvedad de que no debemos reducir el ritmo de desarrollo tecnológico alcanzado en las naciones de Asia y África.

El efecto neto de este viraje de 35 años, del sistema de Bretton Woods a uno dizque “posindustrial globalizado”, ha sido la reducción de los poderes productivos netos del trabajo a nivel mundial, per cápita y por kilómetro cuadrado. Hemos llegado ahora al momento detonador en el que las características de esta tendencia, a la fecha, se expresarían como una crisis general de desintegración planetaria.

No sólo debemos borrar y darle marcha atrás a las tendencias de los últimos 35 años en la toma de decisiones en las Américas y Europa. Tenemos que reconocer que en esas tres y más décadas el mundo ha cambiado en lo tecnológico, de modo tal que, sin una anulación general de los dogmas contra la energía nuclear y de cero crecimiento relacionados que se instituyeron en los 1970 y después, y sin un compromiso con el progreso acelerado hacia el uso de tecnologías termonucleares controladas, el planeta no podría afrontar las necesidades que crea el agotamiento de algunos recursos naturales, ni satisfacer las expectativas crecientes de una población mundial en aumento. En particular, hemos llegado al grado que el desarrollo combinado de los Estados nacionales soberanos de Eurasia encarna la nueva calidad de economía mundial que define el reto que hoy encara el mundo entero.

Por ende, en EUA, como en Europa, tenemos que invertir las tendencias políticas adoptadas en el período desde más o menos 1968, movilizándonos al mismo tiempo para cumplir las expectativas razonables de desarrollo de los pueblos de Asia, y también de África, así como de América Central y del Sur. Debemos emprender la muy postergada Tercera Década de Desarrollo de la ONU, a la par de las revoluciones científicas y tecnológicas típicas ahora de las implicaciones de una inevitable dependencia mayor de todas las naciones, de las tecnologías de fisión nuclear y fusión termonuclear.[11]

4.1 La función de EUAÌLa iniciativa para darle marcha atrás a esta tendencia de locura tiene su centro inevitable, en tanto responsabilidad, en nuestro EUA. Las razones para ello son dobles en lo principal. Primeramente, pese a los sucesos de 1971–1972 y su secuela, las reliquias del sistema de Bretton Woods aún existen hoy, de manera inevitable, en la forma de las implicaciones al presente ineludibles de la función del dólar como la moneda de reserva nominal del sistema del Fondo Monetario Internacional. Segundo, la superioridad del sistema constitucional estadounidense en tanto instrumento para revivir una economía de mercado mundial enferma es tal, que sin una iniciativa apropiada del Gobierno de EU ahora, sería imposible recuperación alguna del mundo de la actual embestida de la crisis de desintegración global en el lapso de una generación.

El tema de las iniciativas de emergencia necesarias para rescatar al mundo entero de la acometida actual de la amenaza de una forma de crisis de desintegración general de reacción en cadena, se clasifica como es debido, para propósitos de revisar la orientación, en dos secciones: la función del Gobierno estadounidense en ofrecer las iniciativas necesarias para la reorganización del sistema monetario–financiero mundial denominado en dólares, y la división internacional del trabajo entre naciones indispensable para llevar adelante esa iniciativa hacia el enfoque programático de una recuperación general.

Así, el primer paso que debe dar nuestro EUA es doble. Primero: el Gobierno estadounidense debe reconocer que el bienestar general de la nación peligra, como de hecho acontece, por los efectos nacionales y globales de la acometida de un derrumbe general del sistema de la Reserva Federal de EU. Segundo: el Gobierno estadounidense debe someter al sistema de la Reserva Federal, como una quiebra de facto, a la protección federal por bancarrota, restableciendo así, de hecho, una forma “hamiltoniana” constitucional estadounidense de sistema de banca nacional.

La mera posibilidad de evitar la clase de derrumbe financiero de reacción en cadena que probablemente destruiría a EUA en tanto nación funcional, exige someter a los bancos e instituciones relacionadas de EU a protección cabal como en un estado de bancarrota. El Gobierno de EU debe entonces tratar a los bancos e instituciones relacionadas así protegidos, como sea necesario para asegurar que se mantengan los niveles de empleo útil actuales y el funcionamiento de servicios públicos y privados esenciales en todos y cada uno de los condados de EUA.

Aunque es indispensable la protección reguladora de los depósitos y aspectos relacionados a cuenta de estos bancos, la consideración claramente esencial es mantener el funcionamiento normal, ya sea de la economía de los condados, o de una integrada por un conjunto de ellos íntimamente relacionados en lo funcional.

A quienquiera que no reconozca el interés vital de la nación y las comunidades que la constituyen en la protección de tales funciones bancarias, debe considerársele como un loco, tal vez un ideólogo obsesionado que considera más preciosas sus fantasías aberrantes que el bienestar de la gente y su nación. Debemos tener un sistema bancario que funcione y responda, bajo protección federal, casi como si nunca hubiera existido condición alguna de bancarrota.

Para defender esas funciones de las instituciones bancarias en el interés nacional vital, grandes cantidades de obligaciones deben someterse, como si se les congelara, a supervisión. Su valor no se invalida de manera automática; de conformidad con disposiciones apropiadas de la ley que abarcan, cada una, una variedad de casos, pueden seguir existiendo como activos, pero su uso en tanto tales será ahora regulado, hasta la resolución del proceso de reorganización por bancarrota.

En estos casos, a las obligaciones cuyo carácter es el de una forma de deudas de juego o que equivalen al producto de inversiones en apuestas, se les asigna la menor prioridad. Sería imposible salvar el sistema bancario en una condición funcional, a menos que neutralicemos el libre movimiento de la gran masa de obligaciones que se desprende de transacciones cuya cualidad de origen equivale a algo como el fruto de apuestas. La gestión de tales obligaciones debe apoyarse en ajustes pertinentes a las directrices impositivas.

El segundo paso necesario es la emisión federal de crédito monetario como capital financiero, tanto para la inversión directa como para la efectuada a través, ya sea de los estados federales o de la banca privada e instituciones relacionadas que participen.

Los propósitos primarios de semejante emisión de crédito federal son tres:

Primero, tenemos que mudar el empleo de las formas no calificadas o semicalificadas de trabajo opcional en los servicios, a formas productivas con metas específicas puntuales para hacer mejoras cualitativamente productivas en la composición del empleo por condado. Esto ha de lograrse sin reducir el nivel de colocación; debe hacerse de modo comparable al mejoramiento del empleo, del relativamente improductivo, al productivo en lo físico. El propósito es aumentar el producto físico útil per cápita y por kilómetro cuadrado en la cantidad de personas, la calidad del nivel de calificación y per cápita de la población, y efectuar esta reforma de modo tal que mejore la proporción entre el empleo productivo neto y el improductivo, y que también aumente el producto físico útil neto, per cápita y por kilómetro cuadrado dentro de todo el territorio.

Segundo, tenemos que elevar el nivel del producto físico, per cápita y por kilómetro cuadrado, específicamente hasta niveles que pongan a la nación por encima del punto de equilibrio físico respecto al volumen de la producción total y, también, de la productividad per cápita y por kilómetro cuadrado del condado o región de varios condados.

Tercero, tenemos que darle una prioridad superior a la producción más progresista en lo tecnológico, que a la que lo es menos, excepto cuando la producción específica sea en sí necesaria. Por lo general se le da preferencia a empresas locales con pocos accionistas, que son el baluarte del desarrollo económico local y un báculo de funciones públicas esenciales en los condados o regiones de varios condados. El objetivo nacional debe ser fortalecer la producción y fecundidad del uso de la tierra en regiones de condados o varios condados a lo largo de la nación. De modo parecido, debemos instituir medidas de regulación que restrinjan y penalicen las fugas de capital de inversión en exceso exuberantes de una firma a otra.

El acento inicial en el estímulo de la recuperación económica se enfocará en la cuestión de las mejoras de largo plazo en la infraestructura económica básica, bajo la guía de los gobiernos federal y estatales respectivos. Esto significa inversiones de largo plazo por la facultad del gobierno federal de crear deuda capitalizada y de ayudar a los estados a lograr, en efecto, fines similares.

El objetivo ha de ser fomentar la salud y productividad económica de todos y cada uno de los condados locales de EU, y tratar semejante desarrollo local como la plataforma sobre la cual descansa el edificio del progreso específicamente nacional. Tenemos que alejar al país de un mundo fantástico de emporios supranacionales, y regresarlo a la nación y su gente.

A este respecto, tenemos que hacer que mucho del apoyo a la infraestructura de la economía dependa de nuevo de medios mejorados que se fomenten en beneficio de los estados y condados, lejos de las cuentas nacionales. Para ello, tenemos que erigir un empresariado regional y local de alta tecnología donde sea factible. El objetivo debe ser promover la función de una dirigencia local creativa calificada y otra relacionada de empresas con pocos accionistas, representada en cantidades y variedades suficientes en cada zona, que permitan cumplir objetivos de estabilidad económica local en la región. Hemos de preferir la competencia tecnológica donde la creatividad esté en casa, a la de precios donde imperen las aventuras financieras depredadoras. Las grandes empresas han de considerarse como instrumentos para la realización de productos en el interés nacional, que reflejen los poderes productivos creativos que encarnan empresas locales más pequeñas y en manos de relativamente pocos.

Tenemos que invertir las tendencias existentes que destruyen el interior de la economía nacional mediante operaciones financieras abismantes de globalización. Debemos extirpar la pretendida restauración de la demencia depredadora medieval de cruzados normandos y depredadores oligárquico–financieros venecianos por igual.

Este segundo paso se da de forma paralela y en interacción con un tercero, el acento en la función primordial del desarrollo de infraestructura económica esencial, ya sea por agencias federales o mediante la cooperación federal con los estados.

4.2 La ciencia como gananciaÌEsto trae nuestra atención de vuelta al asunto del capítulo inicial de este informe. ¿Qué es la verdadera ganancia para la sociedad, y cómo debe generarse y protegerse en tanto institución práctica?

En las semanas previas a las recientes elecciones intermedias en EU, el LYM se desplegó de manera coordinada a nivel nacional a regiones selectas de la campaña nacional del Partido Demócrata. Se estableció una operación de “cuarto de guerra”, con cuarteles en Leesburg, Virginia, integrada por jóvenes veteranos del LYM de “guerras” políticas anteriores, con zonas específicas de candidaturas demócratas individuales o grupos funcionalmente relacionados de candidatos, como su misión asignada en el campo de la contienda nacional demócrata.

Análisis poselectorales realizados por reconocidos especialistas del Partido Demócrata en tales cuestiones, han mostrado que los márgenes “arrolladores” en las elecciones a la Cámara de Representantes y ciertas candidaturas al Senado, produjeron lo que se hubiera considerado una ola inesperada de apoyo demócrata, tanto de adultos jóvenes entre 18 y 29 años de edad, como de una efervescencia mayor entre los de 25 a 29. Más importante que esa peculiaridad de la encuesta poselectoral, para nuestros propósitos, fueron los informes de entrevistas con los votantes jóvenes que se montaron en estas olas arrolladoras más bien súbitas.

El resultado más significativo de las encuestas, no sólo fue que el despliegue del LYM representó un factor descollante en que la gente saliera a votar, sino la manera en que el mismo, poniendo el acento en efectos de masas, catalizó una ganancia que rebasa con mucho cualquier cosa asociada con los equipos de Howard Dean.

Esto se correlacionó con la encuesta reciente hecha a congresistas demócratas recién elegidos que se reunieron en la Universidad de Harvard en Boston. En general, la organización de campaña de Howard Dean no impulsó a estos candidatos ganadores, pero de todos modos ganaron. La característica de estos candidatos exitosos fue su orientación a la misión en el interés nacional, más que una motivación por hacer carrera política.

Es la manera como desplegó el LYM, en su contribución a estos efectos, en lo que tenemos que enfocar nuestra atención aquí: el rasgo característico de la forma en la que el LYM desplegó para producir lo que he descrito, arriba, como un “efecto de masas”. En esencia, el LYM, del modo que ha evolucionado en el transcurso de sus pininos en mi involucramiento con la juventud universitaria durante mi campaña presidencial demócrata del 2000, y mi consiguiente apoyo de mediados de año a la candidatura presidencial del senador John Kerry, ha encarnado mi acento en el fomento de la creatividad artístico–científica, como indiqué al comienzo de este informe. El método para generar un “efecto de masas” en el despliegue tuvo como premisa los usados para fomentar el estímulo a los potenciales creativos en una población de jóvenes votantes entre las edades mencionadas.

Estos acontecimientos reflejan lo que ha representado el compromiso constitucional de mi asociación filosófica internacional, en especial el desarrollo y aplicación, a lo largo de casi medio siglo, de mis descubrimientos originales en el dominio de una ciencia leibniziana de la economía física, y, por más de cuarenta años, mis éxitos en el pronóstico económico de largo plazo.

El factor decisivo en esa misión asignada que adoptó y cumplió con éxito el LYM, apunta al hecho de que la verdadera ganancia y la creatividad científica y relacionada son inseparables.

Dicho esto, la cuestión a plantear en el intento de establecer una definición científica físicamente sólida del verdadero margen de ganancia en la economía, como introducción a la siguiente presentación, ahora enfoco nuestra atención en la pertinencia de esto para el diseño y realización exitosos de una recuperación y crecimiento de la economía física del mundo en el transcurso de los próximos cincuenta años y más.

Ésta es la consideración, la perspectiva de la que debe depender el diseño del nuevo sistema federal de recuperación económica de nuestra república, si es que nuestro intento en esta coyuntura ha de tener éxito en el transcurso de las dos generaciones ahora por venir.

¿Qué es la creatividad?

La distinción natural esencial entre el hombre y la bestia es el poder de la facultad soberana de la mente humana individual para generar y reproducir el acto del descubrimiento, y el uso de ideas que encajan en la clasificación de descubrimientos, por parte de individuos soberanos, de principios fundamentales de la ciencia física y las modalidades clásicas de composición artística, del modo que esto último es típico de los descubrimientos de Juan Sebastián Bach y de quienes los continuaron. El ejemplo más eficiente de esto lo pueden reconstruir en la experiencia estudiantes adolescentes y adultos jóvenes dotados, al revivir, paso a paso, la forma en que Johannes Kepler presentó su descubrimiento único original de la gravitación universal, como lo informa en detalle en su Nueva astronomía. De hecho, tomando en cuenta la obra de seguidores explícitos de Kepler tales como Godofredo Leibniz y Carl F. Gauss, Albert Einstein correctamente hizo hincapié en que la esencia de toda ciencia física moderna competente se expresa como el proceso dinámico de desarrollo que vincula los descubrimientos de Kepler y Bernhard Riemann.

Lyndon LaRouche, con su Movimiento de Juventudes Larouchistas, dirigió la acción de flanqueo específica que hizo que los jóvenes salieran en masa a votar para ganar las elecciones. (Foto: Stuart Lewis/EIRNS).

En los confines del infinitesimal aparente, como lo definió el descubrimiento de Kepler de la gravitación, expresado por la correlación orbital entre el Sol, la Tierra y Marte, el estudiante despierto enfrenta el desafío de reconocer el significado físico práctico del concepto de un principio, tal como el de la gravedad, que es tan grande como el universo mismo, pero que, por tanto, cobra expresión en cada instante mínimo como un “infinitesimal” aparente, que no es una magnitud matemática como tal, sino la realidad ontológica expresa de la presencia del principio universal en todo y cada intervalo de acción más pequeño que pueda concebirse.

La misma noción del infinitesimal como la sombra de una realidad ontológica se encuentra en el contrapunto bien temperado de Bach, donde la coma aparece en la ejecución del modo que la gravitación se expresa como ontológicamente eficiente en lo muy pequeño, como en Kepler.

En la intersección del contrapunto de Bach, como en la interpretación apropiada de su motete Jesu, meine Freude, por ejemplo, se da la misma cualidad de la mente humana que se registra en el redescubrimiento del descubrimiento de Kepler de la gravitación. Las cualidades de la experiencia intelectual creativa son la realidad ontológica de un acto que con corrección llamamos creatividad humana individual, y que expresa la cualidad de ésta que ubica a la personalidad humana aparte y por encima de las bestias. Ésta es la expresión infinita infinitesimal de la mente humana que delata la presencia del alma inmortal que pervive cuando el cuerpo mortal ha perecido. Son estos actos, actos científicos, actos de formas clásicas de belleza, actos implícitos de amor por la humanidad pasada y futura, los que ubican a la personalidad humana aparte y absolutamente por encima de las bestias.

Esta cualidad de actividad individual específica humana es la que encarna el poder por el cual se genera la ganancia verdadera en los procesos físico–económicos. Éste es el estado mental, el estado de satisfacción personal, que representa la verdadera felicidad del individuo en la sociedad.

El sentido de universalidad así definido es lo que distingue las formas creativas de actividad social humana, del cartesianismo de las individuales inferiores de comportamiento en la vida. El tratamiento de esas ideas con semejantes cualidades es lo que, como al cantar un motete de Bach como es debido, le imparte un sentido de lo divino, de universalidad, al ser humano individual y a la acción social. Ése es el acto que ha asombrado, y a veces consternado, hasta a algunos de esos demócratas que reflexionaron sobre la función a la que el despliegue del LYM para generar un “efecto de masas” contribuyó a los aspectos más felices de la acción expresada por la victoria demócrata, a la que contribuyeron ciudadanos jóvenes de 18 a 35, cosa que ahora se registra como un resultado de una cualidad única.

El fomento de la creatividad, aun la científica, que se expresa así en la actividad en cooperación de las personas en la sociedad y en nuestra economía, es lo que representa la esperanza por el futuro de nuestra nación, y el de su contribución potencial al bienestar genuino de toda la humanidad hoy. Es el canto silencioso de la victoria, gracias al cual el cantante sabe que no es una mera bestia.

Traducción de Diego Bogomolny, Ingrid Torres, Mariana Toriz, Betiana González, Luis Fernando Barrera, Laura Flores, Emiliano Andino, Jonás Velazco y Fernando Espósito del LYM.


[1]El pronóstico económico de largo plazo y relacionado competente toma como modelo el ejemplo de la obra astronómica de Johannes Kepler, como la elaboró según la noción de dinámica leibniziana expresada en el enfoque de Bernhard Riemann para las hipergeometrías físicas (por ejemplo, los tensores físicos).
[2]Considera la referencia frecuente de mi esposa Helga al juicio de Federico Schiller, el cual hizo época, sobre las terribles implicaciones del Terror de la Revolución Francesa para la historia: un gran momento encontró gente pequeña. La transformación de la principal tendencia de optimismo cultural y poderes de conceptualización científica y artística, a partir de la energía creativa que irradiaron los efectos combinados del renacimiento clásico de Moisés Mendelssohn, Gotthold Lessing y la Revolución Americana de 1776–1789, que había revigorizado a la civilización europea de entonces, fue remplazada por el romanticismo decadente de principios del siglo 19, en especial en vísperas de los efectos combinados del predecesor de Adolfo Hitler, la fabricación del conde francmasón martinista Joseph de Maistre, Napoleón Bonaparte, y el Congreso de Viena de 1814–1815.
[3]Ver Vernadsky y el principio de Dirichlet, por Lyndon H. LaRouche, en Resumen ejecutivo de la 1a quincena de agosto de 2005.
[4]Ibíd.
[5]Por ejemplo, el concepto de la “economía eurasiática”, la noción de un conjunto de Estados nacionales respectivamente soberanos comprometido con el desarrollo de largo plazo de sus economías combinadas y por separado, erigido en lo principal en torno a tratados de largo plazo, como un eco del sistema de Bretton Woods del presidente Franklin Roosevelt de tipos de cambio relativamente fijos, a bajas tasas de interés simple. Sobre esto, ve las ponencias del 2006 en la primera videoconferencia de LaRouche PAC en Berlín, Alemania (Resumen ejecutivo de la 1a quincena de octubre de 2006 y EIR del 15 de septiembre de 2006).
[6]Es un neologismo (la variante neoténico) que se hace eco de una noción que introdujeron Julian Huxley y compañía de la UNESCO. La alternativa es neotenia, y ambas se hacen eco del griego clásico. Las connotaciones alternas son la generación del cambio o del estado que resulta del cambio. Yo llevo al extremo ambas opciones a fin de acentuar el acto de inducir el cambio.
[7]The Civil War and the American System: America’s Battle with Britain, 1860-1876 (La Guerra Civil y el Sistema Americano: La batalla de Estados Unidos contra Gran Bretaña de 1860–1876), por Allen Salisbury (Nueva York: Campaigner Publications, 1978); Treason in America: From Aaron Burr to Averell Harriman (Traición en América: De Aaron Burr a Averell Harriman), por Anton Chaitkin (Nueva York: New Ben Franklin House, 1985); How The Nation Was Won: America’s Untold Story (Cómo se ganó la nación: La historia inédita de Estados Unidos), por H. Graham Lowry (Washington, D.C.: Executive Intelligence Review, 1987).
[8]Puede que un Presidente de EU en particular estuviera loco, pero era improbable que la mayoría de nuestros congresistas estadounidenses fueran estúpidos. ¿Obcecados, cautos, un poco oportunistas y demás? Sí. ¿Estúpidos? No. La flamante nueva camada de congresistas es motivo de esperanza.
[9]Op. cit., pág. 303.
[10]Por ejemplo, el aspecto de las cuestiones que considera el volumen III del Capital, que el propio infeliz confuso de Karl Marx nunca podría haber captado del todo, es el resultado típico cuando un tonto supone en el pizarrón o con su computadora que el mero juego de números puede probar algo en absoluto sobre la realidad física de los valores que se determinan conforme a procesos físicos.
[11]Lo que pudo haberse considerado como el intento de emprender una Tercera Década de Desarrollo, ocurrió en la conferencia de los No Alineados de agosto de 1976 en Colombo, Sri Lanka. Aunque una mayoría de las naciones reunidas para esa conferencia apoyó la resolución, en el corto tiempo que pasó hasta la reunión de la ONU de fines de ese año en la ciudad de Nueva York, sólo un representante de las naciones reunidas en Colombo, el honorable Fred Willis de Guyana, siguió apoyando la resolución adoptada apenas un mes antes. La señora Gandhi y la señora Bandaranaike fueron derrocadas en este período, y Bhutto de Pakistán nos informó que Henry A. Kissinger había prometido eliminarlo, tal como sucedió poco después de eso.