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La poesía de la diplomacia: ¿Qué tienen en común Zelenski, Putin, Xi Jinping y Trump?

13 de julio de 2024 (EIRNS) — La recién concluida cumbre de la OTAN en Washington, DC, no fue más que el proverbial "último clavo en el ataúd" del compromiso ideológico de la pandilla de la "guerra permanente" de hundirse con el barco. Como dijo el 11 de julio el Presidente Biden, al anunciar el nuevo "Pacto por Ucrania": "Rusia no va a prevalecer en esta guerra. En esta guerra prevalecerá Ucrania. Y estaremos con ellos en todo momento. Eso es lo que el pacto dice alto y claro". Está ausente el lenguaje empleado anteriormente de derrotar militarmente y disolver a Rusia. En lugar de ello, Occidente, que está en apuros industriales, tiene que aferrarse a ello con la punta de los dedos, y convertir en años y años de guerra cualquier capacidad que le quede, y vender a sus poblaciones su gran cometido, mientras que desaparece el futuro de sus familias e hijos. Hitler en su búnker, rezando por la salvación de las Wunderwaffe (armas increíbles), tenía mejores probabilidades. 

Para evitar que Rusia prevalezca, y no digamos que Ucrania prevalezca, Occidente debe seguir luchando, cueste lo que cueste. En castellano normal, significa que los atlanticistas saben que no pueden sobrevivir en un mundo con una Rusia (o China) que funciona plenamente, ya que no pueden detener el ascenso del Sur Global si un Estado nacional avanzado y en funcionamiento es un ejemplo vivo de la posibilidad de vencer la pobreza y la enfermedad, y de realizar un progreso físico-económico sólido y a largo plazo. Esta pandilla no puede comprometerse en la diplomacia, no puede negociar una paz, ya que no tienen nada honesto que decirle a Rusia. Por el contrario, solo tienen maldad en su corazón. 

Serguéi Ryabkov, viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, asumió el papel de señalar la realidad al advertir que quienes intentan ampliar la OTAN para convertirla en una fuerza militar global pagarán el precio de tales ambiciones: " Ellos persisten en sus delirios, persisten en sus propios pecados. Recibirán lo que se merecen". 

Mientras Biden garantizaba que Rusia sería derrotada, Viktor Orbán, el Primer ministro de Hungría (un país con menos de 10 millones de habitantes) tomaba un avión a Mar-a-Lago para reunirse en Florida con el ex Presidente Donald Trump. Orbán lleva ya 12 días llevando a cabo una campaña diplomática que pondría celoso al general Sherman. Tan solo con dejar de lado todas las razones por las cuales nada podría funcionar, sentarse en persona con los implicados y entablar un diálogo, ha echado por tierra el engreimiento de la pandilla de la "guerra permanente" que dice que "la diplomacia ha muerto". Es cierto que ni el Primer ministro Orbán, ni su colaborador en ese sentido, el Presidente de China, Xi Jinping, aspiran a tener una respuesta fácil o a saber cómo acabará todo. Como cuando Martin Luther King fue a la cárcel, o un niño negro abolió la segregación racial en una escuela, o Rosa Parks se sentó en la parte delantera de un autobús, cuando se toman algunas acciones como estas, irradian más allá de cualquier cálculo normal, debido a su poder poético, porque han tocado una fibra mística. 

Pero, ¡ay!, los alaridos de indignación, mientras los burócratas de Bruselas buscan métodos de matones para silenciar Viktor Orbán, presidente del Consilium de la Unión Europea; por supuesto, en nombre de la democracia y el Estado de derecho. Sin embargo, la única regla que Orbán ha violado es la funesta regla de que no se hablará de un acuerdo pacífico con Rusia. Esta fue la regla que Boris Johnson impuso al romper la mediación de Turquía para lograr la paz en abril del 2022; la regla que impidió que se escuchara al Presidente Vladimir Putin en diciembre del 2021, cuando pidió que se resolvieran conjuntamente los problemas de seguridad en Europa; la regla que subyace a ocho años de guerra de baja intensidad de Occidente contra el Donbás, mientras fingían ante Rusia que respetarían la vía de los Acuerdos de Minsk para mantener a Ucrania unida y en paz; y la regla en la década de 1990, cuando el sistema financiero occidental decidió apuntalar sus burbujas financieras saqueando a Rusia y desintegrándola. 

Ayer, el economista y tal vez estadista alemán Folker Hellmeyer, impresionado por la diplomacia de Orbán, ofreció una explicación provocadora. En primer lugar, se burló de la superficialidad de los actuales dirigentes occidentales, adictos al blanco y negro, como por ejemplo, eso de que la historia comenzó el 24 de febrero del 2022 (Rusia-Ucrania), o el 7 de octubre del 2023 (Israel-Gaza). La historia y los acontecimientos humanos son más complejos, más multidimensionales. Dijo que "no hay imágenes en blanco y negro, sino que todo son matices de grises, y los matices de grises ofrecen precisamente las posibilidades que necesitamos. Los tonos de gris ofrecen exactamente las posibilidades de una solución, y en este sentido acojo con gran satisfacción lo que está haciendo actualmente el señor Orbán". 

Los que pretenden que todo es blanco o negro no sólo se engañan a sí mismos, sino que en realidad no tienen la capacidad (ni el interés o la curiosidad por desarrollar esa capacidad) de sacar a su sociedad del atolladero en que se encuentra. Hellmeyer concluyó: "Al final tenemos que hablar entre nosotros”. La realidad es que a Europa la están masacrando económicamente y "los ucranianos están pagando el precio todos los días con una cuota de sangre intolerable, y de eso también se trata: Somos humanistas, así que, ¿qué solución hay aquí que sea adecuada y que sirva también a los intereses reales de la gente sobre el terreno?". Las "conversaciones exploratorias para posibles conversaciones de paz" que lleva a cabo Orbán son estupendas "porque se ve que la caja en la que nos movemos desde febrero del 2022, con sanciones y con medidas belicosas y siempre una mayor escalada, no funciona. Sólo conduce a más muertes". Por lo tanto, salgan de esa caja, "eso es exactamente lo que Orbán nos ofrece". 

En la reunión del viernes 12 de julio de la Coalición Internacional por la Paz, Helga Zepp-LaRouche identificó una vía eficaz en este complicado mundo para ejercer quizás una influencia real. Aconsejó a los asistentes: “Yo quisiera verdaderamente que la gente utilice la iniciativa de Orbán, y que consigamos que otros países también respalden a Orbán, no solo Turquía y el Presidente Erdoğan, pero digamos mucha gente de África, Latinoamérica, y Asia, manifestaran que respaldan absolutamente lo que Orbán está haciendo. Ir a Ucrania, a Moscú, a Pekín, a Washington, y luego tratar de colocar una agenda diferente sobre el tapete. Si hubiera un apoyo masivo del Sur Global a Orbán en este momento, se le haría mucho más difícil a las personas de la Unión Europea que están tratando de sacar a Orbán de su cargo y que están tratando de satanizarlo".

 

Para mayor información escriba a preguntas@larouchepub.com

 

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