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Informe: Hijos de Satanás
El CFLC y la secta del ‘dios del trueno’


Fuentes de Washington han identificado al actual presidente de la Cámara de Representantes, Tom DeLay (republicano de Texas), y al general William “Jerry” Boykin, actual subsecretario de Inteligencia de la Defensa, como miembros destacados de la Fellowship.

por Stanley Ezrol, con la colaboración de Jeffrey Steinberg y Anton Chaitkin

En 1974, el reconocido psiquiatra británico William Sargant publicó un libro, The Mind Possessed: A Physiology of Possession, Mysticism and Faith Healing (La mente poseída: una fisiología de la posesión, el misticismo y la sanación a través de la fe), que era una secuela de su estudio de 1957, The Battle for the Mind: A Physiology of Conversion and Brainwashing (La batalla por la mente: una fisiología de la conversión y el lavado cerebral), el cual era todo un manual para producir un “cambio de paradigma cultural” hacia una oscurantista sociedad existencialista e irracional, que precisamente era el programa del Congreso a Favor de la Libertad Cultural.

En el estudio de 1957, Sargant escribió: “Tras perturbar lo suficiente la función del cerebro mediante un temor, angustia o emoción accidental o inducido de forma deliberada, diversas clases de creencia pueden implantarse en mucha gente. De los resultados causados por tales perturbaciones, la más común es el deterioro temporal de la capacidad de juicio y una sugestionabilidad extrema. Sus diversas manifestaciones de grupo a veces aparecen bajo el rubro de ‘instinto de rebaño’, y aparecen con mayor espectacularidad en tiempos de guerra, durante epidemias graves, y en todos período parecido de peligro común, lo cual aumenta la ansiedad, así como la sugestionabilidad individual y de las masas”.

El doctor Sargant fue un destacado psiquiatra del Instituo Tavistock británico, que pasó dos décadas, desde mediados de los 1950, trabajando en el proyecto MK–Ultra y el Grupo Cibernética, vinculados al Congreso a Favor de la Libertad Cultural, en el uso de drogas psicodélicas y otras formas de lavado cerebral para la coerción de las masas.

Los traumáticos sucesos de los 1960 —desde la crisis de los misiles cubanos de 1962 que casi desencadenó un holocausto termonuclear global; al asesinato del presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963, y el subsecuente encubrimiento flagrante del mismo; a los asesinatos posteriores de Malcolm X, el doctor Martin Luther King y Robert F. Kennedy; hasta los disturbios raciales urbanos, y la matanza de la guerra estadounidense en el Sudeste de Asia— transformaron a la generación sesentiochera de después de la Segunda Guerra Mundial, de una generación optimista orientada al futuro, a una colección de drogadictos irracionalistas balbuceantes convencidos de la contracultura, en un rechazo total de la realidad, viviendo de una experiencia sensorial a la siguiente.

Al aplacarse al fin la tormenta de los 1960, los sesentiocheros surgieron con un conjunto nuevo de creencias axiomáticas en extremo irracionales, de las que son típicas el interés generalizado en el ambientalismo radical, y la fe aun más generalizadad en el consumismo y en la “magia del mercado global”.

Habríamos evitado tales ideas la década anterior, cuando los Estados Unidos todavía eran una sociedad orientada a la producción. Pero eso fue antes de los grandes “choques traumáticos” del período de 1962–1971.

Los dionisíacos estadounidenses

Preparándose para escribir La mente poseída, el doctor Sargant y su equipo hicieron una exhaustiva investigación de campo para perfilar las modernas sectas religiosas primitivas, abarcando una amplia gama de denominaciones irracionales dizque cristianas que proliferaron, en particular, en las regiones rurales más atrasadas del sur estadounidense. Estos eran los EU de Elmer Gantry, de las reuniones que sostenían, bajo carpas de circo, los fanáticos religiosos convulsionados como “perros ladradores”.

El libro de Sargant trazó el paralelo entre tales pueblos primitivos sometidos a la influencia de médicos brujos, predicadores fundamentalistas y dioses paganos, y las víctimas de la contracultura del rock, las drogas y el sexo de los 1960. En una descripción de los relatos históricos de las celebraciones del antiguo dios pagano griego Dioniso, el doctor Sargant escribió: “Muchos de los demás danzantes llegaban a un estado cercano al trance, y mostraban estados de sugestionabilidad aumentada al final de un largo e intenso período de danza repetitiva y monótona. Eran muy parecidos a los fanáticos de los Beatles u otros ‘grupos pop’ luego de una larga sesión de baile”. De hecho, uno de los capítulos finales de La mente poseída perfiló la forma más novedosa de irracionalismo religioso fundamentalista como “beatlemanía”.

Una de las lecciones claras que dejaron los estudios de Sargant —y de otros trabajos de perfilamiento similares del Grupo Cibernética y el CFLC, como los de la doctora Margaret Mead y su esposo, el doctor experimentador del LSD Gregory Bateson—, fue que el medio más eficiente de fomentar el surgimiento de sectas irracionalistas era explotar los movimientos y las subculturas existentes.

En el caso de los EU, los lavacerebros “imperialistas liberales” británicos y sus secuaces “tories estadounidenses” tenían un historial de tres siglos de fomento premeditado a tales movimientos irracionalistas para escoger. Así, una de las formas principales de guerra cultural contra la tradición republicana de los próceres estadounidenses, a través de la Sociedad Fabiana británica y su posterior engendro, el Congreso a Favor de la Libertad Cultural, consistió en revivir y fomentar el “Gran Despertar” y formas afines de subversión, incluyendo de manera más prominente la ideología de la “causa perdida” de la Confederación feudalista pro británica, cuyo credo, tomado de John Locke, era: “vida, libertad y propiedad”. Una versión católica medieval del mismo credo promulgado por los fabianos británicos G.K. Chesterton y Hilaire Belloc, más tarde traducida en “tradición, familia y propiedad”.

A comienzos del siglo 20, tras un resurgimiento del racista Ku Klux Klan en los Estados Unidos de América patrocinado directo desde Hollywood, con el apoyo entusiasta del Gobierno de Woodrow Wilson, la Sociedad Fabiana británica fomentó un resurgimiento confederado dirigido no tanto a la secesión como a la subversión del compromiso histórico de los EU con el principio leibniziano de la “búsqueda de la felicidad” y del mandato del preámbulo de la Constitución estadounidense de promover el bienestar general. Los principales actores en este resurgimiento confederado asumirían más tarde papeles protagónicos en la subversión del Congreso a Favor de la Libertad Cultural.

El gran despertar: el ‘dios que desprecia al hombre’

En el período colonial, un estudiante de sir Isaac Newton y John Locke, el notorio Jonathan Edwards, con el apoyo de los “Dioses del Río” propietarios del valle de Connecticut, llegó a ser el principal opositor filosófico al liderato leibniziano de la colonia de la Bahía de Massachusetts, encabezado por Increase y Cotton Mather. En sus reuniones de masas para revivir el “gran despertar” de 1737–41, Edwards conjuraba una especie de Dios–mounstruo, y le ordenaba a los congregados a unírsele y obedecer. Si no, le decía a la multitud: “[Dios] no sólo te odia, sino que te tendrá en el mayor desprecio: ningún sitio será considerado apto para ti, si no es bajo sus pies para que te pisoteen como el fango de las calles”. Edwards despotricaba que el individuo no sólo sería arrojado sin motivo al pozo ardiente del infierno o pisado bajo sus pies, sino que Dios había elevado por capricho a la Europa cristiana, en tanto que a los judíos, a quienes antes había favorecido, a los africanos, a los “salvajes” de Norteamérica, y a otras naciones y pueblos enteros, los consignaría al diablo.

Edwards casó a su hija con Aaron Burr, presidente del Colegio de Nueva Jersey, más tarde conocido como la Universidad de Princeton. A la muerte de su yerno, Edwards fue nombrado como el tercer presidente del Colegio. Su nieto, Aaron Burr, Jr., habría de convertirse, antes que el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, en el traidor más vil de la historia de nuestra nacion: nuestro segundo vicepresidente y asesino del arquitecto de nuestro sistema económico, Alexander Hamilton, un conspirador secesionista y fundador de los que luego serían el Chase Manhattan Bank y del Partido Demócrata de Nueva York.

Luego de que el sucesor de los Mather, Benjamín Franklin, condujo a la nación a una guerra revolucionaria y a la adopción de nuestra Constitución, las sectas fanáticas del estilo de la de Edwards fomentaron la locura que llevó a la Guerra Civil. Como Lincoln abordó esto en el discurso inaugural de su segundo período, terroristas de la calaña de John Brown alegaban contar con la autoridad de Dios para matar a machetazos a familias de granjeros en oposición a la esclavitud, y grupos igual de fanáticos alegaban tener una autoridad bíblica a favor de ella.

Luego de que el presidente Abraham Lincoln derrotó la revuelta secesionista sureña instigada por los británicos, los EU emergieron como la nación agroindustrial más poderosa de la Tierra. Ya no le fue posible a Gran Bretaña derrotar a sus antiguas colonias norteamericanas en el plano militar. La vía alternativa fue la subversión cultural a largo plazo.

La institución primordial empleada en la instrumentación de la nueva estrategia británica fue la Sociedad Fabiana, la cual operaba junto con las “Mesas Redondas” de Cecil Rhodes y otras instituciones. Poco después de su fundación a fines del siglo 19, la Sociedad Fabiana formó el ala “imperial liberal” derechista del Partido Laborista británico, según el modelo del siglo 18 de los whigs “utilitaristas” de lord Shelburne. El aparato neoconservador del “nuevo laborismo” del primer ministro británico Tony Blair es una continuación de esos esfuerzos anteriores, dominada por la Sociedad Fabiana. De ahí la perfecta alianza entre Blair y los pretendidos imperialistas neoconservadores estadounidenses encabezados por Dick Cheney.

Las variedades de perversión irracional

Algunos sobrevivientes de la Confederación, encabezados por los ex generales confederados Albert Pike, Nathan Bedford Forrest y otros, organizaron el Ku Klux Klan en los estados sureños y fronterizos de los EU, y un movimiento más amplio de la “causa perdida”, para defender un estilo de vida rural que no requiere usar el cerebro.

Durante el largo reinado de la reina Victoria y de su hijo, el príncipe Eduardo Alberto (más tarde el rey Eduardo VII), los colaboradores estadounidenses de los círculos fabianos, representados por William James (1842–1910), desarrollaron relaciones íntimas con instituciones fabianas británicas tales como los “Apóstoles de Cambridge”, el Real Instituto Colonial y su asociada logia francmasónica del rito escosés (hoy el Instituto Real de Asuntos Internacionales Chatham House), la Sociedad de Investigación Psíquica, la revista aliada de H.G. Wells, New Republic, y otras.

Como presidente fundador del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, James ayudó a introducir una nueva dimensión de locura religiosa más allá del episodio previo de los “grandes despertares”. En una famosa serie de cátedras en la Universidad de Edinburgo, publicadas con el título de Varieties of Religious Experience (Variedades de experiencias religiosas), propuso ampliar con drogas la clase de “experiencia religiosa” estilo Edwards inducida por el terror. Alegaba que el pensamiento creativo, incluso un sentido espiritual, requería “rayar en la locura, la excentricidad, el temperamento demente, la pérdida del equilibrio mental y la degeneración psicópata”. Decía que tradicionalmente la embriaguez era la mejor forma de “alcanzar la religión”, aunque añadía la sugerencia de que también debía usarse el óxido nitroso, el éter y otras drogas.

En estas cátedras, James también promovía el movimiento teosófico ocultista —patrocinado por la oligarquía británica— de madame Helena Blavatsky y Annie Besant, y otras religiones extrañas a las que habían llevado a la notoriedad después de la Guerra Civil.

‘Los Fugitivos’: la Sociedad Fabiana se une al Klan

En 1917, a Walter L. Fleming lo nombraron decano de la Universidad Vanderbilt en Nashville, Tennessee. En los años anteriores, la universidad, otrora patrocinada por la Iglesia Metodista sureña, había caído en manos de un consorcio de los intereses financieros de Wall Street, Rockefeller y J.P. Morgan. Con Fleming, Vanderbilt sería la base para el surgimiento de Los Fugitivos, una mafia literaria que impulsaría un renacimiento de la ideología confederada y emprendería una guerra cultural contra el paradigma de progreso científico y tecnológico, y de estadismo republicano, del Sistema Americano. A comienzos de los 1920, Los Fugitivos publicó una revista literaria del mismo nombre.

La obra más famosa de Fleming fue su historia de 1905 del Ku Klux Klan original de después de la Guerra Civil, misma que elaboró en consulta con muchos de los “Templarios de Tennessee” sobrevivientes que dirigieron esa organización. Flemin, junto con otros dirigentes políticos, culturales y espirituales, participó en la refundación del Klan en 1915, que fue promovida con la circulación generalizada del primer largometraje de Hollywood, El nacimiento de una nación de D.W. Griffith, comenzando con el muy publicitado estreno en la Casa Blanca del presidente Woodrow Wilson y en la Corte Suprema de Justicia.

El gran sacerdote de Los Fugitivos era el místico rosacruz Sidney Mttron Hirsch. Su líder temporal, John Crowe Ransom, recién había regresado de estudiar en la Universidad de Oxford con una beca de Rhodes. El decano Fleming conocía muy bien a Ramsom, al menos por sus nexos familiares, porque su tío abuelo, el templario de Tennessee y fundador del Ku Klux Klan, James R. Crowe, fue la principal fuente que Fleming usó en su historia del Klan. De hecho, toda la familia Crowe era del KKK, y Ransom acariciaba sus recuerdos infantiles de mamá Ella Crowe, y de las demás mujeres Crowe, sentadas en el seno familiar cociendo sábanas para las asambleas.

Esto no constituía una aberración. El núcleo del círculo de Los Fugitivos, y de sus posteriores colaboradores literarios y políticos, lo formaban descendientes de los Templarios de Tennessee, oficiales de la “Compañía de los Animales” de Nathan Bedford Forrest del ejército confederado. Además de Ransom, el pequeño círculo fugitivo incluía a otros cinco: William Yandell Elliott, Bill Frierson, Robert Penn Warren, Allan Tate y Cleanth Brooks. Todos, excepto Tate, eran becarios de Rhodes. Y Warren, Brooks y Tate, junto con los estudiantes más jóvenes de Ransom, John “Jack” Thompson, Robbie Macauley y Robert Lowell, serían actores importantes en el Congreso a Favor de la Libertad Cultural.

A la creación del círculo Fugitivo de Ransom, la principal publicación de la Sociedad Fabiana era un periódico llamado The New Age (La nueva era) financiado por el dramaturgo fabiano y promotor de Federico Nietzsche, George Bernard Shaw, y publicado por el teósofo Alfred Richard Orage, quien más tarde sería discípulo del místico ruso Georg Gurdjieff. En The New Age aparecían las obras de los fabianos Shaw, H.G. Wells, G.K. Chesterton y Hilaire Belloc, junto a las de los principales satanistas del siglo 20, la autoproclamada “Gran Bestia”, Aleister Crowley, y toda un surtido de pornógrafos y místicos como William Butler Yeats, el futuro espía fascista Ezra Pound, T.S. Eliot y D.H. Lawrence.

Chesterton y Belloc, aunque estuvieron asociados con la Sociedad Fabiana a principios del siglo 20, habrían de convertirse en los cabecillas, junto con Maurice Baring, de una agrupación católica fascista y sinarquista a favor de la Inquisición española y del imperio romano, conocida como los Distribucionistas. Su colega seguidor de la nueva era, T.S. Elliot (luego ganador del premio Nobel y figura destacada en las operaciones del CFLC), haría alianza con ellos en este esfuerzo, tal como lo hicieran Ransom y Los Fugitivos.

En la Primera Guerra Mundial, Chesterton, Wells y otros de la pandilla de la nueva era trabajaron para la Wellington House, la unidad de propaganda británica al mando de Charles Masterman, de la que luego tomara control lord Beaverbrook en 1917.

En principio, la alianza entre el grupo de la nueva era y Los Fugitivos fue obra de William Yandell Elliott. Cuando estudiaba como becario de Rhodes en el Colegio Balliol de Oxford en 1922–1924, cayó bajo la influencia de un personaje importante de la Mesa Redonda y de la Sociedad Fabiana, A.D. Lindsay. La subsiguiente carrera profesional de Elliott en el Departamento de Gobierno de Harvard, y en varios puestos ejecutivos y en el Congreso en Washington, giraba en torno a la idea de que debía desecharse la Constitución de los EU, y reorganizarse a la nación como una sección de un “Nuevo Imperio Británico”, una idea sacada del programa de la Mesa Redonda de Lindsay.

En Oxford, Elliott había hecho migas con las figuras literarias ocultitas de The New Age. Formaba parte de un círculo que bebía hasta entrada la noche, y que incluía al antiguo hermano de logia de Aleister Crowley, el poeta laureado con el Nobel, William Butler Yeats, y el viejo allegado de Los Fugitivos Robert Graves. Graves, futuro agente del CFLC, es famoso ahora por su adorable historia del imperio romano, I Claudius (Yo, Claudio), y por fomentar la secta de la diosa blanca.

El dios del trueno

En 1928, el fugitivo y luego directivo del CFLC, Allen Tate, comenzó su gestión de dos años en el Guggenheim, lo cual lo llevó a Londres y a París, donde trabajó en la biografía del general confederado Stonewall Jackson. Ahí, hizo amistad con un caballero de lo más curioso, Ford Madox Ford. Ford nació en una familia de dirigentes de la feudalista hermandad prerafaelista de John Ruskin, e hizo alianza con la Sociedad Fabiana de H.G. Wells. Entre 1908, cuando lo nombraron director de la English Review, y su muerte en 1939, fungió como administrador y enlace de la élite literaria trasatlántica. Entre sus deberes estaba el de servir de anfitrión extraoficial en París de los autores estadounidenses y británicos ahí expatriados, publicando transatlantic review para ellos en los 20, y sirviendo de representante europeo de Los Fugitivos. De forma significativa, Ford fue el responsable de forjar los lazos entre Tate y los otros fugitivos con los distribucionistas.

Entre las visitas al salón con aroma a hachís de las después asociadas del CFLC, Gertrude Stein y Alice B. Toklas, donde se codeaba con Ernest Hemmingway, F. Scott Fitzgerald, el futuro publicista de Nelson Rockefeller, John Peale Bishop, y otros, Tate coordinaba la creación de un nuevo movimiento político, los agraristas de Nashville, bajo el mando de Ransom, él mismo y los demás fugitivos. Ocho años después de la marcha de Mussolini sobre Roma, los agraristas promovían un fascismo estadounidenses basado, en lo ideológico, en un regreso nostálgico a la cultura de la Confederación, y en la adopción de los movimientos religiosos fundamentalistas que tenían décadas cocinándose a fuego lento, pero que fueron catapultados a la prominencia pública con el enjuiciamiento de 1925 al profesor Scopes por enseñar la teoría de la evolución.

Los agraristas de Nashville

El movimiento agrarista inició con la publicación de dos libros en 1930, y uno en 1931. El primero era un simposio formal, con un manifiesto conjunto a manera de prefacio, titulado I’ll Take My Stand: The South and the Agrarian Tradition (Asumiré mi posición: el sur y la tradición agrarista), y firmado por doce sureños, que eran Los Fugitivos más unos pocos aliados. Este libro tuvo una enorme publicidad nacional e internacional, y fue tema de debate en los programas de radio. El otro libro, Dios sin trueno, de John Crowe Ransom, representó su bestial manifiesto religioso del movimiento. El tercero de la serie, Bedford Forrest and His Critter Company (Bedford Forrest y su Compañía de los Animales) del académico preparado en Oxford, Andrew Nelson Lytle —quien luego alternó con Allen Tate en la publicación de la revista literaria episcopal financiada por el CFLC, Sewanee Review—, era un descarado homenaje al fundador del Klan, Nathan Bedford Forrest, que mentía diciendo que los europeos llegaron a América, no para liberarse de las guerras religiosas y la opresión en Europa, sino por una “nostalgia por el feudalismo”, de la cual dice que el Ku Klux Klan de Forrest representaba su máxima expresión.

I’ll Take my Stand era un escrito antiestadounidense, antindsutrial, ambientalista, y a favor de la Confederación y el esclavismo. Uno de sus autores, John Gould Fletcher, estaba asociado con Orage de The New Age, y desde 1924 fue un entusiasta promotor del “nuevo cesarismo” de Mussollini.

El manifiesto de los agraristas afirmaba que: “Todos tienden a apoyar un estilo de vida sureño en contra de lo que puede llamarse el estilo estadounidense o predominante. . . el agrarista versus el industrial”.

Ransom agrega: “En la mayoría de las sociedades el hombre se ha adaptado al ambiente con la bastante inteligencia como para asegurar con facilidad la satisfacción de sus necesidades materiales del agraciado botín de la naturaleza. Y luego, por lo general, concluye una tregua con la naturaleza. . . Pero a las sociedades recientes las ha atrapado —ninguna de modo tan violento como nuestra sociedad estadounidense— la idea extraña de que el destino humano no es el de asegurar una paz honorable con la naturaleza, sino la de emprender una guerra implacable contra ella.

“Esto sólo demuestra que el progreso nunca define su objetivo final, sino que de una vez empuja a sus víctimas a una serie infinita. Nuestra vasto aparato industrial. . . es como un Estado prusianizado organizado estrictamente para la guerra, y no puede nunca consentir la paz”.

Continúa explicando: “La esclavitud era un aspecto bastante monstruoso en la teoría, pero, más que seguido, humano en la práctica. . . El industrialismo es un espíritu insidioso, lleno de falsas promesas y por lo general fatal para las élites. La actitud que necesita respiración artificial es la de la resistencia de los nativos al vendedor del industrialismo. Será más fiero y de lo más efectivo si le presentan el industrialismo al pueblo sureño como —lo que sin duda es para la mayoría— una invasión extranjera al suelo sureño, capaz de causar una mayor devastación que la que trajó Sherman cuando marchó hacia el mar”.

La declaración final del manifiesto agrarista la hizo Stark Young, el más conocido del grupo entonces. Young no estaba asociado con la revista Fugitive, pero era un caballero de Misisipí, un notorio homosexual, e hijo de un miembro de la Compañía de los Animales de Forrest. Tenía entonces 18 años, en lo que sería toda una vida de amistad con el alumno y colaborador de H.G. Wells, el principal guerrero cultural británico y luego presidente de la UNESCO, Julian Huxley. En la Primera Guerra Mundial, Young dio clases en la Universidad de Texas, donde entabló relación con los círculos del controlador de Woodrow Wilson, el coronel Edward House, y luego de que su carrera académica terminó al darse a conocer sus preferencias sexuales, pasó a la junta editorial de New Republic.

En su ensayo, Young promueve con crudeza la Confederación: “Hubo una civilización sureña cuyo curso detuvieron las convenciones de 1867, con las cuales se planificó el sufragio negro en el sur —no en el norte—, y empezó el pillaje. Desde el principio, tenemos que aclarar que al hablar de características sureñas, hablamos más que nada de cierto estilo de vida en el viejo sur, un estilo de vida fundado en la tierra y en la propiedad de esclavos.

“Lo aristocrático implicaba entre nosotros una cierta gran responsabilidad por los demás, un hábito de dominación, una cierta arbitrariedad, ciertas ideas de honor personal, con diversos grados de ética, amour propre (amor propio), y lo fantástico. E implicaba la posesión de no pocos ratos de ocio. Que fuera un buen sistema o no, es debatible. Yo mismo creo que. . . es mejor que una sociedad de banqueros y empleados de los banqueros, comunidades de tiendas departamentales, manufactureros y sus secuaces y sus semiesclavos, y miserables ciudades pequeñas de clase media. . . Sea un buen sistema o no, de este concepto sureño de aristocracia surgieron ciertas ideas”.

En Dios sin trueno, Ransom hace un llamado a organizar una supersecta fundamentalista entre todas las religiones, siguiendo el modelo de lo que en breve presentarían como la Fellowship y luego como los Promise Keepers (Guardianes de la Promesa). “Queríamos un Dios que no nos lastimara, que nos dejase entenderlo, que accediese a deshacerse de todos los rayos malditos de su armamento”, decía. “Y este es el Dios que ha cobrado popularidad a partir del Cristo del Nuevo Testamento: sobre todo la encarnación del principio de benevolencia social y de bienestar físico. . . Es la religión propuesta por la facción científica”.

Esto es, decía, lo que llevó al “pecado original”, que el describía como “la contienda entre la especie animal, cuando el hombre comenzó a hacer valer el hecho de su superioridad mediante la agresión militante”. Atacaba a la “raza” de Israel por su compromiso con “las ciudades y el industrialismo”, y por su “desprecio a la naturaleza y a la vida pastoral y agraria”. No obstante, su ira pronto salió de Israel, y la dirigió contra el “americanismo”, acusándolo de que “la ciencia como secta es una suerte de americanismo”. En esto, atacaba al estudiante de Franklin, el poeta inglés Percy Bysshe Shelley, como el “profeta del nuevo Dios” que habla de “los triunfos de su ciencia”.

Identificaba el horrible “momento decisivo” cuando “surgió el occidentalismo. . . para glorificar el principio racional y negar el irracional”, lo cual llevó al “imperio occidental”, a la “ciencia occidental” y a “los negocios occidentales”, como “el momento en que la Iglesia romana sancionó la doctrina del Filioque”. Ransom repudiaba la doctrina central de la fe cristiana, a favor de un Dios irracional e ininteligible al hombre.

Tras descartar la posibilidad de que a todos los hombres los cobije una sola secta del trueno —o en la forma de una religión nueva o como una de las existentes secuestrada a este propósito—, Ransom concluye con el siguiente llamado, que uno escucha en muchas denominaciones religiosas fundamentalistas hoy día:

“Cualquiera que sea la institución religiosa a la que un hombre moderno esté afiliado, que trate de hacer la volver a la ortodoxia.

“Que insista en un Dios viril y concreto, y que no acepte principio alguno como sustituo.

“Que le devuelva a Dios el trueno.

“Que resista la usurpación del lugar de Dios por la blanda versión moderna del Cristo, y que trate de guardar al Cristo por lo que profesaba ser: el semidios que vino a honrar al Dios”.

Lo que les gustaba de Ransom a los reclutadores del CFLC era su obstinación en que el propósito de la poesía y de todo el arte era el de redirigir cualquier impulso hacia esta cualidad humana de vuelta a los apetitos que el hombre comparte con las bestias. En su libro de crítica literaria de 1938, The World’s Body (El cuerpo del mundo), escribió: “Hemos elegido conocer al mundo a través de la ciencia, pero la ciencia sólo es el departamento cognoscitivo de nuestra vida animal. . . Lo que no podemos conocer con la mente como científicos, es el mundo constituido por objetos irrevocables y totales, y éste es el mundo que la poesía recupera para nosotros.

“El momento estético aparece como un instante curioso de suspensión: entre el platonismo en nosotros, que es militante, siempre haciendo ciencia y devorando. . . La ciencia gratifica un impulso racional práctico y exhibe el mínimo de percepción. El arte gratifica un impulso perceptual y exhibe el mínimo de razón”.

ÉL fue aun más directo en una carta de 1926 a su amigo de toda la vida, el dirigente del CFLC Allen Tate: “En términos biológicos, el hombre es peculiar en cuanto a que tiene que registrar y usar sus experiencias sucesivas. Las bestias no tienen esta necesidad; con ellas, la experiencia es un fin en sí mismo, y cuidan de sí mismas”.

Décadas después, el fugitivo William Yandell Elliott, quien adiestró a los doctores Henry Kissinger, Zbigniew Brzezinski y Samuel Huntington, entre otros, fue aun más directo. En una discusión en la que participaron Tate y el fugitivo Andrew Nelson Lytle, en la conferencia de su jubilación de Harvard en 1963, Elliott explicó por qué siempre quizo que los fugitivos escribieran poesía épica y crearan nuevos mitos. “Algunos usos de los mitos y los símbolos”, decía, “se aprovechan para acondicionar a la gente como entrenas a los animales, del modo que entrenas a un perro” (los archivos de Elliott en la institución Hoover, fichero 1). En el mismo período, él pretendía alzar a algunos jefes militares contra el Gobierno de Kennedy, diciendo que, aunque los jefes que necesitaba tenían que ser “rudos”, “si los crían de manera apropiada son mansos, tal como un buen caballo de carreras, o un buen gallo inglés, o un buen perro” (fichero 63).

El comentario de su amigo Andrew Nelson Lytle es una muestra de las opiniones religiosas de Ransom: “Los profetas no vienen de las ciudades. . . Siempre han venido del monte, apestando a chivo y llenos de piojos”.

Uniéndose a los sinarquistas

Al iniciar su movimiento, los agraristas entraron en una alianza formal protofascista con el movimiento “distribucionista” de la nueva era de Chesterton y Belloc, y en una alianza implícita, a través de William Yandell Elliott, con las Mesas Redondas, cuyas ideas promovía desde su nueva posición en la Facultad de Gobierno de Harvard, con una serie de libros como The New British Empire (El nuevo Imperio Británico) y The Need for Constitutional Reform (La necesidad de una reforma constitucional).

De inmediato invitaron a Stark Young a hacer una gira por Italia pagada por el conde Volpi di Misurata, el oligarca veneciano que hizo de controlador sinarquista del dictador fascista italiano Benito Mussolini. En lo que le dijo a sus amigos que fue su “misión en Italia”, sostuvo reuniones con Il Duce y otros dirigentes fascistas, lo nombraron caballero de la Orden de la Corona de Italia, y envió propaganda a la publicación wellesiana New Republic, con el título de “Notas sobre el fascismo en italia hoy”.

Allen Tate, Herbert Agar —principal discípulo estadounidense de Chesterton— y Seward Collins, un seguidor del psicólogo sexual y propagandista del amor libre Havelock Ellis, controlaron la alianza de los grupos agrarista y Distribucionista. Collins quería convertir la publicación trimestral que había comprado, Bookman, en un órgano de propaganda fascista y, a este fin, invitó a Tate y a Agar como directores asociados. La recién bautizada American Review devino, entre 1932 y 1937, en lo que Collins llamó un foro de los “conservadores revolucionarios”, como Ransom, Tate, Brooks, Warren y los otros agraristas, así como Agar, Belloc y los distribucionistas, para aportar una “descripción favorable. . . de la economía fascista”.

La alianza agrario–distribucionista culminó con la publicación de Who Owns America: A New Declaration of Independence (A quién le pertenece América: una nueva Declaración de Independencia) en 1936 por parte de Tate y Agar, con ensayos de Belloc, Warren, Ransom, Brooks y otros, entre ellos el distribucionista Douglas Jerrold, a quien Belloc identifica como el principal propagandista de Francisco Franco. Jerrold escribe en defensa de las conquistas militares de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. El agrarista Donald Davidson escribió en apoyo a La necesidad de una reforma constitucional de Elliott, que abogaba por la sustitución de la Presidencia constitucional estadounidense con un sistema parlamentario controlado por una burocracia permanente.

El viraje de Churchill

A fines de los 1930, cuando muchos sinarquistas británicos —de forma notable Winston Churchill— decidieron que tenían que parar a Hitler, los agraristas y algunos distribucionistas anglófilos se les unieron.

Sin embargo, este apoyo a la guerra estaba condicionado. Las condiciones las establece un manifiesto conjunto de 1940, titulado The City of Man: A Declaration of World Democracy (La ciudad del hombre: declaración de la democracia mundial), la cual instaba a los EU, luego de la rendición de Francia y la incorporación de Italia a la guerra, a unirse a la Gran Bretaña de Churchill en la pelea, pero sólo con el propósito de establecer un imperio global bajo una sola secta del “trueno”, rebautizada como la “religión de la democracia”.

El esfuerzo lo coordinó el principal agente estadounidense de Bertrand Russell y posterior colaborador del CFLC, Robert Maynard Hutchins, presidente de la Universidad de Chicago. En la junta directiva estaban Elliott y Agar. Otros firmantes fueron:

• Thomas Mann y su yerno, G.A. Borgese. El novelista alemán emigrado y el refugiado italiano eran parte de un círculo muy cerrado, del cual formaban parte Hutchins; Agnes, la esposa del propietario del Washington Post, Eugene Meyer, del Lazard Frères; su hija Katharine, quien, como Katharine Graham, llevaría al Post a la posición de poder que hoy tiene; y la hija de Mann, Elisabeth, quien habría de convertirse en una alta funcionaria de las Naciones Unidas y en integrante del Club de Roma.

• Alvin Johnson, un viejo amigo texano de Stark Young y del grupo del coronel House, y personaje importante de The New Republic y de la Nueva Escuela de Investigacion Social, ligada a esa publicación. Él estableció la Universidad en el exilio de la Nueva Escuela y la École Libre des Hautes Études con becas de la Fundación Rockefeller, proporcionando una base de operaciones para todo el aparato de emigrados de la Escuela de Fráncfort, así como para el ideólogo fascista Leo Strauss, quien promovía de forma abierta a los teóricos “oficiales” del partido nazi, Martin Heidegger y Carl Schmitt. La École Libre fue el hogar de Raymond Aron, Denis de Rougemont y otros que después estuvieron en la órbita del CFLC.

Llamando la atención a la perspectiva de la nueva secta milenarista, el manifeisto afirmaba: “En una era de Apocalipsis nosotros instamos al milenio. La paz universal sólo puede fundarse en la unidad del hombre bajo una sola ley y un solo gobierno”. Este esfuerzo, insistían, tiene que incluir la conquista de la “herejía del nacionalismo” y el desmantelamiento de “la arquitectura absurda del mundo actual”. Esto lo substituirían con “un parlamento universal”, “un cuerpo legal fundamental que predomine en el planeta entero”, y “una fuerza federal presta a atacar la anarquía y el crimen”.

Este imperio, afirmaban, ha de gobernarlo el derecho inglés. En su llamado por un “nuevo testamento de americanismo”, decían que “aquí, más preciado que todo el oro de Kentucky, está guardado el tesoro de la cultura inglesa”.

Este nuevo orden requiere darle una nueva forma a “la familia, a la asociación educativa, al vecindario y a la iglesia” con la dirección de “una nueva religión.. . . la religión universal de la democracia”. Ellos acusan a todas las iglesias existentes de haberse “entrometido en la anarquía de las naciones y sometido a los poderes dominantes”, y de que, “por tanto, ha llegado la hora en que tenemos que saber que la religión de la libertad, que es la democracia, le impone límites a la libertad de culto”. Estas ideas, si no es que las propias palabras, vienen de las páginas de La conspiración abierta (1928) de H.G. Wells y de El futuro de la ciencia (1931) de Russell.

“La poda de este árbol de libertad no lo hará menos fructífero”, añade el manifiesto. “La organización del aprendizaje” para preparar “aristocracias democráticas”, requiere “un piso firme en los principios inflexibles y en los valores inamovibles”. Todo esto, dicen, no sólo requiere de jueces, sino de “alguaciles”. Su receta para poner en vigor este terror universal consiste en empezar con una coalición de los dispuestos, “confiada a la buena voluntad de aquellas comunidades y grupos que estén dispuestos, de forma progresiva, a adoptarla”, como dicen, “ejerciéndola luego contra los rebeldes, de modo que al fin llegue a convertirse en la paz común y en la libertad de todos los pueblos de la Tierra”.

El manifiesto de la Ciudad del hombre llevó directo a la formación del Comité de Lucha por la Libertad, involucrando a Agar y otros, incluso a James Warburg de la familia bancaria sinarquista. Hubo debates entre Warburg, del Comité de Lucha por la Libertad inspirado por Hutchins, y Charles Lindbergh, del Comité América Primero de Hutchins. Agar trabajó en la Oficina de Servicios Estratégicos durante la guerra, y ayudó a fundar la Freedom House, una organización que, hasta la fecha, está dedicada a la idea de “imponer la democracia por la fuerza”.

Hasta su muerte, el agrarista de Nashville William Yandell Elliott fue un proponente de este imerio mundial “anglófono” churchilliano. Justo después de la guerra, en Virginia Quarterly Review y en el libro de texto Western Political Heritage (La herencia política de Occidente), que publicó junto con Kissinger para Harvard, él abogaba por un monopolio anglófono de las armas nucleares, a fin de imponer un orden mundial como el propuesto en La ciudad del hombre.

La ‘teología bélica’ y la ‘hermandad’ de los fascistas

En las secuelas de la “ofensiva de Churchill” contra Hitler y el bloque fascista eurasiático, lanzaron aun otra operación sinarquista angloamericana. Esta operación pretendía penetrar los círculos políticos y militares occidentales mediante la difusión de una sofisticada secta del “dios del trueno”.

El claro iniciador de este esfuerzo fue Abraham Vereide, un cristiano fundamentalista que fuera un destacado agitador en Seattle, Washington, en contra de la mentada amenaza roja en los 1920 y principios de los 1930. Una de las armas que Vereide introdujo en la psicosis de la incursión de Palmer en la Costa Oeste de los EU fue el desayuno de oración, un vehículo para reunir a dirigentes empresariales, financieros y del gobierno bajo una amplia fachada anticomunista.

De hecho, la idea de crear semejantes redes en torno a la oración, la emprendieron primero en los 1850 los oficiales del Ejército británico apostados en la India colonial. Ellos establecieron la Unión Cristiana de Oficiales Británicos y, después, la Asociación de Lectores de las Escrituras de los Soldados y Aviadores.

En 1930, por primera vez hubo una reunión de delegados de cuatro naciones —Alemania, Gran Bretaña, Holanda y Suecia— en el castillo Zuylen de Holanda, donde fundaron la Asociación de la Hermandad Cristiana Militar (AHCM). El primer presidente del grupo fue un holandés, el barón Von Tuyll. El objetivo de los fundadores era establecer una hermandad “apolítica” internacional sin una organización central visible, sin presupuesto ni directorio, excepto por el presidente. En las décadas siguientes, la AHCM establecería secciones en 120 naciones. Por años, la rama estadounidense, la Hermandad Cristiana de Oficiales, la dirigió el teniente coronel de la Armada y comandante de Oliver North en Vietnam, Tom Hemmingway, quien reclutó a North al grupo.

Vereide llegó a Washington, D.C., en 1942 y, coludido con el agregado de la Fuerza Aérea británica y con funcionarios de la Iglesia anglicana, crearon la organización Liderato Cristiano Internacional, luego rebautizada como Fellowship Foundation. El grupo promovería directamente las carreras de cristianos sionistas fundamentalistas como Harald Bredesen y su protegido, Pat Robertson, e infiltrarían hasta el tuétano a las Fuerzas Armadas de los EU, el Congreso y otras instituciones de poder.

El Liderato Cristiano Internacional cobró fuerza como proyecto de los sinarquistas angloholandeses de la posguerra, al sugerirse que Vereide fuera el “asesor espiritual” del consorte real holandés, el príncipe Bernardo, fundador del Grupo Bilderberg y, junto con el consorte real británico, el príncipe Felipe, del World Wildlife Fund. Bredesen, el principal protegido de Vereide, escribió que éste había “ganado al príncipe Bernardo para Cristo”; toda una pretensión, pues Bernardo fue un destacado nazi durante la guerra, y sirvió de secretario de la junta directiva de I.G. Farben, el cartel nazi de la industria química. Al casarse con la monarca holandesa, la reina Juliana, Bernardo hizo una purga en la corte e instaló a otro “ex” nazi de secretario personal de la Reina, el barón Van der Hoeven. El hijo de este barón, Jan Willem van der Hoeven, obtuvo su título de teología en la Universidad de Londres y, en 1980, fundó en Jerusalén la Embajada Cristiana Internacional, junto con Jerry Falwell y otros rabiosos cristianos sionistas estadounidenses y británicos, promotores del inminente Harmagedón.

El barón Von Tuyll, quien presidiría la Asociación de Hermandades Cristianas Militares, también fue nombrado por el príncipe Bernardo como lord chambelán de la reina Juliana.

La organización Liderato Cristiano Internacional de Vereide, hoy conocida como la Fellowship Foundation, administra una serie de desayunos de oración internacionales, tiene casas de seguridad en las capitales del mundo, como Washington y Londres, y alega tener una membresía global de 20.000 personas y un presupuesto oficial anual de 10 millones de dólares. Tanto en los EU como en Gran Bretaña, la Fellowship también controla la Hermandad de Ministerios de Prisiones del criminal Charles Colson, convicto por el caso Watergate.

La rama británica, bien alineada con el Partido Conservador, también mantiene estrechos lazos de colaboración con otro viejo frente “religioso” de la Sociedad Fabiana, el Movimiento Socialista Cristiano, al cual Tony Blair está afiliado.

Fuentes de Washington han identificado al actual presidente de la Cámara de Representantes, Tom DeLay (republicano de Texas), y al general William “Jerry” Boykin, actual subsecretario de Inteligencia de la Defensa, como miembros destacados de la Fellowship. El Pentágono investiga a Boykin por unos comentarios que hizo en 2003 en una iglesia fundamentalista, en donde instó a una “cruzada” contra el islam, religión que llamó “satánica”.

En marzo de 2003, la revista Harper’s publicó el relato de Jeffrey Sharlet durante su estancia como residente de la mansión comunal de la Fellowship en Arlington, Virginia. Sharlet describió una sesión de la Fellowship dirigida por el actual dirigente del grupo el protegido de Vereide, Douglas Coe. Coe describió el “juramento” de silencio de los miembros del grupo, el cual opera con una estructura de células. Coe les pidió a los miembros participantes de la Fellowship un ejemplo de dicho juramento, y recibió por respuesta inmediata: “Hitler”. Coe respondió: “Sí, Hitler hizo un juramento. La mafia hace un juramento. Es algo muy poderoso”. Luego, el hijo de Coe le dio a los discípulos una breve clase sobre la vida de Gengis Kan, describiendo un incidente particularmente sangriento en el que Gengis Kan decapitaba a sus enemigos, metía los cráneos en un cesto, al tiempo que devoraba su cena. Sharlet citó al joven Coe: Si eres un amigo conocido de Jesús, “puedes ir y hacer lo que sea. Cuando salgan de aquí”, dijo, “no sólo conocerán la valía de Jesús. Conocerán a la gente que gobierna al mundo”.


El CFLC y el Shakespeare de los sesentiocheros
por Tony Papert

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